LA SANTA BIBLIA
miércoles, 23 de enero de 2019
DIOS ESTA EN CONTROL ABSOLUTO DE TODO LO QUE NOS OCURRE
- Daniel 1:1-21
Desde el primer capitulo del libro de Daniel, observamos de que trata de la historia de un período muy importante del pueblo de Israel; el tiempo de su cautiverio en Babilonia. Ahora bien, vamos a comprobar que es una historia personal, contada por unos jóvenes judíos que fueron llevados allí en la primera de las deportaciones que Judá, que el reino del sur, sufrió en aquellos días. Estos jóvenes, que no contarían en ese momento más de diecisiete años, fueron Daniel y sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías. Ellos tuvieron que enfrentar grandes pruebas de fe en una época de profundos cambios. Sin duda, considerar su valentía, convicción, fortaleza y dependencia de Dios, será para nosotros un fuerte estímulo para nuestra propia fe.
Judá es llevada en cautividad a Babilonia
(Dn 1:1-2) "En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios”.
Como vemos, el libro comienza explicando algunos detalles sobre el trasfondo histórico de este período. El texto nos sitúa "en el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá”. Este Joacim fue el hijo mayor de Josías, un rey piadoso que había traído una importante renovación espiritual al país (2 Cr 34). Pero su hijo Joacim era totalmente distinto a él. Era un hombre infiel y necio. A diferencia de su padre, que se había conmovido con todo su corazón cuando en unas reformas del templo fue encontrada una copia de la ley, su hijo no siguió su ejemplo, sino que menospreció con todas sus fuerzas a los profetas que le hablaban de parte del Señor, y llegó incluso a quemar el rollo que Jeremías le entregó por medio de Baruc, y en el que estaban todas las profecías que Dios había hablado por medio del profeta durante los últimos años (Jer 36). Este rey impío, carente de cualquier temor de Dios, había conducido a Judá a su ruina espiritual y finalmente también a su cautiverio.
Fue durante su reinado cuando Nabucodonosor rey de Babilonia vino por primera vez contra Jerusalén. Se apoderó de la ciudad en el año 604 a.C., llevándose un primer grupo de cautivos a Babilonia. Este fue el primer año del reinado de Nabucodonosor, que se correspondería con el tercer año del reinado de Joacim (Dn 1:1), o con el cuarto (Jer 25:1), dependiendo de si contamos el mes del comienzo de su reino según el sistema judío o el babilónico. Esta fecha es muy importante por dos razones. En primer lugar, fue en este primer cautiverio en el que Daniel y sus amigos fueron llevados a Babilonia. Y en segundo lugar, la fecha serviría para marcar los setenta años que los judíos permanecerían cautivos en Babilonia tal como había profetizado Jeremías (Jer 25:11) (Jer 29:10).
Después de la muerte de Joacim le sucedió su hijo Joaquin, quien se rebeló contra Nabucodonosor, y éste volvió a sitiar Jerusalén. En esa ocasión, el rey y su madre, junto con los utensilios de la casa del Señor fueron llevados a Babilonia. También fueron transportados una gran cantidad de prisioneros, muchos más que en la primera ocasión (2 R 24:6-16). Sin embargo, la ciudad y el templo no fueron destruidos.
En lugar de Joaquin reinó Sedequías, su tío. Él también se rebeló contra el rey de Babilonia, por lo que nuevamente vino Nabucodonosor y sitió Jerusalén. Después de algún tiempo Sedequías y sus hijos fueron capturados y llevados ante el rey de Babilonia. Sus hijos fueron degollados delante de Sedequías, y después a él le sacaron los ojos y le llevaron a Babilonia donde estuvo prisionero hasta su muerte (2 R 25:7). También fueron transportados el resto de los habitantes de Jerusalén, quedando únicamente los pobres de la tierra. Toda la ciudad fue destruida; sus muros, las casas de los nobles y el mismo templo (2 R 25:8-21). Esta última deportación tuvo lugar alrededor del 588 a.C.
Todo lo que encontraron de valor en el templo de Jehová, y que los babilonios no se habían llevado en las ocasiones anteriores, fue transportado como botín de guerra. Hasta las imponentes columnas de bronce que Salomón había levantado en la casa de Jehová, las basas y el mar de bronce, todo fue quebrado a fin de poder ser transportado. Y una vez en Babilonia, todos aquellos utensilios sagrados fueron colocados en la casa de su dios (Dn 1:2) (2 Cr 36:7). Era una forma de decir que las deidades babilónicas habían vencido al Dios de Judá. Además, Daniel añade otro detalle interesante; dice que la casa de su dios estaba en la "tierra de Sinar”. Esta región en Babilonia era bien conocida en las Escrituras. Allí fue donde Nimrod edificó la torre de Babel (Gn 10:8-10). Este lugar representaba desde entonces la oposición organizada contra Dios (Gn 11:1-4). Cuando Daniel usa deliberadamente este antiguo nombre es porque quiere recordarnos el origen de este malvado poder mundano que se levantaba contra Dios. Ahora Babilonia reemplazaba a Jerusalén. El templo del dios de Nabucodonosor sustituía al templo de Dios en Jerusalén.
De esta manera Judá pasó a estar bajo la autoridad de Babilonia, una potencia extranjera. Lo mismo había ocurrido casi cien años antes con Israel en la parte norte del país, cuando los asirios los deportaron de su tierra. Con esto comenzó un importante período profético para el pueblo de Israel que es conocido como "los tiempos de los gentiles” (Lc 21:24). El trono de David quedó vació, sin un auténtico heredero que lo ocupara. Es un período que abarca desde que Nabucodonosor conquistó Jerusalén hasta que el Mesías regrese. Será entonces cuando librará la tierra de Israel del poder de sus ocupantes gentiles y se sentará en el trono de David, dando desde ese modo comienzo al reino milenial.
Sin embargo, en los días de Daniel la situación del pueblo de Israel era desoladora. No había rey de la dinastía davídica que les gobernara, en su lugar ocupaba el trono un funcionario colocado allí por Nabucodonosor, el rey de una potencia extranjera. Tampoco había templo, ni sacerdotes, ni siquiera quedaban sus utensilios sagrados. Todo había desaparecido. La misma ciudad había sido quemada y consumida por el fuego. Sus habitantes habían sido llevados como cautivos a cientos de kilómetros y ya no había nada en lo que pensar que les pudiera animar a regresar a su tierra. La situación era extremadamente grave, al punto de que pendía de un hilo su propia desaparición como pueblo de Dios.
Pero contra todo pronóstico, Dios seguía estando en el control de la situación, tal como vamos a ver a lo largo de todo el libro de Daniel. Para empezar, el hecho de que los israelitas hubieran sido conquistados por potencias extranjeras no se debía a que sus divinidades fueran más poderosas que Jehová. Notemos cómo comienza nuestro texto: "El Señor entregó en manos [de Nabucodonosor] a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios? (Dn 1:2). Fue por la rebelión de su pueblo por lo que Dios permitió que fueran destruidos, pero él nunca dejó de estar en el control soberano de la historia. Simplemente estaba cumpliendo lo que les había anunciado una y otra vez por medio de sus profetas; algo que ellos podrían haber evitado si le hubieran querido escuchar. Así que Dios usó a los impíos babilonios como instrumentos de juicio sobre su pueblo Israel.
La situación de Daniel y sus amigos en el palacio del rey
(Dn 1:3-7) "Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.
1. Daniel y sus amigos son transportados a Babilonia
A lo largo de éste libro veremos la increíble influencia que Daniel y sus amigos tuvieron en el imperio babilónico y también en el persa, pero al comenzar nuestra historia, nada hacía pensar que esto pudiera llegar a ocurrir.
Daniel y sus compañeros eran jóvenes judíos, seguramente adolescentes todavía, que vivían en Judá bajo el reinado de Joacim cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, conquistó el país y se los llevó cautivos. ¡Qué triste que siendo tan jóvenes ya tuvieran que haber presenciado la crueldad de los ejércitos babilonios irrumpiendo en sus casas, matando, violando y llevándose todo aquello que les parecía de valor! Ellos mismos eran de esos "objetos que habían reservado porque pensaron que les podrían resultar útiles en el futuro”. Pero podemos imaginar las terribles secuelas que todas aquellas escenas tuvieron que dejarles en la mente y el corazón. ¿Cómo podrían convivir en paz el resto de sus vidas con aquellos que habían matado a sus seres queridos y habían destruido todo lo que ellos amaban?
Con frecuencia, muchas de las cosas que nos ocurren son la consecuencia de nuestras malas decisiones, pero ni Daniel ni sus amigos habían sido los causantes de esa tragedia nacional. Ellos fueron algunos de los muchos jóvenes que sufrieron las consecuencias del impío gobierno de Joacim. ¡Podemos imaginarnos cuánta amargura podría haber en ellos contra el descendiente de la casa de David que en aquellos días ocupaba su trono!
Además, tal como dice el versículo 3, estos jóvenes eran "del linaje real de los príncipes”. Todo hacía suponer que su vida iba a estar llena de comodidades y lujos en la corte de Judá, pero ahora eran cautivos de una potencia extranjera.
Quizás por algún tiempo tuvieron la esperanza de que esa situación fuera temporal, pero las continuas rebeliones de los reyes de Israel hicieron que Nabucodonosor los destruyera completamente, tal como hemos visto más arriba. Daniel y sus amigos verían las nuevas hornadas de prisioneros llegando a Babilonia y escucharían las noticias de la destrucción de Jerusalén y el templo. ¡No había nada que esperar!
2. Daniel y sus amigos son seleccionados para formarse en la escuela del rey de Babilonia
Cuando los judíos llegaron a Babilonia, los funcionarios del rey recibieron la orden de seleccionar a algunos de ellos para servir en su administración. No hemos de olvidar que con cada nuevo país que Nabucodonosor conquistaba, iba formando un gran imperio para el que tenía que organizar una sólida administración que pudiera entender las lenguas y costumbres de aquellas naciones que estaba anexionando. Por esa razón, el rey encargó una cuidadosa selección a fin de encontrar algunos jóvenes que fueran "del linaje real de los príncipes”, en los que "no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey”.
Aspenaz, jefe de los oficiales de la corte se encargó de supervisar esta selección en la que entre otros fueron elegidos Daniel y sus tres amigos. Es bastante razonable pensar que estos jóvenes judíos fueran castrados en aquel momento, dado que Aspenaz era el "jefe de los eunucos”. Esto explicaría por qué nunca se mencionan las mujeres e hijos de estos personajes. Así se cumplió lo que el profeta Isaías había antes anunciado:
(Is 39:7) "De tus hijos que saldrán de ti, y que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia.”
Esta era una práctica común en el antiguo Próximo Oriente con la que se pretendía hacer que los jóvenes fueran más dóciles y que no se distrajeran con otros asuntos, sino que se ocuparan enteramente en estudiar y en aquellas tareas que se les asignase. Pero en todo caso, era una terrible humillación que les privaba de tener descendencia y también de los goces legítimos del matrimonio. Esto era así porque su vida entera tendría que estar dedicada a aquel rey que los había conquistado por la fuerza de las armas.
3. Daniel y sus amigos son formados en la escuela del rey de Babilonia
Después de esto comenzó un proceso de formación intensiva en las mejores escuelas caldeas que duraría tres años, y en los que tendrían que aprender "las letras y la lengua de los caldeos”. Suponemos que este programa educativo también incluiría estudios de matemáticas, leyes, religión, arquitectura, astronomía y astrología.
Por supuesto, con esta formación querían conseguir que fueran funcionarios útiles en el gobierno de Nabucodonosor, pero también querían terminar con cualquier rastro de su propia cultura y religión judías.
La situación por la que ellos tuvieron que pasar no nos resulta desconocida a nosotros, porque también en nuestros días la educación pública en muchos países está diseñada para apartar a los niños y jóvenes de todos los principios morales y espirituales enseñados por la Palabra de Dios.
4. A Daniel y sus amigos se les asigna provisión de la comida del rey
Sin duda "la provisión de la comida del rey” sería de la mejor calidad y variedad que se pudiera encontrar. No obstante, para un joven judío, aquello constituía un verdadero problema, ya que muchas de esas comidas no serían consideradas limpias por la ley levítica (Lv 11) (Dt 14:3-21).
Como vemos, el proceso de transformación cultural al que estaban siendo sometidos no se limitaba exclusivamente a lo intelectual, sino que tenía que ver también con los aspectos más íntimos de su vida diaria, incluyendo hasta su dieta. Era el rey quien determinaba cuál era el menú.
5. El jefe de los eunucos cambia el nombre a Daniel y sus amigos.
Seguramente hubo otros más que fueron seleccionados de entre los cautivos, pero aquí sólo se menciona a Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Seguramente esto se deba a que sólo ellos se comprometieron a mantenerse fieles a Dios.
Así pues, ya que sus nombres honraban a Jehová el Dios de Israel, el jefe de los eunucos decidió cambiárselos.
Daniel, cuyo nombre significa "Dios ha juzgado? o "Dios es mi Juez?, pasó a llamarse "Belsasar? que en lengua acadia significa "señora protege al rey?, seguramente en referencia a la esposa del dios Marduk o Bel.
Ananías, que significa "Jehová ha sido misericordioso? se convirtió en "Sadrac?, que probablemente recoge la idea de que era temeroso de un dios.
Misael, que significa "¿quién es como Dios? Recibió el nombre de Mesac, que seguramente tenga la idea de alguien que es de poco valor.
Azarías, que significa "Jehová ha ayudado? fue nombrado como "Abed-nego?, "siervo de Nebo?, en referencia al dios Nebo.
Aunque es difícil saber cuál es el significado preciso de los nuevos nombres, lo que quedaba claro es que Aspenaz estaba decidido a borrar de la corte de Babilonia cualquier testimonio del nombre del Dios de Israel, y con sus nuevos nombres quería recordarles su deber de sujetarse a los dioses de Babilonia. Era una forma más de romper cualquier vínculo con el pasado y que llegaran a asimilar como suyas la cultura y deidades babilónicas. Al fin y al cabo, ¿no habían sido vencidos por ellas?
Después de todo ese proceso orientado a borrar de ellos cualquier seña de identidad de su nación y religión anteriores, estaban preparados para vivir y servir en la presencia del rey como verdaderos babilonios. Allí perdidos en medio de un gran imperio como el babilónico, rodeados de otro montón de jóvenes de distintas minorías étnicas, y siendo constantemente vigilados, poco era lo que podían hacer para resistirse.
La devoción de Daniel y sus amigos a Dios
(Dn 1:8-16) "Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos; y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días. Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey. Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
1. La determinación de Daniel
Daniel y sus amigos estaban encerrados en una jaula de oro en la que disponían de suficientes provisiones. No obstante, como hemos señalado anteriormente, aquellos alimentos no cumplían con los requisitos establecidos en la ley mosaica. Además, probablemente habían sido ofrecidos previamente a las divinidades paganas.
Al menos estos cuatro jóvenes sintieron un fuerte conflicto de conciencia por este asunto. Su integridad espiritual estaba siendo puesta a prueba. ¿Qué harían? ¿Comerían aquella sabrosa y exótica comida que el rey de Babilonia proveía para ellos y cederían así a sus convicciones espirituales? ¿Se atreverían a desobedecer las órdenes del rey para obedecer a la Palabra de Dios? ¿Soportarían la presión de grupo viendo cómo todos los demás jóvenes venidos de otras naciones aceptaban sin discusión todo lo que el rey les mandaba? ¿Aceptarían quedarse solos pareciendo unos fanáticos religiosos irracionales? Al fin y al cabo, allí nadie les veía, ¿qué podría pasar si hacían algunas concesiones? Dada su situación actual, ¿no estaba justificado dejar a un lado momentáneamente ciertas cuestiones de la ley judía? Cuando regresaran a su tierra ya volverían a comer sólo lo que Moisés había estipulado, pero estando en un país extranjero, con tantas dificultades para encontrar los alimentos permitidos, ¿no haría Dios una excepción con ellos? En una situación así, podían pensar ellos, lo que realmente le importa a Dios es el corazón, no lo que comemos.
Aunque también podían asaltarles pensamientos de otro tipo: ¿Por qué hemos de ser fieles a Dios si él nos ha abandonado en este país inmundo? ¿Por qué no obedecer a los dioses de Babilonia si ellos han demostrado ser más poderosos que nuestro Dios? Al fin y al cabo, habían sido ellos quienes habían destruido el templo de Jerusalén y se habían llevado todos sus utensilios a la casa de su dios como si fueran un trofeo.
Servir a Dios cuando estaban en Judá era mucho más sencillo. Allí no se tenían que enfrentar a estas complicadas decisiones. Además, tenían todo el apoyo de sus familias y amigos, pero aquí se encontraban completamente solos. Este era el momento de demostrar si tenían una fe personal y auténtica, o si por el contrario, su vida religiosa consistía únicamente en repetir ciertas tradiciones familiares en las que no tenían ningún tipo de convicción personal.
Es en este contexto cuando Daniel "propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía”. Dado que no podía controlar la procedencia de los alimentos, decidió hacerse vegetariano, que era la forma más segura de mantenerse fiel en esas circunstancias.
Daniel tomó la solemne resolución de vivir entre los babilonios como un auténtico israelita. Había decidido presentar batalla y enfrentarse a los planes del rey con los que buscaba hacerle olvidar su fe y su identidad. Él sería fiel a su Dios por encima de Nabucodonosor. No había podido impedir que lo llevaran cautivo a Babilonia, que le castraran, que le obligaran a estudiar ciertas cosas, o que le cambiaran el nombre, pero sí que podía decidir lo que iba a comer. Es asombrosa la firmeza con la que este joven defendía sus convicciones y buscaba ser fiel a Jehová. Su valentía es digna de reconocimiento y debe ser imitada como ejemplar.
No cabe duda de que Daniel no estaba buscando ser popular. Él no era de los que pensaban que había que adaptarse; ser como los demás y no llamar la atención. Seguramente más de uno le dijo en esos días que con su actitud iba a perder todas las oportunidades de ascender en la corte del rey.
Y Daniel no sólo sentiría la presión de muchos de los otros jóvenes, que quizá con buenas intenciones intentaban disuadirle de su actitud. Él sabía que negarse a cumplir una orden promulgada por el rey sería castigada de forma ejemplar.
En nuestros días los cristianos seguimos sufriendo la misma presión para conformarnos al mundo en todas sus formas: vestido, diversiones, hábitos, forma de hacer negocios, la moral o la religión. Pero Dios nos manda que no nos conformemos al mundo, sino que constantemente seamos transformados:
(Ro 12:2) "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
2. El origen de la firmeza de Daniel
Daniel es la misma persona desde el comienzo del libro hasta el final. En él no observamos ningún cambio de actitud frente a su Dios. Por ejemplo, durante el imperio medo persa encontramos en la corte del rey Asuero a Ester. En un principio ella guardó silencio sobre su nación, y sólo lo manifestó cuando se vio en peligro (Est 2:10,19) (Est 4:13-14). Es verdad que luego Ester tuvo una actuación valiente y muy inteligente, pero Daniel no dejó ninguna duda de su auténtica identidad como fiel creyente del Dios de Abraham desde el mismo comienzo de su estancia en Babilonia.
Ahora bien, ¿cómo llegó a tener esas profundas convicciones? Probablemente hubo varias cosas que influyeron en su vida:
Como ya hemos señalado, su nombre significa "Dios ha juzgado? o "Dios es mi Juez?, lo que evidencia que sus padres eran creyentes fieles que tenían temor de Dios. Ellos le inculcarían sólidos principios espirituales.
Por otro lado, Daniel había nacido durante el reinado de Josías, un rey que buscó a Dios con todo su corazón y que de forma muy activa trabajó para eliminar los cultos paganos de Israel.
Además, Daniel era contemporáneo del profeta Jeremías que había hecho oír la Palabra de Dios a todo Jerusalén durante los años anteriores a su cautiverio e incluso después de él.
Daniel había recibido un fuerte testimonio que tuvo un impacto importante en su vida, aunque finalmente tuvo que ser él mismo quien aceptara a Dios de forma personal, no conformándose con ser simplemente un "israelita nominal? (Ro 2:28-29).
3. La petición de Daniel es concedida
Después de proponerse en su corazón que no comería de la comida del rey, solicitó permiso al jefe de los eunucos para que "no se le obligase a contaminarse?. Como es lógico, el jefe de los eunucos manifestó sus reticencias a conceder la petición de Daniel. Él tenía la responsabilidad de asegurar el desarrollo físico y mental de estos jóvenes, y temía que lo que proponía Daniel perjudicara su cometido. Así que, aunque Dios puso a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos, no está claro si éste accedió a su petición. El dijo: "Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza? (Dn 1:10).
En todo caso, Daniel estaba decidido a mantener su fidelidad al precio que fuera. El jefe de los eunucos temía al rey de Babilonia, pero Daniel temía al Dios del cielo, y no se iba a echar atrás. Así que hizo un nuevo intento y se dirigió a "Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos” sobre aquellos jóvenes. Finalmente éste accedió a las demandas de Daniel, no sabemos si ocultando el hecho a su superior o de acuerdo con él. La determinación y perseverancia de Daniel estaban dando fruto. La prueba propuesta por Daniel habría de durar diez días y después serían examinados para determinar los resultados. Daniel estaba seguro de que sus rostros se verían mejor que los rostros de los otros jóvenes que comían de la comida del rey.
En este punto debemos notar que aunque la iniciativa surgió de Daniel, parece que los tres amigos se unieron a él y participaban de su convicción, aunque él era el líder de ellos, quizá por edad o por capacidad.
Daniel estaba comprobando de manera personal que Dios en su soberanía tiene el control de cada situación. El mismo que había entregado a Joacim en manos de Nabucodonosor (Dn 1:2) tenía en su mano el corazón de todos los hombres. Dios está en el control absoluto de todo lo que nos ocurre.
4. El resultado de la prueba
Al cabo de los diez días, el rostro de Daniel y sus amigos, que sólo habían comido legumbres, pareció "mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey”. Después de esto no hubo objeciones para que siguieran con su dieta de legumbres.
Dios había respaldado a aquellos jóvenes que se habían propuesto en su corazón agradar a Dios.
Daniel entre los sabios de Nabucodonosor
(Dn 1:17-21) "A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino. Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro.
Aunque estos cuatro muchachos habían estado siendo preparados por los maestros designados por Nabucodonosor, en realidad era Dios quien les daba "conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias”. Podríamos decir que la capacitación divina obró juntamente con la formación académica que habían recibido de sus maestros y la potenció más allá de los límites normales de otros muchachos. El resultado fue que tenían una capacidad extraordinaria para razonar con inteligencia y lógica en las diferentes áreas del saber en las que habían sido entrenados.
Pero además de esto, "Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños”, lo que implicaba tener un don especial que iremos apreciando a lo largo de todo el libro. Era un don parecido al que le fue dado a José cuando estaba en Egipto. En ambos lugares, en Babilonia y en Egipto, las personas esperaban escuchar la voz de Dios por medio de visiones y sueños, y él se adaptó a sus preferencias a fin de comunicarse con ellos.
Ahora bien, no debemos pensar que Daniel usaba las mismas artes mágicas que todos aquellos magos, astrólogos, encantadores, hechiceros y adivinos de los que se rodeaba Nabucodonosor. En su caso, era un don divino que recibía por revelación directa de Dios sin necesidad de hacer el tipo de ritos que ellos hacían.
Finalmente, estos jóvenes hebreos no sólo sobrepasaron a sus compañeros, sino también a sus propios maestros. Esta es la conclusión a la que llegó el mismo rey Nabucodonosor una vez que los examinó. "Los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino”. Se trata de una expresión idiomática que significa "muchas veces mejor que los demás.
Por esta razón, el rey determinó que estuvieran siempre delante de su presencia. Dios cumplía así lo que había prometido: "Yo honraré a los que me honran” (1 S 2:30). Ellos habían propuesto en sus corazones no contaminarse con el mundo y Dios los honró con un puesto de enorme dignidad en la corte real al lado de personas de mucha más edad que ellos. Y aunque les ofrecería muchas oportunidades para comunicar la Palabra de Dios en las más altas esferas del imperio babilónico, también se despertarían contra ellos grandes celos de parte de los otros sabios caldeos.
Daniel al menos estuvo allí "hasta el año primero del rey Ciro”. Por (Dn 10:1) sabemos que también estaba activo "en el año tercero de Ciro”. Es decir, permaneció durante todo el imperio babilónico y continuó trabajando con el imperio medo persa después de la terminación del exilio judío. Seguramente tuvo una importante influencia en este último acontecimiento.
Daniel fue un hombre de extraordinaria sabiduría y percepción espiritual, al que le tocó vivir en unos tiempos de repentinos cambios que sacudían el mundo. Pero mientras todo eso ocurría, él mantenía un pie en la tierra mirando los asuntos a su alrededor con sensatez y aplomo, mientras que tenía otro pie colocado firmemente en las cosas eternas.
Esto le llevó a vivir en este mundo sin ser de él, tal como el mismo Señor Jesucristo pidió al Padre en su oración por sus discípulos:
(Jn 17:15-17) "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.”
Desde esa posición Daniel veía con claridad las tentaciones a las que su fe se tenía que enfrentar. Por un lado el peligro de perder su identidad como creyente en el Dios del cielo, pero por otro, asimilarse a la cultura de su tiempo. Él no hizo ninguna de estas dos cosas y por esa razón pudo ser un siervo de Dios útil a su generación.
Notamos también que fue fiel en lo poco y que Dios le prosperó por ello. Como enseñó el Señor en la parábola de los talentos:
(Mt 25:21) "Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.”
Con frecuencia los problemas nos paralizan, y llegamos a pensar que no podemos hacer nada para el Señor. Daniel podría haber pensado de ese modo. Sin duda, como hemos considerado en este capítulo, su situación era mucho peor que la de la mayoría de nosotros. Pero él no se rindió. Y no lo hizo, no porque fuera un idealista absurdo, sino porque tenía fe, y la fe siempre nos lleva a vivir una realidad superior. La fe es la que marca la diferencia.
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