LA SANTA BIBLIA
domingo, 24 de febrero de 2019
CAMINAR A LA LUZ DE CRISTO
Confesar el pecado a otros nos mantiene humildes y es sumamente honroso ante Dios. Él que se humilla será exaltado y el que se exalta, será humillado.
Todos somos humanos, todos nos equivocamos, todos pecamos y todos podemos ser perdonados y redimidos por la gracia redentora de Cristo. Arrepentirse y hablar sus pecados no era un problema ni para la Iglesia primitiva ni para los hombres de Dios en el Antiguo Testamento. Había un entendimiento muy diferente de lo que esto significaba. Ellos tenían la preeminencia en Dios. Lo que Dios pensaba era lo más importante, no lo que el hombre opinara; hoy en día parece que es al revés. Usted no ve, por ejemplo, un pleito tremendo entre Pedro y los autores de los Evangelios, porque le publicaron a perpetuidad su pecado cuando negó a Cristo. Yo creo que ellos lo platicaron con Pedro, y este ha de haber dicho: “Si por supuesto, escriban sobre esto, es necesario que lo que yo hice quede como ejemplo para otros”.
Lo mismo cuando Lucas escribe sobre Pedro, diciendo de él era digno de condenar su comportamiento con los gentiles. Usted no ve que Pablo oculte su pecado, antes habla de sí mismo como un abortivo. Ni tampoco ve que David destituya a Samuel de su puesto por escribir y hacer público su pecado. David era un hombre conforme al corazón de Dios. Se ven confesiones de sus pecados y fracasos por todos lados en los Salmos. Él mismo escribió para que quedara publicada su confesión, y cómo él se sentía delante de Dios.
(Salmo 51:1-14) “Ten piedad de mí, Oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones. Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante mí. Contra ti, contra ti sólo he pecado y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres Justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas. He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tu deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, que se regocijen los huesos que has quebrantado. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu Santo Espíritu. Restitúyeme el gozo de tu salvación y sostenme con un espíritu de poder. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de delitos de sangre, OH Dios, Dios de mi salvación; entonces mi lengua cantará con gozo tu justicia”. (Paráfrasis del autor)
Fíjese como la perspectiva, el punto de vista de David es tan diferente al que nosotros tenemos. Para David no era importante como él se viera ante los hombres, sino que fuera Dios el reconocido como justo en su Palabra y tenido por puro en Su Juicio.
David sabía que si él se humillaba y hacia público su pecado escribiéndolo y quedara a perpetuidad. Dios sería exaltado y le daría por recompensa el predicar la verdad, y que la gente realmente viniera a los pies de Dios, arrepentida y con convicción de pecados. Por lo menos esto es lo que nosotros debemos querer, predicar a Jesús y que la gente verídicamente cambie sus caminos.
Aquí podemos aparentar que somos unos santos inmaculados, que jamás cometieron ningún error, y los hombres te pondrán en alto y escribirán sobre ti; pero en el Cielo se ve y se escribe diferente. Al lado de cada uno de nosotros hay un ángel que escribe día y noche el libro de nuestra vida.
(Apocalipsis 20:12) “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.
Hoy en día los llamados al arrepentimiento que se hacen en las Iglesias, son tenidos por los creyentes como algo vergonzoso. Pasan los inconversos y unos poquitos más, y el resto de la Iglesia se queda sentada como si todos creyéramos que en toda esa gente inmóvil ya no hay más pecado. Es más importante que los hombres nos tengan por “perfectos” que lo que Dios está viendo de nosotros.
Para Dios no hay momentos más maravillosos que cuando corremos al altar a confesar nuestros pecados. Para Él es la fiesta más hermosa. Cuando confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos, hay fiesta de ángeles en los Cielos. Para Dios no es vergonzoso que vayamos y nos arrepintamos todos los días, si es necesario. Cada vez que lo hacemos, El es reconocido justo en su Palabra y puro en su Juicio. ¡Pecamos de tantas maneras, oh santos de Dios! Cada vez que limitamos al Espíritu, pecamos. Por esto es importante entender el significado de la cruz de Cristo que nos da la total libertad y la victoria sobre el pecado.
Confesar nuestros pecados para Él es la fiesta más hermosa.
Cada vez que ponemos nuestras estructuras religiosas y le cortamos la libertad a lo que Dios quiere hacer, pecamos. Cada vez que pudiendo movernos por fe, escogemos métodos humanos para resolver las cosas, pecamos. Cada vez que aceptamos reproche alguno contra el hermano, cuando hacemos acepción de personas. Cuando vemos al hermano tener necesidad y cerramos contra él nuestro corazón. y cada vez que escogemos proteger nuestra reputación en vez de dar pasos de amor; y amar, a veces tiene un precio muy alto. Cuando nos olvidamos de los huérfanos y de las viudas aún en nuestras propias Iglesias. Cuando son prioritarios nuestros deseos materiales en este mundo, que la obra de Dios o el acordarse de los pobres. Y a esta lista añado, los celos, las envidias, los pleitos, las divisiones, el juzgar a los demás y todas las obras de la carne, además de las terribles abominaciones.
¿Realmente crees amado lector, que alguien se puede quedar sentado en la banca porque de verdad ya no tiene pecado? ¿No es ya tiempo de agradar a Dios y hablar verdad los unos con los otros, y quitarnos las máscaras que en fondo todo el mundo sabe que tenemos? Medita en esto y determina caminar en nuevos niveles de luz, y llevar todos tus pecados a la Cruz de Cristo.
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