LA SANTA BIBLIA
viernes, 18 de enero de 2019
¿SI EL SEÑOR JESUCRISTO ES MI PASTOR...? NADA ME FALTARA
(Sal 23:1-6) "Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días."
1. El libro de los Salmos y el Salmo 23
El libro de los Salmos ha tenido siempre un encanto especial para los creyentes de todos los tiempos. En ellos encontramos las experiencias de los creyentes del Antiguo Testamento que también vivieron en medio de la maldad de este mundo. A nosotros, los cristianos de hoy, no nos resulta difícil identificarnos con ellos, y usar sus cánticos para acercarnos a Dios y obtener el mismo consuelo y fortaleza que ellos encontraron en él.
De entre todos los Salmos, el 23 es sin duda uno de los más conocidos y apreciados. En sus versos los creyentes han encontrado aliento y confianza para afrontar las diferentes etapas de la vida. En especial, ha acompañado a muchos en su lecho de muerte y han sido iluminados por sus versos en el tramo final de su viaje a la presencia del Señor.
2. La figura de Cristo en el Salmo 23
Para el lector cristiano resulta difícil la lectura de este Salmo sin pensar casi automáticamente en Cristo, "el buen pastor", cuya figura es reiteradamente exaltada en el Nuevo Testamento:
(Jn 10:11) "Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas."
(He 13:20) "Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno..."
(1 P 2:25) "Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas."
3. El contexto del Salmo 23
Al comenzar éste Salmo, debemos notar la relación que tiene con el anterior y el siguiente:
En el Salmo 22 podemos ver al "buen pastor que su vida da por las ovejas" (Jn 10:11) (Is 53:6). El salmista profetiza con todo lujo de detalles acerca de cómo serían "los sufrimientos de Cristo". A partir de ahí, la muerte dejó en él su aguijón, y ya no tiene más poder para dañar al hijo de Dios.
En el Salmo 24 se nos describen las glorias que vendrían tras estos sufrimientos: "Alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria" (Sal 24:9).
En medio de los dos está el Salmo 23, que nos habla de las experiencias del cristiano desde el día en que llegó a ser beneficiario del supremo sacrificio de Cristo hasta el momento cuando participará de la gloria con él.
4. Esquema del Salmo
En cuanto a la composición del Salmo, podemos ver que se centra en dos metáforas: el pastor (Sal 23:1-4) y el anfitrión (Sal 23:5-6).
Pero también podemos bosquejarlo pensando en todas las etapas de la vida del creyente:
(Sal 23:1-3) La vida presente donde toda necesidad es suplida por el pastor.
(Sal 23:4) El paso por la muerte donde su compañía nos libra de todo temor.
(Sal 23:5-6) El disfrute de la eternidad donde todo deseo será cumplido.
"Jehová es mi pastor"
1. La experiencia de David como pastor
David, el autor de este Salmo, comienza refiriéndose a Dios como su pastor. Todos recordamos que en su adolescencia él había sido pastor de ovejas y en su cuidado de ellas había llegado a tener experiencias que marcaron su vida.
(1 S 17:34-37) "David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo..."
Pero ahora David no está pensando en sí mismo como pastor, sino que en este Salmo asume la posición de oveja que se siente cuidada por Dios mismo. Y si David había protegido con delicadeza a sus ovejas, y las había defendido aun a riesgo de su propia vida, ¿cómo no haría Dios mucho más a favor de él?
2. El nombre de Dios, "Jehová"
Notemos también que David se refiere a Dios por su nombre "Jehová". Esto es significativo porque este nombre subraya el hecho de que él es el único que vive y existe por sí mismo, el Eterno. Toda otra forma de vida, desde el invisible virus que vemos en el microscopio, hasta el arcángel que está delante del gran Trono de Dios, todo depende y se deriva de él. Y David conocía a este Todopoderoso Ser como su Pastor.
"Mi pastor"
Es interesante ver la confianza con la que David se refiere a Dios como "mi Pastor". Se sentía parte de su rebaño y bajo su protección. Y esta es precisamente la puerta de entrada para disfrutar de todas las bendiciones que a continuación vamos a ver en este Salmo; si Dios no es nuestro Pastor de una forma personal, todo lo demás no pasará de ser una bella poesía, pero de ninguna manera logrará traer consuelo verdadero a nuestra vida.
"Nada me faltará"
Las ovejas son animales que necesitan ser constantemente guiados y cuidados. Tal vez sea por esto que el creyente es comparado con ellos.
David, como una de las ovejas que era cuidada por el Señor, manifiesta su completa confiaba en la bondad solícita de Dios para asegurar todo lo necesario, tanto en el presente como en el futuro.
Como veremos a lo largo del Salmo, la provisión divina incluye cosas tan variadas como alimento y bebida, descanso, protección, restauración, compañía, aliento, dirección, consuelo, gozo, felicidad y gloria.
El salmista percibe que el hombre tiene necesidades más profundas que las del cuerpo, y sabe que sólo en Dios pueden ser satisfechas. Nuestro mundo moderno necesita darse cuenta urgentemente de este hecho: el hombre es mucho más que un cuerpo, tiene también alma y espíritu, y nuestra cultura materialista y de consumo siempre fracasará en traer la felicidad al hombre porque no tiene en cuenta estas otras facetas, y las ignora para centrarse en exclusividad de las necesidades del cuerpo.
¡Cuántas personas en este mundo se encuentran como el hijo pródigo de la parábola de Jesús: "yo aquí perezco de hambre" (Lc 15:17)! La única forma de tener la vida en plenitud es volviéndonos a Cristo, sólo en él podemos estar completos (Col 2:9-10).
(Fil 4:19) "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús."
¡Grabemos estas palabras en nuestros corazones y cuando lleguen los momentos de prueba repitamos: "Jehová es mi Pastor, nada me faltará"!
"En lugares de delicados pastos me hará descansar"
En las tierras desérticas de Judea, el pastor sabía lo agotador que era para el rebaño andar kilómetros por zonas áridas, a menudo bajo los rayos de un sol abrasador. Pero también conocía dónde estaban los oasis y allí conducía a sus ovejas para proporcionarles descanso, alimento y agua en un ambiente apacible.
Siempre es alentador saber que Dios conoce nuestras circunstancias y las dificultades por las que atravesamos en la vida, y podemos estar seguros de que a su tiempo nos conducirá en su sabiduría y bondad hasta su gracia reparadora.
Este es el descanso que los hombres buscan inútilmente fuera de Dios. "Nos has creado para ti mismo, ¡oh Dios!, y vagaremos errantes hasta que encontremos en ti nuestro reposo", dijo San Agustín, y esta verdad ha sido plenamente demostrada en la experiencia de los hombres de todos los tiempos.
Recordemos la invitación que hizo el Señor Jesucristo:
(Jn 10:9) "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos."
"Junto a aguas de reposo me pastoreará"
A lo largo de toda su peregrinación por el desierto, al pueblo de Israel nunca le faltó ninguna de estas dos cosas: el maná enviado del cielo y el agua pura que manaba de la roca (1 Co 10:3-4). Esto fue una clara evidencia del cuidado pastoral que Dios tuvo a favor de su pueblo a lo largo de toda su peregrinación por el desierto durante cuarenta años.
Sin comida ni bebida, el pueblo de Dios perece, y Dios nos invita una y otra vez a fortalecernos en él, en lugares de reposo, en la intimidad con él. Sólo de esta forma podremos llevar fruto en nuestras vidas que le glorifiquen.
Nunca podremos descansar si no satisfacemos el hambre de nuestro espíritu y apagamos su sed, y para eso es necesario atender la voz de Jesús:
(Jn 6:35) "Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás."
Hoy en día vemos también a muchos creyentes insatisfechos, agitados y sin descanso. En estos casos, el problema no es que Dios ha fallado como pastor, sino que la oveja se ha alejado de la comunión con él. No es extraño que perdamos nuestro descanso cuando correteamos de acá para allá, siguiendo los caprichos y las fantasías de nuestro malvado corazón. La única forma de recuperar la paz perdida es volviendo al Señor.
"Confortará mi alma"
La idea es que "restaurará mi alma" o "reparará mis fuerzas". Esto nos habla de una renovación espiritual profunda, algo que va mucho más allá de un mero alivio. El profeta Isaías lo expresó de una forma muy bella:
(Is 40:29-31) "El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán."
¡Qué importante es esto! Dada nuestra naturaleza caída, no sólo necesitamos que el Señor nos alimente; desgraciadamente también pecamos, y por eso necesitamos ser restaurados y renovados una y otra vez a la comunión con él. Igual que la oveja descarriada es llevada nuevamente de regreso al redil donde es curada de las heridas que ha sufrido y vuelve a caminar con el rebaño, así también nosotros.
El mismo rey David había experimentado una y otra vez esta obra de restauración de parte de Dios cuando él se había apartado y pecado. Podemos verlo en el Salmo 32 y el 51.
Y como David, nosotros también nos apartamos fácilmente de los caminos del Señor, no estamos atentos a su dirección, desobedecemos, entramos en estados de letargo e indiferencia espiritual, decaemos, perdemos la ilusión por las cosas espirituales, dejamos de leer nuestra Biblia y de orar, no sentimos ánimo por compartir el Evangelio con otros, perdemos la paz, nos encontramos en un estado de permanente ansiedad, malhumorados... todos estos son síntomas de que necesitamos ser restablecidos urgentemente por el Señor.
Podemos ver un hermoso ejemplo de cómo el Buen Pastor llevó a cabo esta restauración en el caso del apóstol Pedro:
Durante la última cena le advirtió de que le iba a negar tres veces, pero también le dijo que había orado por él para que su fe no faltara.
Después de que Jesús fue arrestado y de que Pedro le había negado tres veces, sus miradas se cruzaron en el patio del sumo sacerdote. No fue una mirada de ira, sino de tierno reproche.
Una vez que Jesús hubo resucitado tuvo especial interés en que Pedro conociera rápidamente esta noticia.
Unos días después, Cristo tuvo un encuentro personal con Pedro en el que por tres veces le dio la oportunidad de manifestar su arrepentimiento y amor por él. Y a partir de ahí quedó plenamente restaurado.
Cuando pecamos, nos sentimos mal, y es entonces cuando el diablo viene a nuestra vida para llenarnos de vergüenza por lo que hemos hecho y para convencernos de que en ese estado es mejor no ir todavía al Señor. Sin duda alguna, esta es una de sus estrategias más efectivas. Pero no debemos escucharle. El Señor siempre nos da una grata bienvenida cuando regresamos arrepentidos. El es nuestro Sumo Sacerdote que siempre está intercediendo por nosotros. Cuanto más tiempo retrasamos nuestro regreso al Señor, más terreno gana el adversario de nuestras almas.
Y lo hermoso del perdón y la restauración del Señor es que con ellos siempre vienen nuevas oportunidades de servicio al Señor. El profeta Joel lo expresó de la siguiente manera:
(Jl 2:25-26) "Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado."
"Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre"
1. Necesitamos ser guiados por el Señor
En oriente, el pastor va siempre delante de las ovejas para descubrir los rodales de hierba más verde y mejor; y el sendero con menos pedruscos. Y aunque la oveja no sabe a dónde es llevada, confía en el pastor y le sigue.
Nosotros también deberíamos aceptar que necesitamos ser guiados por el Señor. Y sabemos que esto es así porque cuando elegimos nuestros propios caminos, esto termina normalmente por causarnos muchos problemas.
Nos cuesta aceptar que el sitio de mayor bendición para nosotros es siguiendo a Cristo lo más cerca posible, y dejándonos guiar por él.
2. Sus sendas son de justicia
Notemos también que al tratarse de los creyentes, estas "sendas" adquieren un sentido moral, por eso son descritas como "de justicia". Debemos entender con ello que el camino por el que el Señor nos va a llevar siempre es un camino de rectitud moral.
3. Lo hace "por amor a su Nombre"
"Por amor de su nombre" nos recuerda que lo hará para reivindicar el honor de su palabra y lo inmutable de su fidelidad.
Cuando decidimos separarnos de esta senda, nuestras actitudes acarrean vergüenza y deshonor al buen nombre del Pastor.
Pero nuestro testimonio no debe consistir únicamente en una actitud negativa para con el pecado, sino que debemos manifestar sin cesar, tanto a través de nuestras palabras como de nuestros hechos, el exquisito perfume de Aquel cuyo "Nombre es como ungüento derramado" (Cnt 1:3).
"Aunque ande en valle de sombra de muerte"
Este versículo ha sido cantado por muchos creyentes en su lecho de muerte y les ha ayudado a transformar el oscuro valle en claro día.
1. Las situaciones oscuras de la vida
Pero notemos que el salmista no sólo piensa en el momento de la muerte. Lo que está diciendo es que aún en la circunstancia más sombría de la vida, que sin duda es la muerte, aún allí tiene plena confianza en que el mismo Dios que ha iluminado su camino durante toda su vida, también lo hará en esas circunstancias extremas.
Porque lo cierto es que todos nosotros atravesamos situaciones oscuras y peligrosas en esta vida en las que necesitamos de la protección y el ánimo del Señor. Como ovejas estamos siempre expuestos a múltiples peligros, ya sea por animales salvajes o por ladrones que se lanzan sobre el rebaño. Pero a pesar de nuestra debilidad, podemos exclamar como el apóstol Pablo:
(Ro 8:36-37) "Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó."
Los primeros cristianos que vivieron en medio de una sociedad pagana y hostil, encontraron fuerzas y ánimos en Cristo como el Pastor. La figura del pastor con la oveja sobre los hombros representando a Cristo, se encuentra con frecuencia en las catacumbas y en las tumbas de los cristianos de los primeros tiempos.
2. Mirando a la muerte cara a cara
¡Qué difícil es mirar cara a cara a la muerte! Rápidamente apartamos nuestra mirada y pensamos en otra cosa. Aun los más valientes tiemblan en esos momentos.
Pero el cristiano sabe que es sólo una nube que hace "sombra", pero que detrás brilla el sol con claridad.
Y esto es así porque Cristo venció la muerte, y lo que ahora queda de ella es solamente una sombra.
(He 2:14-15) "Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre."
"No temeré mal alguno"
Alguien ha dicho que los peores males de la vida son los que no existen excepto en nuestra imaginación. Con frecuencia la incertidumbre sobre el futuro es más difícil para nuestra fe que la presión por algún mal presente.
Recuerdo la historia de cierta mujer negra que se ganaba penosamente la vida con su trabajo, pero cuyo corazón siempre estaba alegre y siempre victorioso. "¡Ah Nancy! Le dijo un día una señora melancólica que en el fondo envidiaba y criticaba a la vez el gozo de esta pobre sirvienta. Está bien estar alegre y jocosa cuando todo va bien, pero piensa un poco en el futuro. Suponte que caes enferma y que no puedes trabajar, ¿para qué entonces tus aleluyas? Suponte también que tus amos dejan el país y que no encuentras trabajo, y suponte..." "Pare, señora, interrumpió la mujer; yo, entienda usted, no supongo nada. El Señor es mi Pastor, y sé perfectamente que nada me faltará; y además son todos estos supuestos lo que en el fondo, la hacen a usted infeliz. Bien haría con desecharlos y confiar plenamente en el Señor".
Ya sea que miremos al presente o hacia el futuro, nunca debemos olvidar que el Señor nos ama y nos cuida, y esto hará desvanecerse todo temor.
(1 Jn 4:18) "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor..."
"Porque tú estarás conmigo"
Notemos el cambio de pronombre. Hasta este momento el salmista ha hablado del Señor en la tercera persona "él", pero cuando llega el momento de atravesar el valle de sombra de muerte, el salmista utiliza la segunda persona "tú".
Otro cambio que percibimos es que el pastor ya no va delante guiando al rebaño, sino que ahora se coloca al lado de la oveja para atravesar por un lugar difícil.
La única razón válida para no temer a la muerte y a las dificultades que puedan surgir en nuestro caminar por esta vida se encuentra en el hecho de que el Señor está con nosotros. Él tiene todos los recursos necesarios y está a nuestro lado. Además, él mismo ya ha pasado por ese camino de muerte y ahora se coloca junto a nosotros para acompañarnos y que no nos sintamos solos.
Volvamos a escuchar la promesa del Señor:
(Mt 28:20) "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
"Tu vara y tu cayado me infundirán aliento"
1. La vara y el cayado
La vara era un garrote, generalmente acabado en una bola en la que se incrustaban agudos y fuertes pinchos y se usaba para luchar contra las fieras. Por lo tanto, tenía el propósito de defender a las ovejas.
El cayado o báculo era usado como medio de apoyo y también para guiar al rebaño y corregir a las ovejas.
Estas dos cosas en las manos del pastor nos inspiran confianza y aliento. La protección y dirección que como ovejas necesitamos, las encontramos en el Señor y son simbolizadas aquí por la vara y el cayado.
2. La disciplina
A primera vista, no parece que haya mucho consuelo en la disciplina. A nadie nos gusta que nos corrijan. El más leve golpecito de la vara nos duele.
Pero debemos ver en ello el amor de Dios:
(He 12:5-8) "Habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos."
Dios nos disciplina porque nos ama y quiere hacer de nosotros personas más santas.
Un herrero cristiano que pasaba por muchas aflicciones fue interpelado un día por un incrédulo, quien le preguntó por la causa de ellas. He aquí la explicación que le dio. "Sabe usted que soy herrero, ¿verdad? Pues bien, cuando trabajo, tomo un trozo de hierro, lo pongo al fuego y luego lo sumerjo en el agua, después lo golpeo con el martillo para ver si alcanza la resistencia necesaria. Si es así, lo caliento de nuevo al máximo repetidas veces, y al final lo coloco sobre el yunque y fabrico una herramienta sólida capaz de servir durante muchos años. Pero si estimo que no podrá servir porque no sufre la prueba del fuego, lo arrojo al montón de la chatarra para venderlo por unos céntimos. Yo creo que mi Padre celestial me ha puesto a prueba para ver si resisto. Me ha sumergido en el fuego y en agua y he intentado soportarlo con paciencia. Todos los días oraba: ¡Señor, si lo juzgas bueno, ponme en el fuego. Haz de mí todo lo que desees, con tal que no me tires al montón de la chatarra!".
"Aderezas mesa delante de mí"
En este punto del salmo nos encontramos con un cambio de metáfora. Para David, Dios era mucho más que su Pastor, y a continuación pasa a describirlo como un Anfitrión que ha preparado un espléndido banquete al que el salmista es invitado como huésped. Es imposible agotar todo lo que Dios es para el creyente bajo los estrechos límites de una sola figura, por muy sugerente que ésta sea.
1. La hospitalidad oriental
Son bien conocidas las reglas de la hospitalidad entre los orientales en tiempos bíblicos. El huésped no sólo era acogido en la tienda o casa del anfitrión, sino que era agasajado admirablemente. La comida y bebida servidas con generosidad solían ser precedidas de prácticas casi rituales; proveer agua para que el huésped pudiera lavarse, ungir su cabeza o derramar sobre ella ungüento, besarlo, etc. (Lc 7:44-46).
Además el huésped gozaba de la protección de su anfitrión; bajo su techo encontraba un cobijo sagrado que ningún enemigo tenía derecho a invadir (Gn 19:5-8) (Jue 19:21-24).
2. Invitados a la casa de Dios por su misericordia
Cuando pensamos en que Dios nos invita a su casa, esta es una idea que nos sobrecoge. Recordemos las palabras de Cristo:
(Jn 14:2-3) "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré ora vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis."
Esto sólo puede ser posible por la misericordia de Dios. No hay otra forma de explicar que aquellos que éramos enemigos de Dios, seamos invitados a su casa y allí recibamos todos sus favores.
Encontramos en la Biblia un caso que ilustra muy bien esta verdad. Se trata de Mefi-boset, un niego de Saúl, aquel que había sido enemigo mortal de David. Lo curioso es que cuando David llegó a reinar sobre Israel, no aniquiló a toda la descendencia de se antecesor, como hicieron tiempo después otros muchos reyes. David se interesó por los descendientes de Saúl con el propósito de hacer con ellos misericordia:
(2 S 9:1) "Dijo David: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?"
Y fue encontrado Mefi-boset, que inmediatamente fue llevado a la casa del rey. No es difícil imaginarse todo el temor que aquel descendiente de Saúl tendría cuando llegara al palacio real. Su abuelo había intentado una y otra vez dar muerte a David, ¿qué podía esperar ahora que hiciera con él? Pero su sorpresa tuvo que ser mayúscula cuando el rey le habló:
(2 S 9:7-11) "Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa. Y él inclinándose, dijo: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo? Entonces el rey llamó a Siba siervo de Saúl, y le dijo: Todo lo que fue de Saúl y de toda su casa, yo lo he dado al hijo de tu señor. Tú, pues, le labrarás las tierras, tú con tus hijos y tus siervos, y almacenarás los frutos, para que el hijo de tu señor tenga pan para comer; pero Mefi-boset el hijo de tu señor comerá siempre a mi mesa. Y tenía Siba quince hijos y veinte siervos. Y respondió Siba al rey: Conforme a todo lo que ha mandado mi señor el rey a su siervo, así lo hará tu siervo. Mefi-boset, dijo el rey, comerá a mi mesa, como uno de los hijos del rey."
Este es un ejemplo maravilloso de la increíble gracia de Dios.
3. Compromiso
Otro detalle que también debemos recordar es que en el mundo del Antiguo Testamento, comer y beber a la mesa de alguien era una manera de establecer un vínculo de lealtad mutua, y podía significar la culminación de los arreglos para la concertación de un pacto.
Así fue en la última cena, cuando Jesús dijo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre" (1 Co 11:25).
4. Comunión
Sentarse juntos a la mesa tiene que ver también con la comunión. Es un buen momento no sólo para compartir alimentos, sino sobre todo amistad y comunión.
Por ejemplo, cuando nos sentamos a la mesa del Señor, la finalidad es tener comunión entre nosotros y con el Señor:
(1 Co 10:16-17) "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan."
Notemos también que esta invitación a la casa de Dios, no se trata de algo ocasional, para unos días. No, Dios no nos trata como si fuéramos algún conocido al que invita a pasar un día. Él quiere que estemos por toda la eternidad en su casa. Recordemos las últimas palabras del Salmo: "Y en la casa de Jehová moraré por largos días".
5. Celebración
También es significativo que este banquete se celebra "en presencia de mis angustiadores" o "enemigos".
Tal vez la escena nos presente la celebración de una victoria, en la que los enemigos están presentes como cautivos. En ese caso, el salmista podría observar las caras de odio de sus enemigos, dirigiéndole feroces miradas, pero incapaces de hacerle ya ningún daño. Nada puede impedir el disfrute del banquete que Dios le ha preparado.
Inevitablemente tenemos que pensar en el momento en que el Señor celebró la última cena con sus discípulos. Afuera los enemigos estaban tramando su destrucción, buscando el momento para prenderle, pero mientras tanto, en el interior de aquel aposento alto, el Señor establecía un pacto que sellaba la victoria que iba a conseguir por medio de su muerte y resurrección. Así que, a pesar de todo lo que ocurría fuera de aquellas puertas, el Señor hablaba de tal manera que nada hacía pensar sino en su triunfo absoluto.
(Jn 16:33) "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."
6. El banquete
La Escritura nos dice que el Señor Jesucristo presidirá el banquete celestial al que todos los creyentes hemos sido invitados (Ap 19:7-9).
Y sobre la mesa podremos ver todas las bendiciones espirituales que él compró para nosotros por su propia sangre. En cierto sentido, podríamos decir que la mesa ilustra todo lo que Cristo es para nosotros.
"Unges mi cabeza con aceite"
La costumbre en las fiestas orientales era que el dueño de la casa diera la bienvenida a sus invitados derramando sobre sus cabezas delicados perfumes según iban entrando.
1. Sugiere frescura y plenitud
Comparando con otros pasajes, vemos que esta unción es un verdadero refresco para el alma del creyente (Sal 92:10), al mismo tiempo que una fuente de gozo (Sal 45:8), de la misma manera que su ausencia es signo de luto (2 S 14:2) y de tristeza (Mt 6:16-18).
2. Sugiere permanencia
El Nuevo Testamento también trata sobre la unción que nosotros hemos recibido por medio del Espíritu Santo. Esta unción permanente nos confirma que somos de Cristo.
(2 Co 1:21-22) "Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones."
(1 Jn 2:27) "Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros..."
Deberíamos manifestar siempre este olor agradable de la unción que hay en nosotros. Pero desgraciadamente, con frecuencia entristecemos y contristamos al Espíritu Santo anulando así los efectos benditos de esta unción divina.
"Mi copa está rebosando"
El salmista considera también su copa llena a rebosar, con lo que parece querer indicar la plenitud de las bendiciones de Dios que estaba recibiendo.
El Señor no sólo quiere darnos vida, sino "vida en abundancia" (Jn 10:10). Aunque no debemos olvidar que para que nosotros disfrutemos de estas bendiciones y podamos tomar "la copa de la salvación" (Sal 116:13), fue necesario que Cristo apurara hasta el fin la amarga copa del juicio (Mt 26:42).
"El bien y la misericordia me seguirán todos los días"
El anfitrión no considera acabada su tarea cuando el banquete había llegado a su fin. El huésped tiene que proseguir su camino, y fuera aún hay enemigos. Por eso le ofrece una escolta de dos hombres fuertes que lo acompañen y protejan hasta su destino.
A modo de guardaespaldas van a acompañarle "el bien y la misericordia", que permanecerán entre él y sus adversarios, de modo que éstos nunca lleguen hasta él.
El bien para proveernos de cuanto necesitemos en el camino, y la misericordia para perdonar nuestros pecados.
En cierto sentido podemos decir que el beneficio de haber sido ungidos con el Espíritu Santo, se prolonga indefinidamente sobre nosotros, y no sólo en el momento en que lo recibimos.
"Y en la casa de Jehová moraré por largos días"
Como ya hemos tenido ocasión de comprobar, el salmista nos va presentando continuamente nuevas escenas de nuestra peregrinación terrenal. Cada una de ellas es un cuadro vivo en el que tenemos que meditar.
1. El regreso a la casa de Dios
Probablemente David estaba pensando ahora en su regreso a Jerusalén y al santuario.
Para él la casa de Dios no era simplemente algo para la eternidad, sino una realidad presente. Veamos cómo lo expresa en otro Salmo:
(Sal 27:4) "Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo."
Nosotros también deberíamos anhelar el comenzar a vivir así en la casa de Dios en este tiempo.
2. Nuestra morada eterna
Probablemente David no estaba pensando en una vida inmortal en la casa celestial de Dios. Pero la expresión es asumida por el cristiano con su mirada puesta en la "casa del Padre", donde Cristo prepara lugar para él (Jn 14:2-3). Ésa es la meta última al final de nuestra peregrinación en la tierra.
La fe, con los ojos puestos en tan glorioso destino, ha sostenido y alentado a incontables creyentes a la hora de su muerte. El cristiano sabe que partir de este mundo es ir a estar con Cristo y que con él está asegurada eternamente su suerte.
3. La casa de Jehová
¡Qué poder tan mágico encierra la palabra hogar! Y ¿qué es lo que hace que sea tan amada? Es el lugar donde estamos en familia, con los seres queridos. Jesús lo expresó así: "Para que donde yo esté, allí también estéis vosotros".
Lo que nos mueve a desear la casa de Dios es fundamentalmente el deseo de estar en la presencia de Dios y entrar en su reposo.
"4. Por largos días"
David podría estar refiriéndose a una estancia prolongada en Jerusalén, pero también puede ser entendido como una alusión a la eternidad.
No olvidemos que somos invitados a su casa no como un visitante que está de paso, sino como hijos que formamos parte del hogar.
¡Qué hermoso será aquel día!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario