LA SANTA BIBLIA

LA SANTA BIBLIA

miércoles, 29 de marzo de 2017

EL CAMINO DEL SEÑOR ES UN CAMINO DE LUCHAS Y PRUEBAS Y QUE CON FRECUENCIA HAY QUE HACERLO SOLITARIO

Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida… (v. 12). Santiago 1:1-12 El invierno pasado, mientras visitaba un museo de historia natural, aprendí algunas cosas notables sobre los álamos. Un bosque entero de estos delgados árboles puede desarrollarse a partir de una sola semilla y compartir el mismo sistema de raíces. Este sistema puede existir miles de años sin producir árboles, dormido bajo tierra, hasta que un incendio, una inundación o una avalancha permite que las raíces perciban el sol y se abran paso entre las sombras del bosque. La savia que sube se convierte en árbol. Lo que hace posible que crezcan los álamos es la devastación producida por un desastre natural. Santiago también escribe que las dificultades nos hacen crecer en la fe: «tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» (Santiago 1:2-4). Es difícil tener gozo durante las pruebas, pero podemos hallar esperanza al saber que Dios utilizará las circunstancias problemáticas para ayudarnos a crecer espiritualmente. Como los álamos, cuando las dificultades despejan nuestro corazón para que la luz de Dios nos alcance, la fe puede crecer. Señor, gracias por acompañarme en las dificultades. Ayúdame a crecer con ellas. Las pruebas pueden acercarnos más a Dios.

viernes, 24 de marzo de 2017

BUSCAD AL SEÑOR MIENTRAS PUEDA SER HALLADO, LLAMADLE EN TANTO QUE ESTÁ CERCANO

Buscad al Señor y su poder; buscad su rostro continuamente (v. 11). 1 Crónicas 16:8-27 Mi hijo de cuatro años está llenó de preguntas, y habla todo el tiempo. Me encanta charlar con él, pero ha desarrollado un feo hábito de hablarme dándome la espalda. Muchas veces, termino diciendo: «No te escucho. Por favor, mírame cuando me hablas». A veces, pienso que Dios quiere decirnos lo mismo; no porque no pueda oírnos, sino porque tendemos a hablar con Él sin «mirarlo». Oramos, pero seguimos envueltos en nuestras preguntas y enfocados en nosotros mismos, olvidándonos de quién es Aquel al que elevamos nuestra oración. Como mi hijo, hacemos preguntas sin prestar atención a la persona a quien le hablamos. Muchas de nuestras preocupaciones se resolverían mejor si recordáramos quién es Dios y lo que Él ha hecho. Si tan solo reenfocamos nuestra mirada, encontramos consuelo en lo que ya sabemos de su carácter: el Señor es amoroso, perdonador, soberano y bondadoso. El salmista estaba convencido de que debíamos buscar constantemente el rostro de Dios (Salmo 105:4). Cuando David designó líderes para la adoración y la oración, alentó al pueblo a alabar al Señor por sus atributos y su fidelidad en el pasado (1 Crónicas 16:8-27). Al volver nuestra mirada hacia el rostro precioso de Dios, hallamos fortaleza y consuelo aun en la incertidumbre. Señor, que la luz de tu rostro brille sobre nosotros. Buscar el rostro de Dios puede fortalecer nuestra fe.

sábado, 18 de marzo de 2017

PORQUE ES NECESARIO QUE EL QUE SE ACERCA A DIOS CREA QUE LE HAY, Y QUE ES GALARDONADOR DE LOS QUE LE BUSCAN

Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu (v. 18). Salmo 34:11-18 La mañana después de que nació nuestro hijo Allen, el médico se sentó cerca de mi cama y dijo: «Algo anda mal». Nuestro bebé, tan perfecto por fuera, tenía un defecto congénito y debía ser trasladado de inmediato a un hospital a más de 1.000 kilómetros para ser operado de urgencia. Cuando el médico te dice que algo anda mal con tu hijo, tu vida cambia. El temor puede desmoralizarte y hacerte tambalear, y llevarte a buscar desesperadamente la fortaleza de Dios para sostener a tu niño. ¿Puede un Dios amoroso permitir esto? —Te preguntas—. ¿Le importa mi bebé? ¿Dónde está Él? Aquella mañana, estos y otros pensamientos sacudieron mi fe. Cuando mi esposo se enteró de la noticia, me dijo: «Jolene, oremos». Me tomó la mano y dijo: «Padre, gracias por darnos a Allen. Es tuyo, Dios, no nuestro. Tú lo amaste antes de que nosotros lo conociéramos. Acompáñalo; nosotros no podemos. Amén». Hiram siempre ha sido un hombre de pocas palabras. Lucha para expresar sus ideas y, a menudo, ni lo intenta, ya que sabe que yo tengo suficientes palabras para llenar cualquier silencio. Sin embargo, el día en que mi corazón se rompió, mi espíritu se devastó y mi fe se fue, Dios le dio a mi esposo la fuerza para decir lo que yo no podía. A través de él, sentí que Dios estaba cerca. Señor, que tu Palabra me fortalezca hoy. La mejor clase de amigo es aquel que ora.

lunes, 13 de marzo de 2017

NO OS OLVIDÉIS DE LA HOSPITALIDAD…, PERO CONFIRMA CON EL SEÑOR SI EL TE LA MANDA…

No os olvidéis de la hospitalidad… (v. 2). Hebreos 13:1-2 La ocasión en que invitamos a comer a familias de cinco naciones sigue siendo un recuerdo maravilloso. De alguna manera, la conversación no se dio de a dos, sino que todos participamos del debate sobre la vida en Londres, aportando perspectivas de diferentes partes del mundo. Esa noche, mi esposo y yo reflexionamos en que habíamos recibido más de lo que habíamos dado, incluida la calidez que sentimos al desarrollar amistades nuevas y aprender sobre culturas diferentes. El escritor de Hebreos concluyó sus conceptos con algunas exhortaciones respecto a la vida comunitaria; entre ellas, que sus lectores debían continuar recibiendo a los extranjeros. Al hacerlo, «algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (13:2). Tal vez se refería a Abraham y Sara, quienes, como vemos en Génesis 18:1-12, recibieron a tres extraños, fueron generosos con ellos y les prepararon un festín, tal como se acostumbraba en los tiempos bíblicos. No sabían que las visitas eran ángeles que les llevaban un mensaje de bendición. No invitamos a personas a nuestra casa esperando recibir algo a cambio, pero, a menudo, recibimos más de lo que damos. Que el Señor extienda su amor a través de nosotros y dé la bienvenida a aquellos con quienes compartimos. Señor, quiero glorificarte compartiendo con otros lo que me has dado. Cuando somos hospitalarios, compartimos la bondad y las dádivas de Dios.

lunes, 6 de marzo de 2017

EL AMOR NO HACE MAL AL PRÓJIMO… LE HACE BIEN

… [El amor] todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser… (vv. 7-8). 1 Corintios 13:4-8 La voz le temblaba al hablar de los problemas que tenía con su hija. Preocupada por las amistades problemáticas de esta adolescente, la mamá le había confiscado el teléfono celular y la acompañaba a todas partes. La relación parecía ir de mal en peor. Cuando hablé con la muchacha, descubrí que ama profundamente a su madre, pero que el amor asfixiante de la mamá la sofocaba. Anhelaba ser libre. Al ser imperfectos, todos luchamos con las relaciones interpersonales. Seamos padres o hijos, solteros o casados, nos cuesta expresar amor de la manera adecuada, y decir y hacer lo correcto en el momento apropiado. El amor va madurando durante toda la vida. En 1 Corintios 13, el apóstol Pablo describe el amor perfecto. Sus estándares suenan maravillosos, pero ponerlos en práctica puede resultar desalentador. Gracias a Dios, tenemos a Jesús como ejemplo. Al interactuar con personas con diversas necesidades y circunstancias, nos demostró cómo es el amor perfecto en acción. A medida que caminemos con Él, permanezcamos en su amor e impregnemos nuestra mente con su Palabra, lo reflejaremos cada vez más. Seguimos cometiendo errores, pero Dios puede resolverlos y sacar algo bueno de cada situación, ya que su amor «todo lo soporta» y «nunca deja de ser». Señor, ayúdame a seguir tus ejemplos de amor. Para mostrar su amor, Jesús murió por nosotros; para mostrar nuestro amor, nosotros vivimos para Él.