LA SANTA BIBLIA
martes, 29 de enero de 2019
MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN
(Interpretación MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas."
(Daniel 5:1-31)
Los acontecimientos que se registran en los cuatro primeros capítulos de Daniel tienen que ver con el reinado de Nabucodonosor, quien fue el que extendió y unificó el imperio babilónico y lo llevó a su mayor esplendor. Después de haber reinado durante 43 años, murió en el año 562 a.C., sucediéndole en el trono su hijo Evil-Merodac, quien gobernó durante dos años, hasta que fue asesinado por su cuñado Neriglasar (o Nergal-sarezer), quien a su vez ocupó el trono los siguientes cuatro años. A su muerte le sucedió su joven hijo Labashi-marduk, quien sólo reinó unos meses, pues fue asesinado y sustituido por Nabonido, quien gobernó 17 años (556 - 539 a.C.). Él trabajó duro para restaurar la gloria que había alcanzado Babilonia bajo el reinado de Nabucodonosor, lo que le llevó a estar ausente de la capital durante largos períodos. Belsasar era su hijo mayor y fue designado corregente por su padre, por esta razón es llamado rey (Dn 5:1), puesto que ejercía autoridad real a pesar de que Nabonido tenía el trono. Y se menciona que era hijo de Nabucodonosor (Dn 5:2), en el sentido de que éste era su predecesor más ilustre (no olvidemos que en el lenguaje semítico el término hijo no siempre se refiere a un hijo biológico).
A la luz de todos estos datos, podemos concluir que entre los capítulos 4 y 5 de Daniel hay un período de unos veintitrés años en el que varios reyes se sucedieron en el trono. Éste fue un tiempo marcado por un deterioro gradual, conflictos internos, intrigas y asesinatos.
Mientras tanto, Ciro, el gran rey del imperio medo persa, se acercaba a la región con la intención de conquistar el imperio babilónico. El capítulo 5 de Daniel describe la noche anterior a que Ciro entrara en Babilonia.
El banquete del rey Belsasar
(Dn 5:1-4) "El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino. Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas. Entonces fueron traídos los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra."
Nos sorprende que teniendo el ejército medo persa a las puertas de Babilonia, el rey Belsasar hiciera un gran banquete a mil de sus príncipes, y que se dedicara a beber vino con ellos.
Todo esto nos da una idea de la arrogancia de Belsasar, el rey corregente babilonio. ¿Por qué estaba tan confiado? Quizá, puesto que su nombre significaba "Bel (el otro nombre dado al dios Marduk) protege al rey", tal vez se sentía seguro por este hecho. También podía estar confiando en que pensaba que la ciudad era inexpugnable e invencible. Recordemos que tenía una enorme muralla de 24 kilómetros y un ancho por el que podían circular cuatro carros a la vez. Además, contaban con suficientes provisiones de grano, y había un canal que llevaba el agua del río Éufrates atravesando la ciudad.
Otros han sugerido que sí que estaba preocupado por la presencia del ejército medo persa, y que lo que buscaba con esa fiesta era quitárselo de la mente y poder disfrutar durante un rato. O tal vez simplemente había planeado ese banquete para transmitir confianza a su pueblo, dándoles a entender que no debían estar preocupados por la amenaza.
Pero si esta actitud no fuera de por sí imprudente, en medio de la fiesta, "Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas".
¿Por qué Belsasar decidió usar los vasos de la casa de Jehová? No lo sabemos a ciencia cierta. Seguramente pudo haber sido un intento de deshacerse de la influencia de Nabucodonosor, quien había promovido la honra al Dios de Israel. En ese caso, estaría mostrando el desprecio que sentía por él y buscaría con este acto hacer que las gentes de todo su reino volvieran a honrar a los dioses de Babilonia. Notemos que el banquete tenía connotaciones religiosas, puesto que en medio de él "alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra".
Como muchas personas en nuestros días, se sienten amenazados por el auténtico Dios del cielo y se proponen desprestigiarlo con todas sus fuerzas, imaginando ingenuamente que de ese modo pueden hacerlo desaparecer. Claro está que los dioses de oro, plata, bronce, hierro, madera o piedra no inquietan a nadie, porque son fácilmente manipulables, pero todos perciben que el Dios eterno que está en el cielo es diferente.
Pero la actitud de Belsasar implicaba un desprecio, arrogancia y rebeldía inmensas. Ya no sólo se burlaba del ejército medo persa que tenía a las puertas, ahora también se burlaba del mismo Dios del cielo. Poco se imaginaba que aquella era su última noche sobre este mundo antes de ir a rendir cuentas a su Creador.
Ahora bien, ¿qué haría Dios con alguien así? ¿Podría insultarle de esa manera y quedar impune?
La escritura en la pared y la reacción de Belsasar
(Dn 5:5-12) "En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el rey veía la mano que escribía. Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra. El rey gritó en alta voz que hiciesen venir magos, caldeos y adivinos; y dijo el rey a los sabios de Babilonia: Cualquiera que lea esta escritura y me muestre su interpretación, será vestido de púrpura, y un collar de oro llevará en su cuello, y será el tercer señor en el reino. Entonces fueron introducidos todos los sabios del rey, pero no pudieron leer la escritura ni mostrar al rey su interpretación. Entonces el rey Belsasar se turbó sobremanera, y palideció, y sus príncipes estaban perplejos. La reina, por las palabras del rey y de sus príncipes, entró a la sala del banquete, y dijo: Rey, vive para siempre; no te turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro. En tu reino hay un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días de tu padre se halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de los dioses; al que el rey Nabucodonosor tu padre, oh rey, constituyó jefe sobre todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos, por cuanto fue hallado en él mayor espíritu y ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar enigmas y resolver dudas; esto es, en Daniel, al cual el rey puso por nombre Beltsasar. Llámese, pues, ahora a Daniel, y él te dará la interpretación."
De repente, el alboroto de los comensales se convirtió en un silencio lleno de temor. Cerca del candelero que iluminaba el salón de banquetes, aparecieron los dedos de una mano de hombre que escribía sobre la pared. Algunos han sugerido que este candelero podía ser uno de los que había en el templo que construyó Salomón y que podía haber sido llevado junto con los vasos de oro. Es imposible saberlo, pero en todo caso, lo que aquella mano escribió lo hizo en un lugar visible donde era visto fácilmente por todos.
Podemos imaginarnos el cambio que se produjo en aquella sala. Unos momentos antes todos bebían y reían enloquecidos, ahora están llenos de temor. El mismo rey se levantó de su asiento para ver bien lo que estaba sucediendo, y se asustó tanto que "se debilitaron sus lomos y sus rodillas daban la una contra la otra". Estaba aterrado y no podía sostenerse de pie. Sus mujeres y concubinas, sus príncipes y sus grandes, ven cómo ese hombre, que tan sólo unos momentos antes se levantaba orgulloso ante el Dios del cielo, está ahora muerto de miedo. Y en realidad sólo había visto su mano, ¿qué sería cuando tuviera que comparecer ante su mismo trono en el cielo? ¿Dónde quedaría su orgullo? ¿Y el de todos aquellos que hoy tienen la misma actitud frente a Dios?
Inmediatamente, del mismo modo que había hecho Nabucodonosor, también Belsasar reunió a los sabios, magos, caldeos y adivinos, prometiéndoles que si lograban interpretar el significado de aquel extraño fenómeno los recompensaría generosamente. El que lo consiguiera sería nombrado el "tercer señor del reino", porque como ya hemos señalado anteriormente, Nabonido era el rey y Belsasar el corregente, por lo tanto, el puesto más alto que estaba libre era el tercero del reino. También sería vestido de púrpura, algo que le distinguiría como miembro de la nobleza; y llevaría un collar de oro en su cuello, una especie de condecoración por haber prestado un importante servicio al rey.
Pero una vez más en este libro, los sabios del rey "no pudieron leer la escritura ni mostrar al rey su interpretación". Esto sólo sirvió para que el terror de todos los presentes aumentara. Todos estaban perplejos y llenos de una gran confusión. Ya era hora de que hubieran aprendido que las respuestas que el hombre busca acerca de Dios y las cuestiones vitales que le preocupan, no las pueden dar los sabios de este mundo, se necesita el Espíritu de Dios; él es el único que las puede revelar de forma fiable.
El texto dice que "no pudieron leer la inscripción". No sabemos la razón de esto, tal vez no era un idioma que ellos conocieran, o se trataba de la forma de la escritura. Aunque pudiera ser que sí podían leer la escritura, pero eran incapaces de entender el carácter profético de las palabras.
Esto es lo que el apóstol Pablo dijo siglos más tarde:
(1 Co 1:20) "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?"
La conmoción que había en aquel salón de banquetes llegó a oídos de la reina. Mucho se ha debatido sobre la identidad de esta mujer, pero lo importante del asunto es que ella había conocido y recordaba bien a Daniel, un hombre que había estado al servicio del rey Nabucodonosor. Esto ha llevado a algunos a pensar que quizá pudiera ser la misma esposa de Nabucodonosor.
En todo caso, fue a instancias de la reina que Daniel fue llamado ante el rey Belsasar, y por medio de él, Dios iba a proveer nuevamente de una fuente de revelación fiable para aquellos monarcas paganos.
En este momento habían pasado casi setenta años desde que Daniel y sus compañeros habían sido llevados cautivos a Babilonia. Tenía que ser ya un anciano entre 80 y 85 años. Para ese tiempo, la mayoría ya ni siquiera le conocería. Fue por la recomendación de la reina que fue mandado llamar. Notemos que la reina lo conocía bien y se lo presenta como "un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días de tu padre se halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de los dioses; al que el rey Nabucodonosor tu padre, oh rey, constituyó jefe sobre todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos, por cuanto fue hallado en él mayor espíritu y ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar enigmas y resolver dudas".
Daniel es traído ante el rey Belsasar
(Dn 5:13-16) "Entonces Daniel fue traído delante del rey. Y dijo el rey a Daniel: ¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea? Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se halló luz, entendimiento y mayor sabiduría. Y ahora fueron traídos delante de mí sabios y astrólogos para que leyesen esta escritura y me diesen su interpretación; pero no han podido mostrarme la interpretación del asunto. Yo, pues, he oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás el tercer señor en el reino."
A pesar de su avanzada edad, Daniel seguía siendo fiel a Dios y conservaba intactas sus dotes espirituales, mostrando la misma dignidad y valentía que le habían caracterizado en su juventud. Ahora bien, cuando fue presentado ante el rey, éste parece que se refirió a él con cierto desprecio: "¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea?". De algún modo busca recordar a Daniel delante de todos que pertenecía a un pueblo conquistado por Babilonia, pero al mismo tiempo, es probable que también estuviera sorprendido y que hasta tuviera cierto temor, puesto que era al Dios de Judá al que él acababa de menospreciar profanando los vasos de oro del templo. Al fin y al cabo, tanto aquellos elementos del templo de Jehová como el mismo Daniel, habían llegado a Babilonia en el mismo tiempo y de la misma forma. Rápidamente Belsasar iba a comprobar que había en todo esto mucha más relación de la que él podía imaginar en un principio.
Luego el rey repitió a Daniel lo que había escuchado de parte de la reina y le ofreció las mismas recompensas generosas que antes había prometido a los sabios si lograba leer e interpretar la extraña escritura de la pared.
La respuesta de Daniel a Belsasar
1. Una lección de historia para Belsasar
(Dn 5:17-21) "Entonces Daniel respondió y dijo delante del rey: Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la interpretación. El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad. Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba. Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria. Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place."
Daniel rechazó con cierta dureza la oferta del rey porque sabía que el reino babilónico había llegado a su fin: "Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros". Este monarca, como todos, estaría acostumbrado a recibir adulación y a comprar los favores de los demás, pero el siervo de Dios no se iba a prestar a eso. Su largo ministerio se había caracterizado por la fidelidad y dedicación a Dios, así como por el desinterés hacia las cosas materiales. Así que, prestaría este servicio al rey como siempre lo había hecho, no por las ganancias personales que esperaba obtener a cambio, sino como un servicio al Dios Altísimo que le había enviado.
Ahora Daniel comienza su predicación. Tan sólo unos momentos antes nadie habría estado dispuesto a escuchar a un predicador. Sólo pensaban en comer, beber y divertirse, pero de repente Dios había logrado llamar su atención y todos escuchaban con la máxima atención.
Daniel empezó por recordar a Belsasar algunas de las lecciones que Nabucodonosor, su antecesor, había tenido que aprender en el trato que él había tenido con el Dios del cielo. Él había llegado a entender fuera de toda duda que ese Dios es el auténtico soberano, y que reina sobre todas las naciones, eligiendo a los reyes conforme a su voluntad. Había sido él quien dio a Nabucodonosor el reino y la grandeza de las que disfrutó tantos años.
2. El orgullo de Belsasar
(Dn 5:22-24) "Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto; sino que contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su casa, y tú y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos; además de esto, diste alabanza a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben; y al Dios en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste. Entonces de su presencia fue enviada la mano que trazó esta escritura."
Aunque como Daniel señaló, Nabucodonosor no había llegado a reconocer al Dios de Judá como el Soberano sino hasta que humilló su orgullo y soberbia. Sólo después de esto (Dn 4), el rey estuvo dispuesto a reconocer la grandeza y autoridad del Dios Altísimo. Belsasar estaba al corriente de ese incidente (Dn 5:22), sin embargo, se negó a prestarle atención y rehusó aprender del ejemplo de su antecesor. Por esa razón su culpa era mayor, ya que él, sabiendo todo eso, se había levantado contra Dios, usando los vasos del templo del Dios del cielo para adorar a sus dioses, así que Dios había decido intervenir. Su situación era muy grave.
Como el apóstol Pablo explicó, Belsasar es un fiel representante de muchos otros hombres en todos los tiempos:
(Ro 1:21-25) "Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén."
Al Dios en cuya mano estaba su vida, Belsasar se negaba a honrarle, y en lugar de eso daba culto a dioses de oro, plata, bronce, hierro, madera y piedra, dioses que ni ven, ni oyen, ni saben. Y desgraciadamente, el ser humano sigue haciendo lo mismo en nuestro tiempo; ellos también adoran lo material, lo terrenal, lo perecedero, y no alzan sus ojos al cielo para reconocer que es Dios quien les da la vida y todo lo que tienen.
3. El juicio de Dios
(Dn 5:25-28) "Y la escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Esta es la interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas."
Como vemos, Daniel hizo notar a Belsasar que lo que estaba ocurriendo tenía una relación directa con la profanación de los vasos del templo. Aquello había sido una blasfemia contra el Dios del cielo. Esa fue la razón por la que "fue enviada la mano que trazó esa escritura". Con ella, como el rey iba descubrir en un momento, se anunciaba una intervención judicial de Dios con la que pondría fin a su orgullo. Como dice el proverbio:
(Pr 29:1) "El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina."
Del mismo modo que en el pasado había hecho con Nabucodonosor, Dios se disponía a quintar a Belsasar de su trono y a entregarlo a otras personas. Eso es lo que la escritura de la pared anunciaba. Veamos la explicación que Daniel dio a cada una de las palabras. En total, el mensaje consistía en tres palabras diferentes (la primera se repetía dos veces). Cada una de ellas era un sustantivo relacionado con alguna medida de peso antigua, pero que también se relacionaban con verbos, que son los que Daniel utiliza al interpretar su significado. La idea que nos transmite en conjunto es que Dios anunciaba a Belsasar que a causa de su degradación moral y espiritual, Dios había puesto fin a su reino y lo iba a entregar a los medos y a los persas. Veamos cada una de las palabras y su interpretación:
"MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin"
"Mene" es un sustantivo arameo que se refiere a un peso de 50 siclos, pero que proviene de un verbo que significa "enumerar", "contar". Como si se tratara de una mercancía que había sido contada y estaba lista para ser liquidada, Daniel le dice al rey que Dios había contado los días de su reino y la suma estaba completa, de tal forma que estaba preparado para ser entregado. Era una forma de decirle que "tenía las horas contadas". Además, el hecho de que esta palabra se repita dos veces trasmite la idea de que su fin era inminente. Belsasar, como muchos otros, pensaba que él era el dueño de su vida, pero iba a descubrir que es Dios quien determina la duración de nuestros días.
"TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto"
"Tekel" es un sustantivo que se refiere a un peso de 1 siclo (13 gramos), pero que proviene de un verbo que significa "pesar". En la interpretación de Daniel, Belsasar había sido puesto en balanza y hallado deficiente según el sistema de medidas de Dios. En otras palabras; Belsasar era un fraude. Esto nos recuerda que Dios mide la calidad moral y espiritual de cada hombre de acuerdo con los requisitos de su justicia. Como diría Samuel, a Dios "toca pesar las acciones" (1 S 2:3). No es difícil entender por qué Dios encontró insuficiente a Belsasar: él había profanado los utensilios de la casa de Dios, participó en actos de idolatría y tampoco honró a Dios, sino que se ensoberbeció contra él.
"PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas"
"Uparsin" es otro sustantivo que designa media mina (25 siclos), y proviene de un verbo que significaba "romper en dos" o "dividir". Cuando Daniel interpretó la tercera palabra cambió el plural "parsin" (la "u" de "uparsin" significa "y") al singular "peres" (de cuya raíz proviene el nombre de Persia). Lo que se le estaba anunciando es que su reino pasaría en su totalidad a las manos de la alianza medo persa.
Quizás los sabios de Babilonia sí que habían podido identificar las palabras, pero no pudieron interpretarlas correctamente porque no sabían qué era lo que había sido contado, pesado y dividido. Ahora tanto ellos como el rey Belsasar entendieron su significado.
Cumplimiento del juicio anunciado
(Dn 5:29-31) "Entonces mandó Belsasar vestir a Daniel de púrpura, y poner en su cuello un collar de oro, y proclamar que él era el tercer señor del reino. La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el reino, siendo de sesenta y dos años."
1. Daniel es recompensado
Podemos estar seguros de que a Belsasar no le gustó nada lo que Daniel le acababa de anunciar, pero aun así cumplió su palabra y recompensó al profeta conforme a lo que le había prometido: "Entonces mandó Belsasar vestir a Daniel de púrpura, y poner en su cuello un collar de oro, y proclamar que él era el tercer señor del reino". Todo esto era realmente muy efímero, menos duradero que la flor de la hierba. ¿Qué valor tenía ser "el tercer señor del reino" si ese reino iba a desaparecer en esa misma noche?
2. La conquista de Babilonia por los medo persas
Y así ocurrió tal como Dios lo había anunciado por medio de su profeta. Belsasar se sentía seguro dentro de su ciudad fortificada, pero esto no le pudo salvar. La historia nos ha hecho llegar el relato de cómo cayó Babilonia. Debajo de los muros de la ciudad corrían las aguas de un canal que le proveía de agua. Ese canal fluía de norte a sur por el centro de Babilonia. Los medo persas dividieron su ejército; una parte en el norte, por donde el canal entraba a la ciudad y la otra al sur, por donde salía de ella. Luego las tropas ubicadas al norte hicieron desviar el agua del canal, de tal manera que los soldados pudieron entrar por debajo de las compuertas. Una vez dentro de la ciudad los príncipes estaban demasiado ebrios para poder defenderla. Belsasar y sus líderes fueron asesinados, pero los demás no sufrieron mayores daños. De hecho, el pueblo babilonio se alegró de la conquista y no hubo oposición.
Con la derrota de Babilonia a manos de los medo persas se dio paso a la segunda fase de los tiempos de los gentiles que Dios ya había anunciado por medio del sueño de Nabucodonosor (Dn 2:36-43). Todo esto confirma una vez más que Dios es soberano y que él actúa conforme a los planes que ha determinado sin que nadie se lo pueda impedir.
En este punto es interesante notar también cómo la profecía de la conquista de Babilonia descrita por Isaías mucho tiempo antes se cumplió con total exactitud.
(Is 21:5-9) "Ponen la mesa, extienden tapices; comen, beben. ¡Levantaos, oh príncipes, ungid el escudo! Porque el Señor me dijo así: Ve, pon centinela que haga saber lo que vea. Y vio hombres montados, jinetes de dos en dos, montados sobre asnos, montados sobre camellos; y miró más atentamente, y gritó como un león: Señor, sobre la atalaya estoy yo continuamente de día, y las noches enteras sobre mi guarda; y he aquí vienen hombres montados, jinetes de dos en dos. Después habló y dijo: Cayó, cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra."
Aquí vemos a los príncipes sentados a la mesa comiendo y bebiendo sin hacer caso de las advertencias del Señor para que estuvieran vigilantes. Finalmente fueron sorprendidos por el invasor.
3. Darío de Media toma el reino
La identificación de "Darío de Media" ha sido un tema muy debatido entre los historiadores, ya que es una persona de la que no se encuentran datos en los anales seculares de los medos. Además, hay que decir que "Darío" era un titulo honorífico que usaban los gobernantes que ocupaban el trono, del mismo modo que lo fue Faraón para Egipto o Abimelec para los filisteos.
Para su identificación nos puede ayudar un documento cuneiforme relacionado con la caída de Babilonia, la "Crónica de Nabonido" en la que se menciona a Gobrias como el general de las fuerzas de Ciro que capturó la ciudad de Babilonia. Este fue nombrado por Ciro como gobernador de la ciudad (y seguramente de la provincia), un cargo que ocupó hasta su muerte un año después. Él pudo haber adoptado el nombre de Darío durante ese tiempo. No olvidemos que el nombre de Dario significa "el que sostiene el cetro". Después de él Ciro de Persia fue constituido como rey de Babilonia, tal como se indica en (Dn 6:28).
Belsasar es un buen ejemplo de muchas cosas:
Era el tipo de persona que no disciernen lo precario de su situación y que deposita su confianza en cosas que en el momento crítico de su vida no le van a poder salvar. Ni la compañía de mil príncipes, ni la sabiduría de todos los sabios de Babilonia, ni tampoco todos sus dioses le pudieron librar de ser conquistado.
Este rey proporciona un ejemplo de la forma en la que muchas personas reaccionan cuando se enfrentan con el juicio de divino: buscan la diversión para olvidarse de su situación real y de los peligros que amenazan sus vidas, llegando incluso a volverse insolentes contra Dios.
La persona de Belsasar sirve para ilustrar también la arrogancia de gobernadores y de hombres de negocios poderosos de este mundo que desprecian a Dios. Ellos, al igual que Belsasar, un día tendrán que reconocer que Dios es el único soberano, y que todo lo que tienen se lo deben a él.
El fin de la vida de Belsasar nos recuerda también a nosotros que Dios tiene contados nuestros días, juzga nuestras obras y castigará finalmente todo pecado.
Dios se había revelado a Belsasar por medio de lo ocurrido con su padre Nabucodonosor, pero él no quiso hacer caso. Finalmente le comunicó su juicio por medio de cuatro palabras escritas en una pared. Nosotros también debemos atender a la revelación que Dios nos ha dado a lo largo de toda la historia, especialmente por la historia de su pueblo Israel, y aún más, por la de su propio Hijo Jesucristo. Además, no tenemos sólo cuatro palabras para conocer su voluntad, sino un libro entero, la Biblia, que nos informa detalladamente de todo lo que necesitamos saber acerca de Dios.
La caída de Babilonia, previamente anunciada por Dios, sirve como demostración de que Dios está en el control de la historia de la humanidad. Él tiene la última palabra en este mundo.
miércoles, 23 de enero de 2019
DIOS ESTA EN CONTROL ABSOLUTO DE TODO LO QUE NOS OCURRE
- Daniel 1:1-21
Desde el primer capitulo del libro de Daniel, observamos de que trata de la historia de un período muy importante del pueblo de Israel; el tiempo de su cautiverio en Babilonia. Ahora bien, vamos a comprobar que es una historia personal, contada por unos jóvenes judíos que fueron llevados allí en la primera de las deportaciones que Judá, que el reino del sur, sufrió en aquellos días. Estos jóvenes, que no contarían en ese momento más de diecisiete años, fueron Daniel y sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías. Ellos tuvieron que enfrentar grandes pruebas de fe en una época de profundos cambios. Sin duda, considerar su valentía, convicción, fortaleza y dependencia de Dios, será para nosotros un fuerte estímulo para nuestra propia fe.
Judá es llevada en cautividad a Babilonia
(Dn 1:1-2) "En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios”.
Como vemos, el libro comienza explicando algunos detalles sobre el trasfondo histórico de este período. El texto nos sitúa "en el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá”. Este Joacim fue el hijo mayor de Josías, un rey piadoso que había traído una importante renovación espiritual al país (2 Cr 34). Pero su hijo Joacim era totalmente distinto a él. Era un hombre infiel y necio. A diferencia de su padre, que se había conmovido con todo su corazón cuando en unas reformas del templo fue encontrada una copia de la ley, su hijo no siguió su ejemplo, sino que menospreció con todas sus fuerzas a los profetas que le hablaban de parte del Señor, y llegó incluso a quemar el rollo que Jeremías le entregó por medio de Baruc, y en el que estaban todas las profecías que Dios había hablado por medio del profeta durante los últimos años (Jer 36). Este rey impío, carente de cualquier temor de Dios, había conducido a Judá a su ruina espiritual y finalmente también a su cautiverio.
Fue durante su reinado cuando Nabucodonosor rey de Babilonia vino por primera vez contra Jerusalén. Se apoderó de la ciudad en el año 604 a.C., llevándose un primer grupo de cautivos a Babilonia. Este fue el primer año del reinado de Nabucodonosor, que se correspondería con el tercer año del reinado de Joacim (Dn 1:1), o con el cuarto (Jer 25:1), dependiendo de si contamos el mes del comienzo de su reino según el sistema judío o el babilónico. Esta fecha es muy importante por dos razones. En primer lugar, fue en este primer cautiverio en el que Daniel y sus amigos fueron llevados a Babilonia. Y en segundo lugar, la fecha serviría para marcar los setenta años que los judíos permanecerían cautivos en Babilonia tal como había profetizado Jeremías (Jer 25:11) (Jer 29:10).
Después de la muerte de Joacim le sucedió su hijo Joaquin, quien se rebeló contra Nabucodonosor, y éste volvió a sitiar Jerusalén. En esa ocasión, el rey y su madre, junto con los utensilios de la casa del Señor fueron llevados a Babilonia. También fueron transportados una gran cantidad de prisioneros, muchos más que en la primera ocasión (2 R 24:6-16). Sin embargo, la ciudad y el templo no fueron destruidos.
En lugar de Joaquin reinó Sedequías, su tío. Él también se rebeló contra el rey de Babilonia, por lo que nuevamente vino Nabucodonosor y sitió Jerusalén. Después de algún tiempo Sedequías y sus hijos fueron capturados y llevados ante el rey de Babilonia. Sus hijos fueron degollados delante de Sedequías, y después a él le sacaron los ojos y le llevaron a Babilonia donde estuvo prisionero hasta su muerte (2 R 25:7). También fueron transportados el resto de los habitantes de Jerusalén, quedando únicamente los pobres de la tierra. Toda la ciudad fue destruida; sus muros, las casas de los nobles y el mismo templo (2 R 25:8-21). Esta última deportación tuvo lugar alrededor del 588 a.C.
Todo lo que encontraron de valor en el templo de Jehová, y que los babilonios no se habían llevado en las ocasiones anteriores, fue transportado como botín de guerra. Hasta las imponentes columnas de bronce que Salomón había levantado en la casa de Jehová, las basas y el mar de bronce, todo fue quebrado a fin de poder ser transportado. Y una vez en Babilonia, todos aquellos utensilios sagrados fueron colocados en la casa de su dios (Dn 1:2) (2 Cr 36:7). Era una forma de decir que las deidades babilónicas habían vencido al Dios de Judá. Además, Daniel añade otro detalle interesante; dice que la casa de su dios estaba en la "tierra de Sinar”. Esta región en Babilonia era bien conocida en las Escrituras. Allí fue donde Nimrod edificó la torre de Babel (Gn 10:8-10). Este lugar representaba desde entonces la oposición organizada contra Dios (Gn 11:1-4). Cuando Daniel usa deliberadamente este antiguo nombre es porque quiere recordarnos el origen de este malvado poder mundano que se levantaba contra Dios. Ahora Babilonia reemplazaba a Jerusalén. El templo del dios de Nabucodonosor sustituía al templo de Dios en Jerusalén.
De esta manera Judá pasó a estar bajo la autoridad de Babilonia, una potencia extranjera. Lo mismo había ocurrido casi cien años antes con Israel en la parte norte del país, cuando los asirios los deportaron de su tierra. Con esto comenzó un importante período profético para el pueblo de Israel que es conocido como "los tiempos de los gentiles” (Lc 21:24). El trono de David quedó vació, sin un auténtico heredero que lo ocupara. Es un período que abarca desde que Nabucodonosor conquistó Jerusalén hasta que el Mesías regrese. Será entonces cuando librará la tierra de Israel del poder de sus ocupantes gentiles y se sentará en el trono de David, dando desde ese modo comienzo al reino milenial.
Sin embargo, en los días de Daniel la situación del pueblo de Israel era desoladora. No había rey de la dinastía davídica que les gobernara, en su lugar ocupaba el trono un funcionario colocado allí por Nabucodonosor, el rey de una potencia extranjera. Tampoco había templo, ni sacerdotes, ni siquiera quedaban sus utensilios sagrados. Todo había desaparecido. La misma ciudad había sido quemada y consumida por el fuego. Sus habitantes habían sido llevados como cautivos a cientos de kilómetros y ya no había nada en lo que pensar que les pudiera animar a regresar a su tierra. La situación era extremadamente grave, al punto de que pendía de un hilo su propia desaparición como pueblo de Dios.
Pero contra todo pronóstico, Dios seguía estando en el control de la situación, tal como vamos a ver a lo largo de todo el libro de Daniel. Para empezar, el hecho de que los israelitas hubieran sido conquistados por potencias extranjeras no se debía a que sus divinidades fueran más poderosas que Jehová. Notemos cómo comienza nuestro texto: "El Señor entregó en manos [de Nabucodonosor] a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios? (Dn 1:2). Fue por la rebelión de su pueblo por lo que Dios permitió que fueran destruidos, pero él nunca dejó de estar en el control soberano de la historia. Simplemente estaba cumpliendo lo que les había anunciado una y otra vez por medio de sus profetas; algo que ellos podrían haber evitado si le hubieran querido escuchar. Así que Dios usó a los impíos babilonios como instrumentos de juicio sobre su pueblo Israel.
La situación de Daniel y sus amigos en el palacio del rey
(Dn 1:3-7) "Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.
1. Daniel y sus amigos son transportados a Babilonia
A lo largo de éste libro veremos la increíble influencia que Daniel y sus amigos tuvieron en el imperio babilónico y también en el persa, pero al comenzar nuestra historia, nada hacía pensar que esto pudiera llegar a ocurrir.
Daniel y sus compañeros eran jóvenes judíos, seguramente adolescentes todavía, que vivían en Judá bajo el reinado de Joacim cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, conquistó el país y se los llevó cautivos. ¡Qué triste que siendo tan jóvenes ya tuvieran que haber presenciado la crueldad de los ejércitos babilonios irrumpiendo en sus casas, matando, violando y llevándose todo aquello que les parecía de valor! Ellos mismos eran de esos "objetos que habían reservado porque pensaron que les podrían resultar útiles en el futuro”. Pero podemos imaginar las terribles secuelas que todas aquellas escenas tuvieron que dejarles en la mente y el corazón. ¿Cómo podrían convivir en paz el resto de sus vidas con aquellos que habían matado a sus seres queridos y habían destruido todo lo que ellos amaban?
Con frecuencia, muchas de las cosas que nos ocurren son la consecuencia de nuestras malas decisiones, pero ni Daniel ni sus amigos habían sido los causantes de esa tragedia nacional. Ellos fueron algunos de los muchos jóvenes que sufrieron las consecuencias del impío gobierno de Joacim. ¡Podemos imaginarnos cuánta amargura podría haber en ellos contra el descendiente de la casa de David que en aquellos días ocupaba su trono!
Además, tal como dice el versículo 3, estos jóvenes eran "del linaje real de los príncipes”. Todo hacía suponer que su vida iba a estar llena de comodidades y lujos en la corte de Judá, pero ahora eran cautivos de una potencia extranjera.
Quizás por algún tiempo tuvieron la esperanza de que esa situación fuera temporal, pero las continuas rebeliones de los reyes de Israel hicieron que Nabucodonosor los destruyera completamente, tal como hemos visto más arriba. Daniel y sus amigos verían las nuevas hornadas de prisioneros llegando a Babilonia y escucharían las noticias de la destrucción de Jerusalén y el templo. ¡No había nada que esperar!
2. Daniel y sus amigos son seleccionados para formarse en la escuela del rey de Babilonia
Cuando los judíos llegaron a Babilonia, los funcionarios del rey recibieron la orden de seleccionar a algunos de ellos para servir en su administración. No hemos de olvidar que con cada nuevo país que Nabucodonosor conquistaba, iba formando un gran imperio para el que tenía que organizar una sólida administración que pudiera entender las lenguas y costumbres de aquellas naciones que estaba anexionando. Por esa razón, el rey encargó una cuidadosa selección a fin de encontrar algunos jóvenes que fueran "del linaje real de los príncipes”, en los que "no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey”.
Aspenaz, jefe de los oficiales de la corte se encargó de supervisar esta selección en la que entre otros fueron elegidos Daniel y sus tres amigos. Es bastante razonable pensar que estos jóvenes judíos fueran castrados en aquel momento, dado que Aspenaz era el "jefe de los eunucos”. Esto explicaría por qué nunca se mencionan las mujeres e hijos de estos personajes. Así se cumplió lo que el profeta Isaías había antes anunciado:
(Is 39:7) "De tus hijos que saldrán de ti, y que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia.”
Esta era una práctica común en el antiguo Próximo Oriente con la que se pretendía hacer que los jóvenes fueran más dóciles y que no se distrajeran con otros asuntos, sino que se ocuparan enteramente en estudiar y en aquellas tareas que se les asignase. Pero en todo caso, era una terrible humillación que les privaba de tener descendencia y también de los goces legítimos del matrimonio. Esto era así porque su vida entera tendría que estar dedicada a aquel rey que los había conquistado por la fuerza de las armas.
3. Daniel y sus amigos son formados en la escuela del rey de Babilonia
Después de esto comenzó un proceso de formación intensiva en las mejores escuelas caldeas que duraría tres años, y en los que tendrían que aprender "las letras y la lengua de los caldeos”. Suponemos que este programa educativo también incluiría estudios de matemáticas, leyes, religión, arquitectura, astronomía y astrología.
Por supuesto, con esta formación querían conseguir que fueran funcionarios útiles en el gobierno de Nabucodonosor, pero también querían terminar con cualquier rastro de su propia cultura y religión judías.
La situación por la que ellos tuvieron que pasar no nos resulta desconocida a nosotros, porque también en nuestros días la educación pública en muchos países está diseñada para apartar a los niños y jóvenes de todos los principios morales y espirituales enseñados por la Palabra de Dios.
4. A Daniel y sus amigos se les asigna provisión de la comida del rey
Sin duda "la provisión de la comida del rey” sería de la mejor calidad y variedad que se pudiera encontrar. No obstante, para un joven judío, aquello constituía un verdadero problema, ya que muchas de esas comidas no serían consideradas limpias por la ley levítica (Lv 11) (Dt 14:3-21).
Como vemos, el proceso de transformación cultural al que estaban siendo sometidos no se limitaba exclusivamente a lo intelectual, sino que tenía que ver también con los aspectos más íntimos de su vida diaria, incluyendo hasta su dieta. Era el rey quien determinaba cuál era el menú.
5. El jefe de los eunucos cambia el nombre a Daniel y sus amigos.
Seguramente hubo otros más que fueron seleccionados de entre los cautivos, pero aquí sólo se menciona a Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Seguramente esto se deba a que sólo ellos se comprometieron a mantenerse fieles a Dios.
Así pues, ya que sus nombres honraban a Jehová el Dios de Israel, el jefe de los eunucos decidió cambiárselos.
Daniel, cuyo nombre significa "Dios ha juzgado? o "Dios es mi Juez?, pasó a llamarse "Belsasar? que en lengua acadia significa "señora protege al rey?, seguramente en referencia a la esposa del dios Marduk o Bel.
Ananías, que significa "Jehová ha sido misericordioso? se convirtió en "Sadrac?, que probablemente recoge la idea de que era temeroso de un dios.
Misael, que significa "¿quién es como Dios? Recibió el nombre de Mesac, que seguramente tenga la idea de alguien que es de poco valor.
Azarías, que significa "Jehová ha ayudado? fue nombrado como "Abed-nego?, "siervo de Nebo?, en referencia al dios Nebo.
Aunque es difícil saber cuál es el significado preciso de los nuevos nombres, lo que quedaba claro es que Aspenaz estaba decidido a borrar de la corte de Babilonia cualquier testimonio del nombre del Dios de Israel, y con sus nuevos nombres quería recordarles su deber de sujetarse a los dioses de Babilonia. Era una forma más de romper cualquier vínculo con el pasado y que llegaran a asimilar como suyas la cultura y deidades babilónicas. Al fin y al cabo, ¿no habían sido vencidos por ellas?
Después de todo ese proceso orientado a borrar de ellos cualquier seña de identidad de su nación y religión anteriores, estaban preparados para vivir y servir en la presencia del rey como verdaderos babilonios. Allí perdidos en medio de un gran imperio como el babilónico, rodeados de otro montón de jóvenes de distintas minorías étnicas, y siendo constantemente vigilados, poco era lo que podían hacer para resistirse.
La devoción de Daniel y sus amigos a Dios
(Dn 1:8-16) "Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos; y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días. Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey. Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
1. La determinación de Daniel
Daniel y sus amigos estaban encerrados en una jaula de oro en la que disponían de suficientes provisiones. No obstante, como hemos señalado anteriormente, aquellos alimentos no cumplían con los requisitos establecidos en la ley mosaica. Además, probablemente habían sido ofrecidos previamente a las divinidades paganas.
Al menos estos cuatro jóvenes sintieron un fuerte conflicto de conciencia por este asunto. Su integridad espiritual estaba siendo puesta a prueba. ¿Qué harían? ¿Comerían aquella sabrosa y exótica comida que el rey de Babilonia proveía para ellos y cederían así a sus convicciones espirituales? ¿Se atreverían a desobedecer las órdenes del rey para obedecer a la Palabra de Dios? ¿Soportarían la presión de grupo viendo cómo todos los demás jóvenes venidos de otras naciones aceptaban sin discusión todo lo que el rey les mandaba? ¿Aceptarían quedarse solos pareciendo unos fanáticos religiosos irracionales? Al fin y al cabo, allí nadie les veía, ¿qué podría pasar si hacían algunas concesiones? Dada su situación actual, ¿no estaba justificado dejar a un lado momentáneamente ciertas cuestiones de la ley judía? Cuando regresaran a su tierra ya volverían a comer sólo lo que Moisés había estipulado, pero estando en un país extranjero, con tantas dificultades para encontrar los alimentos permitidos, ¿no haría Dios una excepción con ellos? En una situación así, podían pensar ellos, lo que realmente le importa a Dios es el corazón, no lo que comemos.
Aunque también podían asaltarles pensamientos de otro tipo: ¿Por qué hemos de ser fieles a Dios si él nos ha abandonado en este país inmundo? ¿Por qué no obedecer a los dioses de Babilonia si ellos han demostrado ser más poderosos que nuestro Dios? Al fin y al cabo, habían sido ellos quienes habían destruido el templo de Jerusalén y se habían llevado todos sus utensilios a la casa de su dios como si fueran un trofeo.
Servir a Dios cuando estaban en Judá era mucho más sencillo. Allí no se tenían que enfrentar a estas complicadas decisiones. Además, tenían todo el apoyo de sus familias y amigos, pero aquí se encontraban completamente solos. Este era el momento de demostrar si tenían una fe personal y auténtica, o si por el contrario, su vida religiosa consistía únicamente en repetir ciertas tradiciones familiares en las que no tenían ningún tipo de convicción personal.
Es en este contexto cuando Daniel "propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía”. Dado que no podía controlar la procedencia de los alimentos, decidió hacerse vegetariano, que era la forma más segura de mantenerse fiel en esas circunstancias.
Daniel tomó la solemne resolución de vivir entre los babilonios como un auténtico israelita. Había decidido presentar batalla y enfrentarse a los planes del rey con los que buscaba hacerle olvidar su fe y su identidad. Él sería fiel a su Dios por encima de Nabucodonosor. No había podido impedir que lo llevaran cautivo a Babilonia, que le castraran, que le obligaran a estudiar ciertas cosas, o que le cambiaran el nombre, pero sí que podía decidir lo que iba a comer. Es asombrosa la firmeza con la que este joven defendía sus convicciones y buscaba ser fiel a Jehová. Su valentía es digna de reconocimiento y debe ser imitada como ejemplar.
No cabe duda de que Daniel no estaba buscando ser popular. Él no era de los que pensaban que había que adaptarse; ser como los demás y no llamar la atención. Seguramente más de uno le dijo en esos días que con su actitud iba a perder todas las oportunidades de ascender en la corte del rey.
Y Daniel no sólo sentiría la presión de muchos de los otros jóvenes, que quizá con buenas intenciones intentaban disuadirle de su actitud. Él sabía que negarse a cumplir una orden promulgada por el rey sería castigada de forma ejemplar.
En nuestros días los cristianos seguimos sufriendo la misma presión para conformarnos al mundo en todas sus formas: vestido, diversiones, hábitos, forma de hacer negocios, la moral o la religión. Pero Dios nos manda que no nos conformemos al mundo, sino que constantemente seamos transformados:
(Ro 12:2) "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
2. El origen de la firmeza de Daniel
Daniel es la misma persona desde el comienzo del libro hasta el final. En él no observamos ningún cambio de actitud frente a su Dios. Por ejemplo, durante el imperio medo persa encontramos en la corte del rey Asuero a Ester. En un principio ella guardó silencio sobre su nación, y sólo lo manifestó cuando se vio en peligro (Est 2:10,19) (Est 4:13-14). Es verdad que luego Ester tuvo una actuación valiente y muy inteligente, pero Daniel no dejó ninguna duda de su auténtica identidad como fiel creyente del Dios de Abraham desde el mismo comienzo de su estancia en Babilonia.
Ahora bien, ¿cómo llegó a tener esas profundas convicciones? Probablemente hubo varias cosas que influyeron en su vida:
Como ya hemos señalado, su nombre significa "Dios ha juzgado? o "Dios es mi Juez?, lo que evidencia que sus padres eran creyentes fieles que tenían temor de Dios. Ellos le inculcarían sólidos principios espirituales.
Por otro lado, Daniel había nacido durante el reinado de Josías, un rey que buscó a Dios con todo su corazón y que de forma muy activa trabajó para eliminar los cultos paganos de Israel.
Además, Daniel era contemporáneo del profeta Jeremías que había hecho oír la Palabra de Dios a todo Jerusalén durante los años anteriores a su cautiverio e incluso después de él.
Daniel había recibido un fuerte testimonio que tuvo un impacto importante en su vida, aunque finalmente tuvo que ser él mismo quien aceptara a Dios de forma personal, no conformándose con ser simplemente un "israelita nominal? (Ro 2:28-29).
3. La petición de Daniel es concedida
Después de proponerse en su corazón que no comería de la comida del rey, solicitó permiso al jefe de los eunucos para que "no se le obligase a contaminarse?. Como es lógico, el jefe de los eunucos manifestó sus reticencias a conceder la petición de Daniel. Él tenía la responsabilidad de asegurar el desarrollo físico y mental de estos jóvenes, y temía que lo que proponía Daniel perjudicara su cometido. Así que, aunque Dios puso a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos, no está claro si éste accedió a su petición. El dijo: "Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza? (Dn 1:10).
En todo caso, Daniel estaba decidido a mantener su fidelidad al precio que fuera. El jefe de los eunucos temía al rey de Babilonia, pero Daniel temía al Dios del cielo, y no se iba a echar atrás. Así que hizo un nuevo intento y se dirigió a "Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos” sobre aquellos jóvenes. Finalmente éste accedió a las demandas de Daniel, no sabemos si ocultando el hecho a su superior o de acuerdo con él. La determinación y perseverancia de Daniel estaban dando fruto. La prueba propuesta por Daniel habría de durar diez días y después serían examinados para determinar los resultados. Daniel estaba seguro de que sus rostros se verían mejor que los rostros de los otros jóvenes que comían de la comida del rey.
En este punto debemos notar que aunque la iniciativa surgió de Daniel, parece que los tres amigos se unieron a él y participaban de su convicción, aunque él era el líder de ellos, quizá por edad o por capacidad.
Daniel estaba comprobando de manera personal que Dios en su soberanía tiene el control de cada situación. El mismo que había entregado a Joacim en manos de Nabucodonosor (Dn 1:2) tenía en su mano el corazón de todos los hombres. Dios está en el control absoluto de todo lo que nos ocurre.
4. El resultado de la prueba
Al cabo de los diez días, el rostro de Daniel y sus amigos, que sólo habían comido legumbres, pareció "mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey”. Después de esto no hubo objeciones para que siguieran con su dieta de legumbres.
Dios había respaldado a aquellos jóvenes que se habían propuesto en su corazón agradar a Dios.
Daniel entre los sabios de Nabucodonosor
(Dn 1:17-21) "A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino. Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro.
Aunque estos cuatro muchachos habían estado siendo preparados por los maestros designados por Nabucodonosor, en realidad era Dios quien les daba "conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias”. Podríamos decir que la capacitación divina obró juntamente con la formación académica que habían recibido de sus maestros y la potenció más allá de los límites normales de otros muchachos. El resultado fue que tenían una capacidad extraordinaria para razonar con inteligencia y lógica en las diferentes áreas del saber en las que habían sido entrenados.
Pero además de esto, "Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños”, lo que implicaba tener un don especial que iremos apreciando a lo largo de todo el libro. Era un don parecido al que le fue dado a José cuando estaba en Egipto. En ambos lugares, en Babilonia y en Egipto, las personas esperaban escuchar la voz de Dios por medio de visiones y sueños, y él se adaptó a sus preferencias a fin de comunicarse con ellos.
Ahora bien, no debemos pensar que Daniel usaba las mismas artes mágicas que todos aquellos magos, astrólogos, encantadores, hechiceros y adivinos de los que se rodeaba Nabucodonosor. En su caso, era un don divino que recibía por revelación directa de Dios sin necesidad de hacer el tipo de ritos que ellos hacían.
Finalmente, estos jóvenes hebreos no sólo sobrepasaron a sus compañeros, sino también a sus propios maestros. Esta es la conclusión a la que llegó el mismo rey Nabucodonosor una vez que los examinó. "Los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino”. Se trata de una expresión idiomática que significa "muchas veces mejor que los demás.
Por esta razón, el rey determinó que estuvieran siempre delante de su presencia. Dios cumplía así lo que había prometido: "Yo honraré a los que me honran” (1 S 2:30). Ellos habían propuesto en sus corazones no contaminarse con el mundo y Dios los honró con un puesto de enorme dignidad en la corte real al lado de personas de mucha más edad que ellos. Y aunque les ofrecería muchas oportunidades para comunicar la Palabra de Dios en las más altas esferas del imperio babilónico, también se despertarían contra ellos grandes celos de parte de los otros sabios caldeos.
Daniel al menos estuvo allí "hasta el año primero del rey Ciro”. Por (Dn 10:1) sabemos que también estaba activo "en el año tercero de Ciro”. Es decir, permaneció durante todo el imperio babilónico y continuó trabajando con el imperio medo persa después de la terminación del exilio judío. Seguramente tuvo una importante influencia en este último acontecimiento.
Daniel fue un hombre de extraordinaria sabiduría y percepción espiritual, al que le tocó vivir en unos tiempos de repentinos cambios que sacudían el mundo. Pero mientras todo eso ocurría, él mantenía un pie en la tierra mirando los asuntos a su alrededor con sensatez y aplomo, mientras que tenía otro pie colocado firmemente en las cosas eternas.
Esto le llevó a vivir en este mundo sin ser de él, tal como el mismo Señor Jesucristo pidió al Padre en su oración por sus discípulos:
(Jn 17:15-17) "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.”
Desde esa posición Daniel veía con claridad las tentaciones a las que su fe se tenía que enfrentar. Por un lado el peligro de perder su identidad como creyente en el Dios del cielo, pero por otro, asimilarse a la cultura de su tiempo. Él no hizo ninguna de estas dos cosas y por esa razón pudo ser un siervo de Dios útil a su generación.
Notamos también que fue fiel en lo poco y que Dios le prosperó por ello. Como enseñó el Señor en la parábola de los talentos:
(Mt 25:21) "Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.”
Con frecuencia los problemas nos paralizan, y llegamos a pensar que no podemos hacer nada para el Señor. Daniel podría haber pensado de ese modo. Sin duda, como hemos considerado en este capítulo, su situación era mucho peor que la de la mayoría de nosotros. Pero él no se rindió. Y no lo hizo, no porque fuera un idealista absurdo, sino porque tenía fe, y la fe siempre nos lleva a vivir una realidad superior. La fe es la que marca la diferencia.
viernes, 18 de enero de 2019
¿SI EL SEÑOR JESUCRISTO ES MI PASTOR...? NADA ME FALTARA
(Sal 23:1-6) "Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días."
1. El libro de los Salmos y el Salmo 23
El libro de los Salmos ha tenido siempre un encanto especial para los creyentes de todos los tiempos. En ellos encontramos las experiencias de los creyentes del Antiguo Testamento que también vivieron en medio de la maldad de este mundo. A nosotros, los cristianos de hoy, no nos resulta difícil identificarnos con ellos, y usar sus cánticos para acercarnos a Dios y obtener el mismo consuelo y fortaleza que ellos encontraron en él.
De entre todos los Salmos, el 23 es sin duda uno de los más conocidos y apreciados. En sus versos los creyentes han encontrado aliento y confianza para afrontar las diferentes etapas de la vida. En especial, ha acompañado a muchos en su lecho de muerte y han sido iluminados por sus versos en el tramo final de su viaje a la presencia del Señor.
2. La figura de Cristo en el Salmo 23
Para el lector cristiano resulta difícil la lectura de este Salmo sin pensar casi automáticamente en Cristo, "el buen pastor", cuya figura es reiteradamente exaltada en el Nuevo Testamento:
(Jn 10:11) "Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas."
(He 13:20) "Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno..."
(1 P 2:25) "Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas."
3. El contexto del Salmo 23
Al comenzar éste Salmo, debemos notar la relación que tiene con el anterior y el siguiente:
En el Salmo 22 podemos ver al "buen pastor que su vida da por las ovejas" (Jn 10:11) (Is 53:6). El salmista profetiza con todo lujo de detalles acerca de cómo serían "los sufrimientos de Cristo". A partir de ahí, la muerte dejó en él su aguijón, y ya no tiene más poder para dañar al hijo de Dios.
En el Salmo 24 se nos describen las glorias que vendrían tras estos sufrimientos: "Alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria" (Sal 24:9).
En medio de los dos está el Salmo 23, que nos habla de las experiencias del cristiano desde el día en que llegó a ser beneficiario del supremo sacrificio de Cristo hasta el momento cuando participará de la gloria con él.
4. Esquema del Salmo
En cuanto a la composición del Salmo, podemos ver que se centra en dos metáforas: el pastor (Sal 23:1-4) y el anfitrión (Sal 23:5-6).
Pero también podemos bosquejarlo pensando en todas las etapas de la vida del creyente:
(Sal 23:1-3) La vida presente donde toda necesidad es suplida por el pastor.
(Sal 23:4) El paso por la muerte donde su compañía nos libra de todo temor.
(Sal 23:5-6) El disfrute de la eternidad donde todo deseo será cumplido.
"Jehová es mi pastor"
1. La experiencia de David como pastor
David, el autor de este Salmo, comienza refiriéndose a Dios como su pastor. Todos recordamos que en su adolescencia él había sido pastor de ovejas y en su cuidado de ellas había llegado a tener experiencias que marcaron su vida.
(1 S 17:34-37) "David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo..."
Pero ahora David no está pensando en sí mismo como pastor, sino que en este Salmo asume la posición de oveja que se siente cuidada por Dios mismo. Y si David había protegido con delicadeza a sus ovejas, y las había defendido aun a riesgo de su propia vida, ¿cómo no haría Dios mucho más a favor de él?
2. El nombre de Dios, "Jehová"
Notemos también que David se refiere a Dios por su nombre "Jehová". Esto es significativo porque este nombre subraya el hecho de que él es el único que vive y existe por sí mismo, el Eterno. Toda otra forma de vida, desde el invisible virus que vemos en el microscopio, hasta el arcángel que está delante del gran Trono de Dios, todo depende y se deriva de él. Y David conocía a este Todopoderoso Ser como su Pastor.
"Mi pastor"
Es interesante ver la confianza con la que David se refiere a Dios como "mi Pastor". Se sentía parte de su rebaño y bajo su protección. Y esta es precisamente la puerta de entrada para disfrutar de todas las bendiciones que a continuación vamos a ver en este Salmo; si Dios no es nuestro Pastor de una forma personal, todo lo demás no pasará de ser una bella poesía, pero de ninguna manera logrará traer consuelo verdadero a nuestra vida.
"Nada me faltará"
Las ovejas son animales que necesitan ser constantemente guiados y cuidados. Tal vez sea por esto que el creyente es comparado con ellos.
David, como una de las ovejas que era cuidada por el Señor, manifiesta su completa confiaba en la bondad solícita de Dios para asegurar todo lo necesario, tanto en el presente como en el futuro.
Como veremos a lo largo del Salmo, la provisión divina incluye cosas tan variadas como alimento y bebida, descanso, protección, restauración, compañía, aliento, dirección, consuelo, gozo, felicidad y gloria.
El salmista percibe que el hombre tiene necesidades más profundas que las del cuerpo, y sabe que sólo en Dios pueden ser satisfechas. Nuestro mundo moderno necesita darse cuenta urgentemente de este hecho: el hombre es mucho más que un cuerpo, tiene también alma y espíritu, y nuestra cultura materialista y de consumo siempre fracasará en traer la felicidad al hombre porque no tiene en cuenta estas otras facetas, y las ignora para centrarse en exclusividad de las necesidades del cuerpo.
¡Cuántas personas en este mundo se encuentran como el hijo pródigo de la parábola de Jesús: "yo aquí perezco de hambre" (Lc 15:17)! La única forma de tener la vida en plenitud es volviéndonos a Cristo, sólo en él podemos estar completos (Col 2:9-10).
(Fil 4:19) "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús."
¡Grabemos estas palabras en nuestros corazones y cuando lleguen los momentos de prueba repitamos: "Jehová es mi Pastor, nada me faltará"!
"En lugares de delicados pastos me hará descansar"
En las tierras desérticas de Judea, el pastor sabía lo agotador que era para el rebaño andar kilómetros por zonas áridas, a menudo bajo los rayos de un sol abrasador. Pero también conocía dónde estaban los oasis y allí conducía a sus ovejas para proporcionarles descanso, alimento y agua en un ambiente apacible.
Siempre es alentador saber que Dios conoce nuestras circunstancias y las dificultades por las que atravesamos en la vida, y podemos estar seguros de que a su tiempo nos conducirá en su sabiduría y bondad hasta su gracia reparadora.
Este es el descanso que los hombres buscan inútilmente fuera de Dios. "Nos has creado para ti mismo, ¡oh Dios!, y vagaremos errantes hasta que encontremos en ti nuestro reposo", dijo San Agustín, y esta verdad ha sido plenamente demostrada en la experiencia de los hombres de todos los tiempos.
Recordemos la invitación que hizo el Señor Jesucristo:
(Jn 10:9) "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos."
"Junto a aguas de reposo me pastoreará"
A lo largo de toda su peregrinación por el desierto, al pueblo de Israel nunca le faltó ninguna de estas dos cosas: el maná enviado del cielo y el agua pura que manaba de la roca (1 Co 10:3-4). Esto fue una clara evidencia del cuidado pastoral que Dios tuvo a favor de su pueblo a lo largo de toda su peregrinación por el desierto durante cuarenta años.
Sin comida ni bebida, el pueblo de Dios perece, y Dios nos invita una y otra vez a fortalecernos en él, en lugares de reposo, en la intimidad con él. Sólo de esta forma podremos llevar fruto en nuestras vidas que le glorifiquen.
Nunca podremos descansar si no satisfacemos el hambre de nuestro espíritu y apagamos su sed, y para eso es necesario atender la voz de Jesús:
(Jn 6:35) "Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás."
Hoy en día vemos también a muchos creyentes insatisfechos, agitados y sin descanso. En estos casos, el problema no es que Dios ha fallado como pastor, sino que la oveja se ha alejado de la comunión con él. No es extraño que perdamos nuestro descanso cuando correteamos de acá para allá, siguiendo los caprichos y las fantasías de nuestro malvado corazón. La única forma de recuperar la paz perdida es volviendo al Señor.
"Confortará mi alma"
La idea es que "restaurará mi alma" o "reparará mis fuerzas". Esto nos habla de una renovación espiritual profunda, algo que va mucho más allá de un mero alivio. El profeta Isaías lo expresó de una forma muy bella:
(Is 40:29-31) "El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán."
¡Qué importante es esto! Dada nuestra naturaleza caída, no sólo necesitamos que el Señor nos alimente; desgraciadamente también pecamos, y por eso necesitamos ser restaurados y renovados una y otra vez a la comunión con él. Igual que la oveja descarriada es llevada nuevamente de regreso al redil donde es curada de las heridas que ha sufrido y vuelve a caminar con el rebaño, así también nosotros.
El mismo rey David había experimentado una y otra vez esta obra de restauración de parte de Dios cuando él se había apartado y pecado. Podemos verlo en el Salmo 32 y el 51.
Y como David, nosotros también nos apartamos fácilmente de los caminos del Señor, no estamos atentos a su dirección, desobedecemos, entramos en estados de letargo e indiferencia espiritual, decaemos, perdemos la ilusión por las cosas espirituales, dejamos de leer nuestra Biblia y de orar, no sentimos ánimo por compartir el Evangelio con otros, perdemos la paz, nos encontramos en un estado de permanente ansiedad, malhumorados... todos estos son síntomas de que necesitamos ser restablecidos urgentemente por el Señor.
Podemos ver un hermoso ejemplo de cómo el Buen Pastor llevó a cabo esta restauración en el caso del apóstol Pedro:
Durante la última cena le advirtió de que le iba a negar tres veces, pero también le dijo que había orado por él para que su fe no faltara.
Después de que Jesús fue arrestado y de que Pedro le había negado tres veces, sus miradas se cruzaron en el patio del sumo sacerdote. No fue una mirada de ira, sino de tierno reproche.
Una vez que Jesús hubo resucitado tuvo especial interés en que Pedro conociera rápidamente esta noticia.
Unos días después, Cristo tuvo un encuentro personal con Pedro en el que por tres veces le dio la oportunidad de manifestar su arrepentimiento y amor por él. Y a partir de ahí quedó plenamente restaurado.
Cuando pecamos, nos sentimos mal, y es entonces cuando el diablo viene a nuestra vida para llenarnos de vergüenza por lo que hemos hecho y para convencernos de que en ese estado es mejor no ir todavía al Señor. Sin duda alguna, esta es una de sus estrategias más efectivas. Pero no debemos escucharle. El Señor siempre nos da una grata bienvenida cuando regresamos arrepentidos. El es nuestro Sumo Sacerdote que siempre está intercediendo por nosotros. Cuanto más tiempo retrasamos nuestro regreso al Señor, más terreno gana el adversario de nuestras almas.
Y lo hermoso del perdón y la restauración del Señor es que con ellos siempre vienen nuevas oportunidades de servicio al Señor. El profeta Joel lo expresó de la siguiente manera:
(Jl 2:25-26) "Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado."
"Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre"
1. Necesitamos ser guiados por el Señor
En oriente, el pastor va siempre delante de las ovejas para descubrir los rodales de hierba más verde y mejor; y el sendero con menos pedruscos. Y aunque la oveja no sabe a dónde es llevada, confía en el pastor y le sigue.
Nosotros también deberíamos aceptar que necesitamos ser guiados por el Señor. Y sabemos que esto es así porque cuando elegimos nuestros propios caminos, esto termina normalmente por causarnos muchos problemas.
Nos cuesta aceptar que el sitio de mayor bendición para nosotros es siguiendo a Cristo lo más cerca posible, y dejándonos guiar por él.
2. Sus sendas son de justicia
Notemos también que al tratarse de los creyentes, estas "sendas" adquieren un sentido moral, por eso son descritas como "de justicia". Debemos entender con ello que el camino por el que el Señor nos va a llevar siempre es un camino de rectitud moral.
3. Lo hace "por amor a su Nombre"
"Por amor de su nombre" nos recuerda que lo hará para reivindicar el honor de su palabra y lo inmutable de su fidelidad.
Cuando decidimos separarnos de esta senda, nuestras actitudes acarrean vergüenza y deshonor al buen nombre del Pastor.
Pero nuestro testimonio no debe consistir únicamente en una actitud negativa para con el pecado, sino que debemos manifestar sin cesar, tanto a través de nuestras palabras como de nuestros hechos, el exquisito perfume de Aquel cuyo "Nombre es como ungüento derramado" (Cnt 1:3).
"Aunque ande en valle de sombra de muerte"
Este versículo ha sido cantado por muchos creyentes en su lecho de muerte y les ha ayudado a transformar el oscuro valle en claro día.
1. Las situaciones oscuras de la vida
Pero notemos que el salmista no sólo piensa en el momento de la muerte. Lo que está diciendo es que aún en la circunstancia más sombría de la vida, que sin duda es la muerte, aún allí tiene plena confianza en que el mismo Dios que ha iluminado su camino durante toda su vida, también lo hará en esas circunstancias extremas.
Porque lo cierto es que todos nosotros atravesamos situaciones oscuras y peligrosas en esta vida en las que necesitamos de la protección y el ánimo del Señor. Como ovejas estamos siempre expuestos a múltiples peligros, ya sea por animales salvajes o por ladrones que se lanzan sobre el rebaño. Pero a pesar de nuestra debilidad, podemos exclamar como el apóstol Pablo:
(Ro 8:36-37) "Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó."
Los primeros cristianos que vivieron en medio de una sociedad pagana y hostil, encontraron fuerzas y ánimos en Cristo como el Pastor. La figura del pastor con la oveja sobre los hombros representando a Cristo, se encuentra con frecuencia en las catacumbas y en las tumbas de los cristianos de los primeros tiempos.
2. Mirando a la muerte cara a cara
¡Qué difícil es mirar cara a cara a la muerte! Rápidamente apartamos nuestra mirada y pensamos en otra cosa. Aun los más valientes tiemblan en esos momentos.
Pero el cristiano sabe que es sólo una nube que hace "sombra", pero que detrás brilla el sol con claridad.
Y esto es así porque Cristo venció la muerte, y lo que ahora queda de ella es solamente una sombra.
(He 2:14-15) "Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre."
"No temeré mal alguno"
Alguien ha dicho que los peores males de la vida son los que no existen excepto en nuestra imaginación. Con frecuencia la incertidumbre sobre el futuro es más difícil para nuestra fe que la presión por algún mal presente.
Recuerdo la historia de cierta mujer negra que se ganaba penosamente la vida con su trabajo, pero cuyo corazón siempre estaba alegre y siempre victorioso. "¡Ah Nancy! Le dijo un día una señora melancólica que en el fondo envidiaba y criticaba a la vez el gozo de esta pobre sirvienta. Está bien estar alegre y jocosa cuando todo va bien, pero piensa un poco en el futuro. Suponte que caes enferma y que no puedes trabajar, ¿para qué entonces tus aleluyas? Suponte también que tus amos dejan el país y que no encuentras trabajo, y suponte..." "Pare, señora, interrumpió la mujer; yo, entienda usted, no supongo nada. El Señor es mi Pastor, y sé perfectamente que nada me faltará; y además son todos estos supuestos lo que en el fondo, la hacen a usted infeliz. Bien haría con desecharlos y confiar plenamente en el Señor".
Ya sea que miremos al presente o hacia el futuro, nunca debemos olvidar que el Señor nos ama y nos cuida, y esto hará desvanecerse todo temor.
(1 Jn 4:18) "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor..."
"Porque tú estarás conmigo"
Notemos el cambio de pronombre. Hasta este momento el salmista ha hablado del Señor en la tercera persona "él", pero cuando llega el momento de atravesar el valle de sombra de muerte, el salmista utiliza la segunda persona "tú".
Otro cambio que percibimos es que el pastor ya no va delante guiando al rebaño, sino que ahora se coloca al lado de la oveja para atravesar por un lugar difícil.
La única razón válida para no temer a la muerte y a las dificultades que puedan surgir en nuestro caminar por esta vida se encuentra en el hecho de que el Señor está con nosotros. Él tiene todos los recursos necesarios y está a nuestro lado. Además, él mismo ya ha pasado por ese camino de muerte y ahora se coloca junto a nosotros para acompañarnos y que no nos sintamos solos.
Volvamos a escuchar la promesa del Señor:
(Mt 28:20) "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
"Tu vara y tu cayado me infundirán aliento"
1. La vara y el cayado
La vara era un garrote, generalmente acabado en una bola en la que se incrustaban agudos y fuertes pinchos y se usaba para luchar contra las fieras. Por lo tanto, tenía el propósito de defender a las ovejas.
El cayado o báculo era usado como medio de apoyo y también para guiar al rebaño y corregir a las ovejas.
Estas dos cosas en las manos del pastor nos inspiran confianza y aliento. La protección y dirección que como ovejas necesitamos, las encontramos en el Señor y son simbolizadas aquí por la vara y el cayado.
2. La disciplina
A primera vista, no parece que haya mucho consuelo en la disciplina. A nadie nos gusta que nos corrijan. El más leve golpecito de la vara nos duele.
Pero debemos ver en ello el amor de Dios:
(He 12:5-8) "Habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos."
Dios nos disciplina porque nos ama y quiere hacer de nosotros personas más santas.
Un herrero cristiano que pasaba por muchas aflicciones fue interpelado un día por un incrédulo, quien le preguntó por la causa de ellas. He aquí la explicación que le dio. "Sabe usted que soy herrero, ¿verdad? Pues bien, cuando trabajo, tomo un trozo de hierro, lo pongo al fuego y luego lo sumerjo en el agua, después lo golpeo con el martillo para ver si alcanza la resistencia necesaria. Si es así, lo caliento de nuevo al máximo repetidas veces, y al final lo coloco sobre el yunque y fabrico una herramienta sólida capaz de servir durante muchos años. Pero si estimo que no podrá servir porque no sufre la prueba del fuego, lo arrojo al montón de la chatarra para venderlo por unos céntimos. Yo creo que mi Padre celestial me ha puesto a prueba para ver si resisto. Me ha sumergido en el fuego y en agua y he intentado soportarlo con paciencia. Todos los días oraba: ¡Señor, si lo juzgas bueno, ponme en el fuego. Haz de mí todo lo que desees, con tal que no me tires al montón de la chatarra!".
"Aderezas mesa delante de mí"
En este punto del salmo nos encontramos con un cambio de metáfora. Para David, Dios era mucho más que su Pastor, y a continuación pasa a describirlo como un Anfitrión que ha preparado un espléndido banquete al que el salmista es invitado como huésped. Es imposible agotar todo lo que Dios es para el creyente bajo los estrechos límites de una sola figura, por muy sugerente que ésta sea.
1. La hospitalidad oriental
Son bien conocidas las reglas de la hospitalidad entre los orientales en tiempos bíblicos. El huésped no sólo era acogido en la tienda o casa del anfitrión, sino que era agasajado admirablemente. La comida y bebida servidas con generosidad solían ser precedidas de prácticas casi rituales; proveer agua para que el huésped pudiera lavarse, ungir su cabeza o derramar sobre ella ungüento, besarlo, etc. (Lc 7:44-46).
Además el huésped gozaba de la protección de su anfitrión; bajo su techo encontraba un cobijo sagrado que ningún enemigo tenía derecho a invadir (Gn 19:5-8) (Jue 19:21-24).
2. Invitados a la casa de Dios por su misericordia
Cuando pensamos en que Dios nos invita a su casa, esta es una idea que nos sobrecoge. Recordemos las palabras de Cristo:
(Jn 14:2-3) "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré ora vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis."
Esto sólo puede ser posible por la misericordia de Dios. No hay otra forma de explicar que aquellos que éramos enemigos de Dios, seamos invitados a su casa y allí recibamos todos sus favores.
Encontramos en la Biblia un caso que ilustra muy bien esta verdad. Se trata de Mefi-boset, un niego de Saúl, aquel que había sido enemigo mortal de David. Lo curioso es que cuando David llegó a reinar sobre Israel, no aniquiló a toda la descendencia de se antecesor, como hicieron tiempo después otros muchos reyes. David se interesó por los descendientes de Saúl con el propósito de hacer con ellos misericordia:
(2 S 9:1) "Dijo David: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?"
Y fue encontrado Mefi-boset, que inmediatamente fue llevado a la casa del rey. No es difícil imaginarse todo el temor que aquel descendiente de Saúl tendría cuando llegara al palacio real. Su abuelo había intentado una y otra vez dar muerte a David, ¿qué podía esperar ahora que hiciera con él? Pero su sorpresa tuvo que ser mayúscula cuando el rey le habló:
(2 S 9:7-11) "Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa. Y él inclinándose, dijo: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo? Entonces el rey llamó a Siba siervo de Saúl, y le dijo: Todo lo que fue de Saúl y de toda su casa, yo lo he dado al hijo de tu señor. Tú, pues, le labrarás las tierras, tú con tus hijos y tus siervos, y almacenarás los frutos, para que el hijo de tu señor tenga pan para comer; pero Mefi-boset el hijo de tu señor comerá siempre a mi mesa. Y tenía Siba quince hijos y veinte siervos. Y respondió Siba al rey: Conforme a todo lo que ha mandado mi señor el rey a su siervo, así lo hará tu siervo. Mefi-boset, dijo el rey, comerá a mi mesa, como uno de los hijos del rey."
Este es un ejemplo maravilloso de la increíble gracia de Dios.
3. Compromiso
Otro detalle que también debemos recordar es que en el mundo del Antiguo Testamento, comer y beber a la mesa de alguien era una manera de establecer un vínculo de lealtad mutua, y podía significar la culminación de los arreglos para la concertación de un pacto.
Así fue en la última cena, cuando Jesús dijo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre" (1 Co 11:25).
4. Comunión
Sentarse juntos a la mesa tiene que ver también con la comunión. Es un buen momento no sólo para compartir alimentos, sino sobre todo amistad y comunión.
Por ejemplo, cuando nos sentamos a la mesa del Señor, la finalidad es tener comunión entre nosotros y con el Señor:
(1 Co 10:16-17) "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan."
Notemos también que esta invitación a la casa de Dios, no se trata de algo ocasional, para unos días. No, Dios no nos trata como si fuéramos algún conocido al que invita a pasar un día. Él quiere que estemos por toda la eternidad en su casa. Recordemos las últimas palabras del Salmo: "Y en la casa de Jehová moraré por largos días".
5. Celebración
También es significativo que este banquete se celebra "en presencia de mis angustiadores" o "enemigos".
Tal vez la escena nos presente la celebración de una victoria, en la que los enemigos están presentes como cautivos. En ese caso, el salmista podría observar las caras de odio de sus enemigos, dirigiéndole feroces miradas, pero incapaces de hacerle ya ningún daño. Nada puede impedir el disfrute del banquete que Dios le ha preparado.
Inevitablemente tenemos que pensar en el momento en que el Señor celebró la última cena con sus discípulos. Afuera los enemigos estaban tramando su destrucción, buscando el momento para prenderle, pero mientras tanto, en el interior de aquel aposento alto, el Señor establecía un pacto que sellaba la victoria que iba a conseguir por medio de su muerte y resurrección. Así que, a pesar de todo lo que ocurría fuera de aquellas puertas, el Señor hablaba de tal manera que nada hacía pensar sino en su triunfo absoluto.
(Jn 16:33) "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."
6. El banquete
La Escritura nos dice que el Señor Jesucristo presidirá el banquete celestial al que todos los creyentes hemos sido invitados (Ap 19:7-9).
Y sobre la mesa podremos ver todas las bendiciones espirituales que él compró para nosotros por su propia sangre. En cierto sentido, podríamos decir que la mesa ilustra todo lo que Cristo es para nosotros.
"Unges mi cabeza con aceite"
La costumbre en las fiestas orientales era que el dueño de la casa diera la bienvenida a sus invitados derramando sobre sus cabezas delicados perfumes según iban entrando.
1. Sugiere frescura y plenitud
Comparando con otros pasajes, vemos que esta unción es un verdadero refresco para el alma del creyente (Sal 92:10), al mismo tiempo que una fuente de gozo (Sal 45:8), de la misma manera que su ausencia es signo de luto (2 S 14:2) y de tristeza (Mt 6:16-18).
2. Sugiere permanencia
El Nuevo Testamento también trata sobre la unción que nosotros hemos recibido por medio del Espíritu Santo. Esta unción permanente nos confirma que somos de Cristo.
(2 Co 1:21-22) "Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones."
(1 Jn 2:27) "Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros..."
Deberíamos manifestar siempre este olor agradable de la unción que hay en nosotros. Pero desgraciadamente, con frecuencia entristecemos y contristamos al Espíritu Santo anulando así los efectos benditos de esta unción divina.
"Mi copa está rebosando"
El salmista considera también su copa llena a rebosar, con lo que parece querer indicar la plenitud de las bendiciones de Dios que estaba recibiendo.
El Señor no sólo quiere darnos vida, sino "vida en abundancia" (Jn 10:10). Aunque no debemos olvidar que para que nosotros disfrutemos de estas bendiciones y podamos tomar "la copa de la salvación" (Sal 116:13), fue necesario que Cristo apurara hasta el fin la amarga copa del juicio (Mt 26:42).
"El bien y la misericordia me seguirán todos los días"
El anfitrión no considera acabada su tarea cuando el banquete había llegado a su fin. El huésped tiene que proseguir su camino, y fuera aún hay enemigos. Por eso le ofrece una escolta de dos hombres fuertes que lo acompañen y protejan hasta su destino.
A modo de guardaespaldas van a acompañarle "el bien y la misericordia", que permanecerán entre él y sus adversarios, de modo que éstos nunca lleguen hasta él.
El bien para proveernos de cuanto necesitemos en el camino, y la misericordia para perdonar nuestros pecados.
En cierto sentido podemos decir que el beneficio de haber sido ungidos con el Espíritu Santo, se prolonga indefinidamente sobre nosotros, y no sólo en el momento en que lo recibimos.
"Y en la casa de Jehová moraré por largos días"
Como ya hemos tenido ocasión de comprobar, el salmista nos va presentando continuamente nuevas escenas de nuestra peregrinación terrenal. Cada una de ellas es un cuadro vivo en el que tenemos que meditar.
1. El regreso a la casa de Dios
Probablemente David estaba pensando ahora en su regreso a Jerusalén y al santuario.
Para él la casa de Dios no era simplemente algo para la eternidad, sino una realidad presente. Veamos cómo lo expresa en otro Salmo:
(Sal 27:4) "Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo."
Nosotros también deberíamos anhelar el comenzar a vivir así en la casa de Dios en este tiempo.
2. Nuestra morada eterna
Probablemente David no estaba pensando en una vida inmortal en la casa celestial de Dios. Pero la expresión es asumida por el cristiano con su mirada puesta en la "casa del Padre", donde Cristo prepara lugar para él (Jn 14:2-3). Ésa es la meta última al final de nuestra peregrinación en la tierra.
La fe, con los ojos puestos en tan glorioso destino, ha sostenido y alentado a incontables creyentes a la hora de su muerte. El cristiano sabe que partir de este mundo es ir a estar con Cristo y que con él está asegurada eternamente su suerte.
3. La casa de Jehová
¡Qué poder tan mágico encierra la palabra hogar! Y ¿qué es lo que hace que sea tan amada? Es el lugar donde estamos en familia, con los seres queridos. Jesús lo expresó así: "Para que donde yo esté, allí también estéis vosotros".
Lo que nos mueve a desear la casa de Dios es fundamentalmente el deseo de estar en la presencia de Dios y entrar en su reposo.
"4. Por largos días"
David podría estar refiriéndose a una estancia prolongada en Jerusalén, pero también puede ser entendido como una alusión a la eternidad.
No olvidemos que somos invitados a su casa no como un visitante que está de paso, sino como hijos que formamos parte del hogar.
¡Qué hermoso será aquel día!
sábado, 12 de enero de 2019
EL QUE CREE EN EL HIJO TIENE VIDA ETERNA
(Jn 3:31-36) "El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él."
En este nuevo pasaje es difícil determinar si estas palabras fueron pronunciadas por Juan el Bautista o si por el contrario son las reflexiones de Juan el evangelista. Cualquiera de las dos opciones es válida, puesto que ambos podrían suscribir sin dificultades las verdades aquí expresadas.
En cuanto al contenido de nuestro texto, encontramos que nuevamente se destacan las diferencias fundamentales entre Juan el Bautista, el último y más grande de los profetas del Antiguo Testamento, y la divina persona de Cristo, el Hijo de Dios. El tema central de estas diferencias tiene que ver con la infinita superioridad de la revelación traída por Cristo en comparación con cualquier otro hombre que hubiera hablado de parte de Dios antes de su venida.
"El que de arriba viene, es sobre todos"
Como decíamos, continúa el contraste entre Jesús y el Bautista. Primeramente vemos cómo su origen determina su naturaleza. Así pues, el heraldo "es de la tierra", y por lo tanto "es terrenal", lo que quiere decir que es simplemente un hombre. En comparación, el Señor "viene del cielo" y la deducción lógica es que tiene una naturaleza divina y por lo tanto "es sobre todos".
Con esta afirmación, el evangelista le está señalando como el supremo Soberano que tiene autoridad sobre todas las criaturas que él mismo ha creado. Veamos cómo el apóstol Pablo suscribió esta misma verdad:
(Col 1:15-16) "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él."
Sin embargo, parece que la intención de Juan aquí no es tratar la preeminencia del Hijo en relación con la creación material o inmaterial, sino la suprema autoridad de su revelación en comparación con cualquier otro testimonio verídico dado por los profetas que le habían precedido. Su conclusión es que el origen de una persona determina también la naturaleza de sus palabras: "el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla", pero en contraste, "el que viene del cielo, es sobre todos" y puede hablar de "lo que vio y oyó" en la misma presencia del Padre, es decir, de cosas celestiales.
Esto fue también algo que el Señor había tratado de hacer entender a Nicodemo durante su entrevista:
(Jn 3:11-13) "De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo."
En este sentido, Juan el Bautista era simplemente "una voz que hablaba en el desierto", un eco de la voz celestial que llegaba desde el cielo. Por lo tanto, no ofrecía la claridad y profundidad del "Verbo" encarnado que había estado durante toda la eternidad en el seno del Padre y que con suma claridad le daba a conocer (Jn 1:18).
"Y lo que vio y oyó, esto testifica"
La autoridad divina con la que Cristo hablaba no se podía comparar con la de ningún otro hombre. La razón estaba precisamente en que él había venido de "arriba", del cielo. Por supuesto, con esto no se niega que "los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 P 1:21), pero sí que se coloca la revelación que Dios nos ha dado a través de su Hijo como muy superior y definitiva. Veamos cómo lo expresa el autor de Hebreos:
(He 1:1-2) "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo"
Podríamos comparar la revelación que Dios ha ido dando al hombre a lo largo de la historia con el recorrido que hace cada día el sol desde que sale hasta que llega a su clímax al mediodía. Todos sabemos que los primeros rayos de la mañana no iluminan lo mismo que cuando el sol está en su cenit. Y de la misma manera, la luz de la revelación divina alcanza su mayor fuerza y claridad con la venida de Cristo.
Notemos, sin embargo, que ya sea que Dios hablara por medio de los profetas, o de su propio Hijo, se trata siempre de la misma revelación, y no hay diferencias de contenido. En todos los casos es una revelación que tiene origen celestial. Y tiene que ser necesariamente así, porque ningún hombre puede conocer la mente de Dios a no ser que él mismo tome la iniciativa de darse a conocer primero. Es cuando el hombre deja correr su imaginación en un vano intento de determinar cómo es Dios, cuando empiezan a surgir nuevas religiones en el mundo. Pero todo lo que salga del corazón humano, o de su sabiduría terrenal, está manchado por el pecado y siempre estará lejos de darnos una idea real de quién es Dios. Tenemos un claro ejemplo de esto en los dioses del panteón griego, que por supuesto no eran reales, sino producto de la imaginación del hombre que los creó con sus mismas debilidades y bajezas, aunque con más poder. Por esa razón, no podían hacer nada por los hombres y con el tiempo quedaron en el olvido, sin que nadie los adore o crea en ellos desde hace siglos. Pero en contraste, la revelación divina que nos ha llegado a través de la Biblia, siempre ha sobresalido de forma asombrosa en todas las épocas y culturas, siendo en verdad la Palabra de Dios que nos llega de la eternidad. No se trata de opiniones humanas que son válidas durante un tiempo y en cierta cultura concreta, para después quedar obsoletas, sino que es una revelación de la mente divina que se expresa en términos absolutos y que permanece para siempre.
(Mt 24:35) "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán."
"Y nadie recibe su testimonio"
El evangelista utiliza una hipérbole para mostrar la dura oposición de los hombres a la revelación divina. Y como sabemos, no es la primera vez que expresa esto mismo:
(Jn 1:9-11) "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron."
(Jn 3:19) "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombre amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas."
Parece que el evangelista se hace eco del profundo lamento de Dios al ver la obstinada incredulidad de la mayoría de los hombres. ¿Cómo puede ser que después de que Dios haya hablado de una forma tan clara, el hombre todavía lo rechace? La razón no es que Dios haya fallado en darse a conocer, sino que el hombre no quiere creer por la maldad de su propio corazón. Veamos el diagnóstico que hizo el apóstol Pablo:
(Ro 1:19,21) "Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó... Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamiento, y su necio corazón fue entenebrecido"
Y aun también entre los que dicen creer en Cristo, hay muchos que seguramente no son auténticos cristianos. Esto mismo ya pasaba en la época de Jesús, cuando había hombres que por algún tiempo se sentían emocionados y le seguían en busca de milagros, o impresionados por algún aspecto de su ministerio, pero que después, cuando comprendían las demandas del evangelio, le abandonaban (Jn 2:23-25) (Jn 6:66-71) (Jn 8:31-38). Lo que nos dice este versículo es que los verdaderos cristianos siempre han sido "manada pequeña" (Lc 12:32). Por esta razón, tal vez debamos dudar del cristianismo de masas tan popular en algunos lugares de nuestro mundo hoy en día.
"El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz"
Siempre hay excepciones a la incredulidad, y este versículo trata de los que sí que reciben su testimonio, de aquellos que son verdaderos creyentes y que se benefician de todo lo que Dios dice en su Palabra.
Juan nos dice que éstos atestiguan que Dios es veraz. Para ello usa una metáfora que era común entonces. Se trata del sello que alguien colocaba sobre algo para mostrar su autenticidad.
Dios envió a su Hijo al mundo y lo "señaló" (Jn 6:27), poniendo su sello de aprobación sobre él, verificando que es su mensajero y por lo tanto digno de todo crédito. Ahora, los que creen en él, aceptan que el testimonio que Cristo da es veraz. En esto consiste la fe que salva: Dios ha puesto su sello sobre Cristo, y ahora nosotros debemos ponerlo también sobre él. La fe auténtica consiste en hablar lo mismo que Dios, estar de acuerdo con lo que él ha dicho, creerlo y obedecerlo en nuestras vidas.
Esta misma verdad, pero vista desde una perspectiva negativa, la encontramos en otro de los escritos de Juan:
(1 Jn 5:10) "El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo."
Notemos la seriedad de no creer en el testimonio que Dios ha dado a través de su propio Hijo. No es otra cosa que hacer a Dios mentiroso, lo cual es extremadamente grave. No puede haber una revelación más clara que la que Dios nos ha dado a través de su Hijo unigénito, por lo tanto, rechazarla tendrá implicaciones terribles para aquel que lo haga, tal como más adelante nos va a decir el mismo evangelista en este pasaje: "el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él".
"Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla"
El Señor siempre tuvo plena consciencia de que había sido enviado a este mundo con una misión. Una y otra vez se refería al hecho de que había sido enviado por el Padre "para dar testimonio de la verdad" (Jn 18:37). Tal vez esta insistencia se deba a que en su mente había quedado grabada de forma muy especial la escena final cuando el Padre se separó del Hijo para enviarlo a este mundo. Durante toda su vida aquí en la tierra, él nunca tuvo duda de que "había salido de Dios y a Dios iba" (Jn 13:3).
Pero su insistencia en recordar constantemente a sus oyentes que había sido enviado por Dios, tenía el propósito de mostrarles que él no era un mensajero de sí mismo. Fue enviado para revelarnos al Padre, y como buen mensajero, no hablaba sus propias palabras, sino "las palabras de Dios". Al decirnos esto, quiere llevarnos a depositar nuestra confianza en Cristo y no buscar la salvación en ninguna otra parte. Quiere que dejemos todo lo demás a un lado, por muy sabio y erudito que pudiera parecer, y sigamos lo que él nos ha dicho acerca del Padre.
"Pues Dios no da el Espíritu por medida"
Para mostrarnos la suprema autoridad de la revelación dada por Cristo, ahora el evangelista añade otro detalle más: aquel a quien Dios envió de esta forma tan especial, no recibe el Espíritu por medida. Dios ha dado a Cristo el Espíritu Santo en toda su plenitud de una manera que no lo ha hecho con nadie más. No podía ser de otro modo, ya que el Hijo y el Espíritu Santo son personas de la Trinidad, y la relación entre ellas es plena y absoluta.
Cuando pensamos en el Señor Jesucristo nos damos cuenta de que el Espíritu Santo estuvo presente en su vida terrenal en todo momento de una forma plena:
Fue concebido del Espíritu Santo (Mt 1:18).
Ungido por Espíritu Santo en su bautismo (Mt 3:16).
Conducido por el Espíritu Santo al desierto (Mt 4:1).
Llenado del Espíritu Santo para llevar el mensaje de salvación (Lc 4:18-21).
Fue ofrecido en la cruz por el Espíritu Santo (He 9:14).
Levantado de entre los muertos por el Espíritu de Santidad (Ro 1:4).
Como culminación de su obra bautiza con el Espíritu Santo (Mr 1:8).
En nuestro propio caso, sí que recibimos el Espíritu Santo por medida, pero no es porque Dios no quiera llenarnos más de él, sino debido al tamaño tan exiguo de nuestro "vaso" para recibirle. En cualquier caso, podemos tener de él todo lo que nuestras exigencias demanden y nuestra fe pueda recibir. No hay ningún límite sino el que nosotros mismos imponemos por nuestra actitud carnal. Encontramos una hermosa ilustración de esto en la historia del Antiguo Testamento cuando una viuda pobre pidió ayuda la profeta Eliseo (2 R 4:1-7). Aquella mujer sólo tenía una vasija con aceite, pero el profeta le mandó que buscara tantas vasijas vacías como pudiera y las llenara con el aceite que tenía. Milagrosamente el aceite se fue multiplicando hasta llenar todas las vasijas que la viuda había conseguido. Y del mismo modo hará con nosotros mientras deseemos más de su Espíritu Santo para glorificarle.
"El Padre ama al Hijo y todas las cosas ha entregado en su mano"
Aun los más grandes de los profetas sólo fueron siervos fieles de Dios, pero Jesús es el Hijo y en virtud de ello, tiene una relación especial con el Padre. Veamos cómo lo expresa el autor de Hebreos:
(He 3:5-6) "Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa..."
Dios ha señalado al Hijo como el Administrador y Mediador en todo lo concerniente al plan de la redención. Esto es lo que significa que "todas las cosas ha entregado en su mano". Y de esa manera lo ha exaltado y le ha constituido Señor de todos (Hch 2:36) (Fil 2:9-11). Por supuesto, como Hijo de Dios, todo lo que existe le correspondía desde la eternidad, pero como Hombre, después de su encarnación, Dios el Padre ha decidido que en él, en el Dios-Hombre, habite también toda la plenitud en relación con la Salvación de los hombres (Col 2:9-10).
Las Escrituras incluyen numerosos pasajes en los que podemos ver cómo el Padre había dado al Hijo todas las cosas. Veamos algunos ejemplos:
(Lc 10:22) "Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar".
(Jn 17:8) "Las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron..."
(Jn 17:22) "La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno".
(Jn 5:22,27) "Todo el juicio dio al Hijo"... "Le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre".
(Mt 28:18-19) "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones..."
(Ef 1:22) "Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia..."
Algunos han querido ver en el hecho de que sea el Padre quien da todas las cosas al Hijo una relación de inferioridad. Pero Juan nos aclara que no es de eso de lo que está tratando, sino del amor que el Padre tiene por el Hijo. Este amor había existido por toda la eternidad, y no disminuyó en el estado de humillación del Hijo, sino que podemos decir que, de alguna manera, se aumentó en extensión para cobijar en el mismo amor a la naturaleza humana del Hijo.
"El que cree en el Hijo tiene vida eterna"
Todos los argumentos expuestos anteriormente han servido para demostrar que la revelación divina proporcionada por Cristo es infalible, segura y cierta, y así hay que recibirla. Este el medio por el que el hombre llega a tener la vida eterna. Sólo por la fe en Cristo el hombre puede disfrutar de todas las bendiciones de Dios. A esto se refiere la frase "todas las cosas" que el Padre ha puesto en las manos del Hijo. Fuera de Cristo, no hay bendición alguna para el hombre ni esperanza de vida eterna.
(Col 2:9-10) "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él..."
Por otro lado, notemos también que para tener la seguridad de la vida eterna no es necesario esperar al momento de la muerte. El versículo no dice "tendrá", sino "tiene" vida eterna. Cualquiera que cree en él ya puede a disfrutar de esta vida, que es la participación en la misma vida del Dios eterno, para siempre. En el mismo instante en que una persona entrega su vida a Cristo ya tiene el perdón de todos sus pecados, la paz con Dios, el derecho a entrar en el cielo, la adopción como hijo, la justificación... Lo tiene aquí y ahora y para toda la eternidad. Los creyentes ya tienen la certeza de su salvación, sin temer al futuro juicio que vendrá sobre todos los hombres. Esta es una hermosa promesa de seguridad.
Es cierto que cuando en ocasiones compartimos el evangelio con nuestros amigos y les decimos que estamos seguros de que vamos a ir al cielo, ellos piensan con frecuencia que somos unos orgullosos y que nos creemos muy buenas personas. Pero la realidad es justo la contraria. La razón por la que acudimos a Cristo y confiamos en su sacrificio para nuestra salvación es porque somos pecadores que merecemos una justa condenación. Pero cuando le entregamos nuestras vidas manchadas, confiando en su sacrificio en la cruz a nuestro favor, el nos juzga como culpables, pero la pena que merece nuestra culpa es asumida por él, de tal manera que nosotros quedamos libres para siempre. Por eso, no es que tengamos un elevado concepto de nosotros mismos, sino más bien que confiamos en la grandeza y suficiencia de la obra de la cruz para perdonar todos nuestros pecados. Por eso estamos seguros de que iremos al cielo; por su sacrificio en la cruz a nuestro favor, y porque él mismo lo ha dicho: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna".
"Pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida"
Y de la misma manera, quien no quiere creer en el Hijo, no tendrá que esperar hasta el día del juicio final para saber que no verá la vida. La salvación y la condenación son realidades presentes. Mucha gente piensa que el destino eterno de una persona se decidirá después de la muerte, cuando se haga un recuento de todas sus obras, buenas y malas, y se decida hacia qué lugar se inclina la balanza. Pero esto no es lo que dijo el Señor Jesucristo. La salvación nunca es por las buenas obras que hayamos realizado en esta vida, porque el más leve pecado nos incapacita para estar en la presencia del Dios santo por toda la eternidad. Está claro que el hombre no puede salvarse por sí mismo, necesita un Salvador, y éste sólo puede ser Cristo. Sólo él, en virtud de su doble naturaleza, humana y divina, y de la obra que ha realizado en la cruz para nuestra redención, puede ofrecer salvación gratuita a todos los que confían únicamente en él. Sólo podemos ser salvos por medio de la fe, no por obras, para que nadie se gloríe (Ef 2:8-9).
Notemos que Juan está concluyendo su razonamiento. Nos ha hablado de la excelencia de la revelación dada por medio de Cristo. Aceptarla tiene consecuencias importantes, de igual manera que rechazarla. Esto ya había sido anunciado por Moisés cuando hablaba de un profeta que vendría después de él y al que todos los judíos esperaban. Fijémonos en cuáles serían las consecuencias de rechazarle:
(Dt 18:15,19) "Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis... Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuentas."
La decisión que los hombres toman en relación a Jesús determina su destino eterno.
"Sino que la ira de Dios está sobre él"
Por último, el evangelista explica que quien no quiere obedecer al Hijo y rehúsa creer en él, no sólo no verá la vida, sino que "la ira de Dios está sobre él".
Con esto llegamos a un tema tremendamente impopular y que desagrada a muchas personas: "la ira de Dios". Lo consideran arcaico, anclado en las páginas más oscuras del Antiguo Testamento, perteneciente a un Dios vengativo con el que no se pueden sentir identificados. Tal es así que incluso muchos cristianos en la actualidad evitan hablar de ello. Pero lo cierto es que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento destacan la realidad y el terror de la ira de Dios. Los escritores bíblicos no sentían ninguna inhibición al tratar el tema, y por lo tanto no lo suavizan ni lo eluden. Así que, si nosotros queremos ser fieles a lo que la Palabra de Dios enseña, tendremos que estudiarlo, aceptarlo y predicarlo, aunque con ello estemos desagradando a alguien. Veamos entonces qué es lo que la Biblia nos dice acerca la "la ira de Dios".
1. El hombre incrédulo está bajo la constante ira de Dios
De la misma manera que "el que cree en el Hijo tiene vida eterna" aquí y ahora, también "el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida" en el futuro eterno, "sino que la ira de Dios está sobre él" ya en el tiempo presente. Veamos otras afirmaciones similares en la Biblia:
(Sal 7:11) "Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días."
(Ro 1:18) "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad"
Debemos preguntarnos de qué manera "la ira de Dios se revela desde el cielo" en este momento presente. Y en la misma la carta de Pablo a los Romanos nos da algunas ideas.
Por un lado nos dice que lo hace mediante la administración estatal de la justicia:
(Ro 13:3-4) "Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo."
Sin embargo, en muchas ocasiones, hay sociedades enteras que rechazan los principios de Dios y "hacen agravio bajo forma de ley" (Sal 94:20), de tal manera que la maldad queda sin castigo. En estas circunstancias la ira de Dios se revela mediante el deterioro moral de la sociedad. El hombre rechaza a Dios, y Dios le deja libre para que dé rienda suelta a las preferencias corruptas de su corazón pecaminoso. De esta manera, pronto la inmoralidad se manifiesta en sus prácticas más groseras y la sociedad entra en un proceso de corrupción, degeneración y decadencia que devalúa terriblemente la dignidad humana (Ro 1:18-32). No puede ser de otra manera; si los hombres rechazan la influencia moral de Dios en sus vidas y sociedades, entonces él los entrega "a la inmundicia" (Ro 1:24), "a pasiones vergonzosas" (Ro 1:26), "a una mente reprobada" (Ro 1:28), "recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío" (Ro 1:27). Cualquiera que lea el pasaje completo de la epístola a los Romanos y lo compare con la situación actual de la humanidad, no tendrá dificultad en ver cómo la ira de Dios está operando con fuerza en nuestro mundo en el momento presente.
2. La ira de Dios se perpetuará por toda la eternidad
Habiendo dicho lo anterior, debemos admitir que hay muchas injusticias y pecados que no parecen haber recibido ningún tipo de castigo por parte de Dios en este mundo. Esto es porque el tiempo presente constituye el preámbulo al Juicio Final de Dios donde ya no quedará ninguna causa pendiente. La gran diferencia entre ambos momentos es que ahora hay posibilidad de arrepentimiento, pero entonces ya no la habrá.
(Ro 2:4-5) "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios."
Esto también ha sido cuestionado por muchas personas. Dicen que no es justo por parte de Dios que castigue a alguien durante toda la eternidad por pecados, por muy grandes que éstos sean, que han sido cometidos durante el breve período de la vida en esta tierra.
Pero esta objeción se basa en varias premisas falsas. En primer lugar, da por sentado que aunque en esta vida la persona haya pecado y rechazado a Dios y a Cristo, sin embargo cesará de pecar y de ser pecador en la vida venidera. Pero esto no es cierto. Y en segundo lugar, asume también que a pesar de que durante esta vida han rechazado arrepentirse, sin embargo lo harán en la vida venidera. Pero eso tampoco es cierto. Aquellos que han rechazado al Salvador y negado a Dios aquí, seguirán haciéndolo después. Recordemos la historia que contó el Señor Jesucristo acerca del hombre rico que después de su muerte fue separado de Dios y atormentado, pero a pesar de ello no mostraba ningún tipo de arrepentimiento genuino (Lc 16:19-31).
3. La ira de Dios es un atributo necesario
Como decíamos más arriba, seguramente muchos de nuestros lectores se sienten incómodos por este tema, pero la realidad es que la ira de Dios es una parte necesaria de su perfección moral. Pensémoslo bien, ¿cómo podemos creer que Dios es moralmente perfecto si no se indigna ante el mal? ¿Qué evidencia tendríamos de que Dios ama la justicia si no hace nada contra la injusticia?
Todos nosotros desde una edad temprana desarrollamos un fuerte sentimiento de lo que es justo y lo que no lo es. ¿Quién no ha oído alguna vez a un niño quejarse de que algo que le ocurría no le parecía justo? Cuando pasamos a la edad adulta seguimos pensando lo mismo, aunque después de haber visto tantas injusticias sin resolver, hemos perdido la convicción de que protestar pueda servir de algo, pero aun así, aunque nos resignemos porque no podemos hacer nada para arreglarlo, dentro de nosotros mismos seguimos protestando: "No es justo". Se verbalice o no, todos compartimos el sentimiento de que la injusticia no se debe permitir y que alguien debería hacer algo; no se debe permitir que los ladrones, los asesinos, los pederastas, los violadores, los genocidas, los adúlteros, los mentirosos y todos los demás perpetradores del mal queden sin castigo. Es evidente que muchas personas tremendamente injustas han abandonado este mundo sin haber recibido ningún tipo de castigo. ¿Debemos concluir entonces que la justicia ha sido burlada para siempre? Dentro de nosotros mismos sabemos que esto no debería quedar así. Hasta los mismos ateos estarían de acuerdo en esto. Y según la Biblia, Dios mismo, que es quien ha puesto en nosotros el sentido de lo que es correcto y lo que es incorrecto, él vindicará su ley finalmente en el Juicio Final. Y si realmente nos importa la justicia, este hecho debería alegrarnos profundamente. Uno de los salmistas expresaba poéticamente su satisfacción cuando pensaba en esto:
(Sal 98:5-9) "Cantad salmos a Jehová con arpa; con arpa y voz de cántico. Aclamad con trompetas y sonidos de bocina, delante del rey Jehová. Brame el mar y su plenitud, el mundo y los que en él habitan; los ríos batan las manos, los montes todos hagan regocijo delante de Jehová, porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud."
La verdad, es que visto desde esta perspectiva, no debería haber ningún motivo para que alguien se opusiera a que finalmente Dios juzgue y castigue a los culpables. Bueno, salvo aquellos que ya sospechan de antemano que pueden salir malparados en un juicio así. Y aquí es donde está realmente el problema por el que muchas personas repudian esta faceta del carácter de Dios: saben en lo profundo de sus corazones que en ese día no sólo serán juzgados y condenados los grandes genocidas de la humanidad, sino también todos aquellos que han cometido pecados que socialmente son bien vistos, o pecados que ellos consideran que no son excesivamente graves, como la mentira, la codicia... La cuestión es que Dios juzgará a todos los hombres, y lo hará en base a su propia ley revelada en la Biblia, y esto es lo que asusta a las personas. Es por eso que muchos idean objeciones para intentar demostrase a sí mismos que no puede haber tal cosa como un castigo eterno. Pero nuestra insistencia en negarnos a aceptar este juicio no hará cambiar en absoluto lo que Dios ha dicho que va a hacer, porque su propia santidad y justicia se lo demandan. Si no lo hiciera, o si lo hiciera parcialmente, todo el carácter moral de Dios quedaría en entredicho, y Dios no es así.
4. La ira de Dios es justa
Otra de las razones por las que a muchas personas de nuestro tiempo les desagrada el tema de la ira de Dios es porque piensan que es un comportamiento indigno de él. Pero seguramente esto es porque creen que la ira de Dios se trata de una reacción desenfrenada, un arrebato de enojo similar al que nosotros los humanos expresamos con demasiada frecuencia.
Sin embargo, hay que decir que nada de todo esto tiene que ver con el concepto bíblico de la ira de Dios. En su caso, la ira constituye una reacción moralmente correcta y necesaria contra la maldad. En la Biblia la ira de Dios es siempre judicial, es decir, es la actitud del juez cuando condena al culpable. Se trata de la justa retribución por el pecado cometido y se basa en principios que Dios mismo ha expuesto ante todos los hombres con anterioridad.
(Ro 2:5-6) "Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras"
Además, el juicio y el castigo de Dios sobre el pecado no sólo será justo, sino también proporcional. El Señor Jesucristo mismo dejó claro que la retribución sería en proporción con el merecimiento individual.
(Lc 12:47-48) "Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se le haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá."
Y a diferencia de los juicios humanos, la omnisciencia de Dios garantiza que no habrá ningún tipo de equivocación. Aunque también hay que decir que en base al conocimiento absoluto que Dios tiene de todas las cosas, no sólo juzgará los actos externos de los hombres, sino también sus pensamientos y motivaciones.
(Ro 2:16) "... En el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio"
Por último, hay que decir que Dios no desea condenar a nadie, sino que todos los hombres sean salvos (Jn 3:17). Por lo tanto, son ellos mismos quienes deciden sufrir bajo la ira de Dios cuando libremente rechazan la luz que Dios hace brillar en su corazón.
(Jn 3:18-19) "El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas."
El juicio que Dios dicta contra ellos es el que previamente ellos mismos han querido. En último término, todo lo que Dios hace es sentenciar y ejecutar las consecuencias plenas de la elección que cada uno ha tomado. ¿No sería injusto por parte de Dios salvar a personas que no desean ser salvadas? ¿Sería justo que Dios no respetara la libertad de elección que le ha dado al hombre y le obligara a vivir toda la eternidad conforme a unos principios que realmente aborrece? Lo justo es que Dios les dé exactamente aquello que ellos han escogido.
5. La ira de Dios no es incompatible con su amor
Hay personas a las que el pensamiento de la ira de Dios les parece totalmente incompatible con el amor de Dios. Según ellos, su amor debe llevarle a perdonar a los pecadores. Algunos llegan más lejos y afirman que tiene la obligación de hacerlo, porque para eso es Dios.
Bueno, la primera cosa que debemos aclarar es que la ira de Dios no es incompatible con el amor de Dios. Si lo pensamos bien, amar intensamente la santidad, implica necesariamente odiar con la misma intensidad el pecado. No puede ser de otra manera.
Y por otro lado, Dios es ciertamente un Dios de amor, y nadie nos ha dicho más acerca de este amor y nos ha hecho sentir su realidad de forma más profunda que Jesucristo. Quizás la expresión mayor y más famosa del amor de Dios sea la que encontramos en este mismo evangelio:
(Jn 3:16) "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."
Ahora bien, debemos fijarnos en que según este versículo, el amor de Dios se muestra de forma suprema en lo que él ha hecho para salvarnos de perecer. Ha entregado el mayor de todos sus inimaginables dones, su propio Hijo, y lo ha dado para que los pecadores como nosotros podamos ser perdonados y nunca tengamos que sufrir el castigo que merecen nuestros pecados. Esto quiere decir que si Dios en su amor ha hecho algo tan grande, es porque la otra alternativa, la del castigo y perdición eterna, eran igualmente reales y extremadamente graves. Él no murió porque sí, sino para salvarnos del infierno y la condenación eterna.
Está fuera de toda duda que Jesús no sólo enseñó acerca del amor de Dios, sino que también nos lo demostró al entregar su propia vida por nosotros. Y fue precisamente él quien con lágrimas nos anunció la realidad del infierno. De hecho, fue él quien más que nadie en toda la Biblia nos ha hablado de este tema. Por lo tanto, podemos deducir con claridad que la ira de Dios no es incompatible con su amor.
6. Los beneficios de reflexionar sobre el tema de la ira de Dios
Todas las personas deberíamos reflexionar con más frecuencia sobre la ira de Dios como una perfección de su carácter. Si lo hiciéramos, esto traería grandes beneficios a nuestra vida.
En primer lugar, se inculcaría en nosotros el odio que Dios siente hacia el pecado y dejaríamos de considerarlo frívolamente, de excusarlo y de paliar su fealdad. Esto nos ayudaría a apartarnos de él en todas sus formas. Porque si somos honestos, tal vez tengamos que reconocer que nos cuesta aceptar que el pecado provoca la ira de Dios porque en buena medida, el pecado no provoca nuestra propia ira.
En segundo lugar, nuestra predicación del evangelio tendría mucha mayor urgencia y sería más seria y precisa. Muchas veces explicamos a los perdidos las grandes bendiciones de Dios sin mostrarles la gravedad de su estado ante la ira de Dios. Al hacerlo así, fácilmente podemos estar dando la impresión de que el pecado no es importante para Dios. Pero lo más grave de todo es que la persona no llegará a apreciar genuinamente lo que a Cristo le ha costado ganar este acceso gratuito a la presencia del Dios santo si primero no entiende la gravedad de su pecado. El hombre no puede gritar "¡Aleluya!" auténticamente sin antes haber exclamado "¡Ay de mí, que soy hombre pecador!".
En tercer lugar, considerar que hemos sido librados "de la ira venidera" (1 Ts 1:10) por medio de la muerte de Cristo, nos debería llevar a elevar nuestras almas en una ferviente y renovada alabanza.
En cuarto lugar, nuestros corazones se llenarían de un sano temor de Dios. Aunque esta idea resulta extraña a muchos creyentes, veamos cómo lo expresó el autor de Hebreos:
(He 12:28-29) "Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor."
Notemos que es imposible servirle de una forma agradable a menos que lo hagamos "con temor y reverencia". Y la mejor manera de conseguirlo es recordando a menudo que "nuestro Dios es fuego consumidor". Evidentemente estas nociones resultan extrañas dentro del cristianismo moderno. El tipo de Dios que concebimos en nuestras mentes es alguien flexible, que tolera nuestras ofensas, y que se muestra amable en todos los casos. Pero esta visión de Dios es superficial y peligrosamente inadecuada. El rey David tuvo que aprender esto de una forma muy dolorosa cuando decidió trasladar el arca de Jehová a Jerusalén y la cargó en un carro que era llevado por bueyes. Él y todo el pueblo iban danzando delante de Jehová con toda clase de instrumentos. Fue entonces cuando un sacerdote llamado Uza puso su mano sobre el arca para sujetarla porque los bueyes tropezaban y el furor de Dios se encendió contra él y lo hirió y allí mismo murió (2 S 6:1-11). David había olvidado que Dios es fuego consumidor y que hay que agradarle con temor y reverencia. Unos meses después el rey volvió a intentar llevar nuevamente el arca a Jerusalén, pero en esta ocasión tomo en serio la Palabra de Dios y encargó a los levitas que fueran ellos quienes la transportaran, tal como Dios había mandado (1 Cr 15:2). Tal vez algunos piensen que este fue un incidente del Antiguo Testamento que no tiene nada que ver con nosotros en este tiempo, pero no debemos olvidar que Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos.
En quinto lugar, si queremos conocer a Dios, es imprescindible que nos enfrentemos honestamente con el tema de la ira de Dios a pesar de que esté pasado de moda y despierte nuestros prejuicios contra él. Si no lo hacemos, no podremos entender las buenas noticias de la salvación de la ira de Dios, ni la propiciación lograda en la cruz, ni la maravilla del amor redentor de Dios. Tampoco entenderemos la mano de Dios en la historia, y el proceder actual de Dios con los hombres de hoy. El libro de Apocalipsis nos resultará incomprensible de principio a fin. Y si no conocemos a Dios, por mucho que nos esforcemos nuestro servicio no dejará de ser inadecuado.
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