LA SANTA BIBLIA

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martes, 2 de abril de 2019

“PORQUE NO HAY MÁS QUE UN DIOS, Y UN SOLO HOMBRE SEA EL MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES: JESUCRISTO”

1 Timoteo 2:5 La obra mediadora del Sumo Sacerdote 1. El sacerdocio aarónico cede ante el sacerdocio real Reiteramos la importante distinción entre la obra sacerdotal que Cristo realizó sobre la tierra, en cumplimiento del tipo de Aarón, y la que inauguró al ser exaltado a la Diestra de Dios. En la Cruz actuó como sacerdote y víctima a la vez, ya que se repite muchas veces que "se ofreció a sí mismo" en ofrenda de expiación, ante el Trono de Dios, sin la intervención de otro agente. La consumación del sacrificio de infinito valor, esperado y tipificado a través de los siglos, puso fin al régimen levítico cuyas sombras desaparecieron con la manifestación de la sustancia del designio eterno (He 7:11-19) (He 9:9-13) (He 10:1-14). Pero si bien un "sacerdocio" fue cumplido, llegando a su fin por la Obra de la Cruz, otro de no menos importancia, y de excelsa gloria, fue iniciado al pasar el Redentor triunfante a través de los cielos para presentarse delante del Trono de Dios. Según la figura que examinaremos "se sentó a la Diestra de Dios" con el fin de administrar los bienes conseguidos por su obra en la tierra, disponiendo ya de "toda autoridad en el cielo y en la tierra" para el adelanto de su Reino después de haber derrotado a Satanás, y compartiendo el Trono con su Padre hasta que vea a todos sus enemigos puestos por estrado de sus pies (Mr 16:19-20) (Hch 2:32-36) (He 1:3) (He 2:9) (He 4:14)(He 6:20) (He 8:1-2) (He 10:12-14). El sacerdocio aarónico no es adecuado para representar esta etapa de consumación y triunfo, bien que algunas características permanecen, de modo que el Espíritu Santo nos ha provisto en los capítulos 5 a 7 de Hebreos del simbolismo del Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. La "clave" para entender el argumento se halla en el Salmo 110, donde la declaración de Dios, frente al Mesías: "Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec", indicó un sacerdocio mesiánico de una naturaleza distinta del de Aarón, y posterior a su consumación. Será también, según el primer versículo del mismo salmo, un sacerdocio real y vencedor, en cumplimiento también de la profecía de (Zac 6:12-13): "Dominará en su trono y habrá sacerdote a su lado". 2. La Diestra de Dios La designación del lugar del ministerio triunfal del Hijo Sacerdote se llama también, con mayor solemnidad, la Diestra de la Majestad en las alturas, discerniéndose la figura de un potentado oriental a cuya diestra se sentaba el gran visir para ejecutar con máxima autoridad todos los decretos de su soberano. El Trono es el misterioso lugar de una manifestación especial de la gloria del Dios que es Espíritu y omnipresente, y allí el Hijo de Dios y Hombre triunfador administra con absoluta autoridad, y con todos los recursos de la potencia divina, los resultados de su propia obra de expiación, dirigiendo el curso de los acontecimientos hasta la manifestación de la victoria sobre el mal en todos sus aspectos. Pero esta suprema realeza y excelsa dignidad no le alejan de los suyos, toda vez que es "Jesús", el Hombre nacido de mujer, quien está allí, y quien quiso ser en todo como sus hermanos por el misterio de la encarnación, dignándose pasar por una escuela de dolor, de tentación, de prueba y de muerte "para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se refiere" preparado para compadecerse de nosotros en nuestras debilidades (He 2:10-18) (He 4:14-5:10). La expresión "se sentó a la Diestra" no significa en manera alguna un período de inactividad, ya que el Hijo ministra de diversas maneras, sino señala la consumación de la obra redentora en contraste con la actuación siempre incompleta de Aarón. 3. La vida indisoluble del Mediador Al hablar de la obra sacerdotal en la tierra el énfasis recae necesariamente en la muerte de la víctima que se ofreció a sí mismo, pero al contemplar el sacerdocio de la Diestra de Dios las Escrituras enfatizan la vida indisoluble del Sacerdote que ha vencido el pecado y la muerte para siempre. En Hebreos se recalca el contraste entre la brevedad de la vida de los sacerdotes antiguos, cuya muerte cortaba siempre su ministerio, haciendo necesario que fuesen reemplazados por sus sucesores, y esta vida eterna y salvadora del Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec: "no constituido sacerdote conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible... permanece sacerdote para siempre..., éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (He 7:16,3,24-25). Por eso Melquisedec pudo servir de figura de su sacerdocio, ya que en las Escrituras, y por omisión providencial, se le ve "sin padre, sin madre, sin genealogía". Cristo no es sólo Vida, sino Resurrección y Vida ya que la vida que necesitamos los pecadores es la que ha vencido la muerte (Jn 11:25-26) (Ro 5:10). 4. El santuario La "Diestra del Trono" indica la realeza del Mediador y su ministerio activo que adelanta la consumación del Reino. Pero en la misma epístola a los Hebreos se habla de la entrada del Sumo Sacerdote en el santuario, perfilándose la figura sobre el fondo de las funciones de Aarón en el Día de Expiaciones. Volvemos, pues, hasta cierto punto, al simbolismo aarónico, pero con importantes diferencias, ya que Aarón no podía quedar en el Lugar Santísimo, y al año siguiente tenía necesidad de entrar de nuevo con la sangre de otra víctima. No sólo eso, sino que Aarón entraba solo y salía solo, mientras que Cristo entra como Precursor, a la cabeza de las multitudes de "creyentes sacerdotes" que tienen derecho de entrar en pos de su Sumo Sacerdote que se presenta allí. "Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos... no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención... Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran Sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos..." (He 9:11-14) (He 10:18-22). 5. Presentación e intercesión Aarón entraba en el Lugar Santísimo llevando la sangre que había de esparcir sobre el propiciatorio, pero se nota un cambio significativo en la fraseología de Hebreos en cuanto a la llegada del gran Sumo Sacerdote al Santuario celestial, pues no se trata ya de un sacrificio por cumplir, sino de una obra ya hecha, y de eterna eficacia. Por eso se dice que Cristo entró por medio de su propia sangre (He 9:12), o sea, en virtud de la obra de expiación ya realizada. Sobre tal base se adelantó "para presentarse ahora a favor nuestro en la presencia de Dios". No hace falta ahora repetir ninguna clase de sacrificio de sangre, ni salpicar la sangre como símbolo de la vida entregada, pues basta la presencia del Cordero inmolado, que en sí es la garantía de eterna bendición para todo aquel que por él se acerca a Dios. Bastan las señales de las heridas que se conservan como preciosísimas joyas en sus manos y pies para que todo el universo sepa que la obra se ha consumado triunfalmente y una vez para siempre. De igual forma su presencia en sí constituye su intercesión por nosotros, y no hemos de imaginar al Sumo Sacerdote en actitud orante delante del Padre, suplicando favores que son difíciles de conseguir, pues la unidad de voluntad y de intención entre el Padre y el Hijo es perfectísima, y todo se ha conseguido ya por la obra de propiciación de la Cruz. Como alguien ha dicho: "La intercesión de Cristo ascendido no es una oración, sino una vida". Tal intercesión, así entendida, constituye la base de la justicia de los creyentes, librándoles de toda posibilidad de condenación: "¿Quién es el que condenará? Cristo Jesús es el que murió; aún más, el que también resucitó, el que está a la diestra de Dios, y el que intercede por nosotros" (Ro 8:34). Presentándose así e intercediendo, asumió y asume toda responsabilidad con referencia a quienes acuden a Dios por medio de él, y "consumado (en su preparación como Sumo Sacerdote) vino a ser causa de eterna salvación para todos los que le obedecen". Al mismo tiempo el temido Trono de Dios, lugar de justicia deslumbrante que nos condenaba irremisiblemente, se convirtió en el Trono de Gracia, adonde acudimos para hallar simpatía y ayuda (He 5:9) (He 4:16). 6. El ministerio de socorro Son sublimes, conmovedoras y casi increíbles las expresiones que en hebreos recalcan el amoroso interés del Sacerdote-Mediador por los suyos, y que reflejan la naturaleza del Dios de amor. "El que santifica y los que son santificados, de uno son todos", dice la Palabra, y tan importante le fue la formación de una nueva familia espiritual que rodeara eternamente al Hijo que "convenía a aquél, por cuya causa son todas las cosas, y por el cual todas las cosas subsisten, que al llevar a la gloria a muchos hijos, perfeccionase por aflicciones al Autor de la salvación de ellos" (He 2:10-18). Ya hemos visto cómo se dignó "prepararse" con el fin de comprender las necesidades de los suyos, los objetos especiales de su obra mediadora, llegando a tener un conocimiento íntimo de su condición y sentir profunda simpatía por ellos en sus sufrimientos y luchas. Pero no sólo simpatiza, sino que siempre está dispuesto a ayudarles desde el centro de todo poder, siendo "poderoso para socorrer a los que son tentados (probados)". Este aspecto consolador de su obra mediadora se detalla especialmente en (He 2:17-18) (He 4:14-16) (He 5:7-10), y bien podemos responder agradecidos a la exhortación del autor sagrado: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". El Mediador "Abogado" La obra mediadora de Cristo, en sentido amplio, abarca todos los aspectos de la redención, pero a los efectos de este estudio subrayamos más la actuación del Mediador al echar un puente sobre el abismo que separa el hombre de su Dios, manteniendo luego la comunión que así se renueva en él. Las epístolas a los Hebreos y a los Colosenses son las que más se preocupan del tema, debido a las necesidades de sus primeros lectores, pero el apóstol Juan no pierde de vista esta "gloria" de su amado Maestro y es en el capítulo 17 de su Evangelio que hallamos la sublime "oración de intercesión" que nos admite a los secretos pensamientos del Hijo, al hablar con su Padre, y preocupándose por los suyos. Hemos dicho que la "intercesión", como base de nuestra seguridad eterna, es sobre todo la presencia del Mediador delante del Trono, pero no se excluye la comunión del Hijo con el Padre en cuanto a la familia de la fe, y ésta halla sublime expresión en la oración sacerdotal que anticipa la presencia del Hijo a la Diestra del Trono. En armonía con estos pensamientos es el apóstol Juan quien da al Señor el título de "Abogado", que en el original es "paracletos": "Y si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo" (1 Jn 2:1). El título es idéntico al que el Maestro empleó para describir al Espíritu Santo quien le había de sustituir como ayudador de los discípulos en la tierra, significando "uno llamado a nuestro lado para socorrernos", y que podía aplicarse a la labor de un abogado defensor. El contexto del versículo citado (1 Jn 1:5-2:2) revela que el apóstol desarrolla el tema de la comunión del creyente con el Padre y con el Hijo, y la forma en que puede mantenerse a pesar de la naturaleza pecaminosa del hombre, y de los pecados que aún pueden afear el testimonio del creyente. Para "andar en luz como él está en luz" hemos de reconocer la condición humana y confesar en el acto los pecados cometidos, lo que hace posible que "la sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos limpie de todo pecado". La confesión se relaciona también con la obra del Paracletos (la división de los capítulos en esta sección oscurece mucho la continuidad del pensamiento), quien puede ser justo al auxiliar al creyente que confiesa su pecado, toda vez que él mismo es "la propiciación por nuestros pecados, y no por los nuestros solamente, sino por los de todo el mundo" (1 Jn 2:2). Se aplican al caso especial del pecado cometido y confesado las enseñanzas que ya hemos notado en Hebreos, y quedamos con el precioso pensamiento de un Paracletos divino quien nos socorre en la tierra, el Espíritu Santo, al par que otra Persona divina, el Hijo Mediador, acude en nuestro auxilio a la Diestra. El Mediador eterno En el curso de su gran discusión sobre la resurrección en (1 Co 15), Pablo presenta parentéticamente la escena cuando el Hijo-Siervo habrá cumplido totalmente la misión especial que le fue encomendada antes de la fundación del mundo, viendo consumada no sólo la redención de los salvos, sino también la destrucción de los enemigos (1 Co 15:24-28). Habiendo vuelto todas las cosas a la obediencia de Dios, "entonces también el mismo Hijo estará sujeto al que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea todo en todos". ¿Indica esta frase el fin de la obra mediadora del Hijo? Desde luego habrá pasado la etapa actual, pues los hijos estarán gozándose de su herencia en la Nueva Creación por los siglos de los siglos, unidos con su Señor, y no necesitarán su intercesión a la Diestra. Pero ya hemos notado el carácter cósmico de la obra del Hijo Mediador, y hay aspectos de su sacerdocio que se llaman eternos. Más bien el pasaje de referencia señala el fin de su misión especial de redención y de reconciliación, haciendo posible que entregue las vastas provincias del Reino universal al Trino Dios, sin que haya movimiento alguno en contra de su voluntad ni posibilidad de ello en el porvenir. Pero sin duda el Hijo siempre se relacionará de una forma especial con todo lo creado, aun en la Nueva Creación, y hay abundante indicación de su eterna unión con la vasta familia de los hijos que redimió con su sangre y recreó a su imagen, además de su enlace indisoluble con su Esposa la Iglesia (Ro 8:29)(Col 3:10) (Ap 21:9) (Ef 1:10) (Ef 2:7) (Ef 5:25-27).