LA SANTA BIBLIA
domingo, 28 de mayo de 2017
CUANDO LLAMA EL SEÑOR HAY QUE ABRIR RÁPIDO PORQUE SINO SE VA
“Abrí la puerta a mi amado,
pero él ya no estaba allí.
Lo busqué y no lo encontré,
lo llamé y no me respondió”.
(Cantares 5:6)
Cantares 5:1-8 Dios Habla Hoy
Él
5 Ya he entrado en mi jardín,
hermanita, novia mía.
Ya he tomado mi mirra y mis perfumes,
ya he probado la miel de mi panal,
ya he bebido mi vino y mi leche.
Coro
Queridos amigos,
coman y beban,
¡beban todo lo que quieran!
Cuarto canto
Ella
2 Yo dormía, pero no mi corazón.
Y oí que mi amado llamaba a la puerta:
« ¡Ábreme, amor mío;
hermanita,
palomita virginal!
¡Mi cabeza está empapada de rocío!
¡El rocío nocturno me corre por el cabello!»
3 «Ya me he quitado la ropa;
¡tendría que volver a vestirme!
Ya me he lavado los pies;
¡se me volverían a llenar de polvo!»
4 Mi amado metió la mano
por el agujero de la puerta.
¡Eso me conmovió profundamente!
5-6 Entonces me levanté
para abrirle a mi amado.
De mis manos y mis dedos
cayeron gotitas de mirra
sobre el pasador de la puerta.
¡Al oírlo hablar
sentí que me moría!
Abrí la puerta a mi amado,
pero él ya no estaba allí.
Lo busqué y no lo encontré,
lo llamé y no me respondió.
7 Me encontraron los guardias
que hacen la ronda de la ciudad;
me golpearon, me hirieron;
¡los que cuidan la entrada de la ciudad
me arrancaron el velo con violencia!
8 Mujeres de Jerusalén,
si encuentran a mi amado,
prométanme decirle
que me estoy muriendo de amor.
Pero cuando Él llegó para despertarla, para que lo acompañara en su trabajo como pastor, buscando a las ovejas que estaban perdidas, ella no quiso levantarse de su lecho. Cuando ella finalmente llegó hasta la puerta, El ya se había ido. Entonces ella abrió la puerta y le llamó, saliendo fuera a buscarlo.
Leamos entonces el versículo 6 de este quinto capítulo,
"Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido, ya había pasado, y tras su voz se me salió el alma. Lo busqué, mas no lo hallé; lo llamé, y no me respondió."
Como vemos aquí se había roto la comunicación entre ellos.
Personalmente creemos que hay muchísimos cristianos que han hecho una de dos cosas; han entristecido al Espíritu Santo por causa de pecado en sus vidas, o han apagado al fuego del Espíritu al no ser obedientes a El. Esto rompe la comunión y el compañerismo con Cristo y hace que perdamos nuestra alegría. Ahora, eso no quiere decir que nosotros perdemos la salvación, pero seguramente perderemos la alegría de nuestra salvación. Tampoco quiere decir que hemos perdido al Espíritu Santo. El aun habita en el creyente. Podemos causarle tristeza, pero no podemos alejarle de nuestra vida. Sin embargo, sin duda alguna, podemos perder la relación de comunión con El, y muchos cristianos están en esa condición.
Así es que, aquí en la historia que estamos leyendo, la esposa había perdido la comunión que tenía con el esposo. Si no estamos haciendo nada hoy para el Señor, no hemos perdido la salvación, pero estamos perdiendo una dulce comunión con Él.
"Me encontraron los guardias que rondan la ciudad; me golpearon, me hirieron, me arrebataron el manto los guardias de las murallas."
¿Se da usted cuenta de cuan impotentes somos cuando intentamos andar por nuestra cuenta? Podemos salir con mucho entusiasmo, pero este entusiasmo nunca reemplazará la comunión con Cristo. Algunos cristianos, impulsados por esa actitud impulsiva han salido a presentar el testimonio de su fe, pero con poco tacto y actitudes ofensivas. Con esa forma de hacer las cosas se han enfrentado con el rechazo de la gente. Ese rechazo se debe a la forma de presentar el mensaje y no a la oposición de los demás.
Recordemos la forma en que el Señor Jesús presentó su testimonio a la mujer que se encontraba junto al pozo. Aquella samaritana era una de las personas más hostiles a las que el Señor se acercó. Ella estaba con una actitud desafiante. Pero ¿recuerda usted cómo El planteó la conversación con ella? No comenzó a hablar de una forma agresiva, tratando de imponerle el tema de la conversación. Simplemente le pidió que le dejase beber un poco de agua. Adoptó una actitud humilde, pidiéndole que le hiciera un favor. Entonces, con mucha cortesía le dijo: "Ah, yo podría haberte dado el agua de vida, si tu me la hubieras pedido". Finalmente, ella se la pidió, pero el Señor no se la ofreció hasta que ella se la pidió.
En vez de intentar forzar conversación con alguien, lo primero que debe hacer es despertar el interés de las personas. Ellas deberían ver algo en nuestras vidas que les impulsara a querer saber acerca del Señor Jesús.
Sin embargo, es cierto que existe una oposición a la Palabra de Dios, que a veces proviene de donde nunca la hubiéramos esperado. Y aquí nosotros nos damos cuenta que proviene de lugares de los cuales no se espera. En este pasaje de nuestra historia, la esposa relató lo siguiente: Me encontraron los guardias que rondan la ciudad; me golpearon. Aquella joven estaba pasando momentos difíciles. Estaba siendo herida por quienes debían haber estado protegiéndola. Aquí la amada había respondido muy tarde al llamado del esposo. En su primer sueño, los guardias le habían ayudado a encontrar a su amado (3:3) pero en esta ocasión la confundieron con un criminal. Estas dificultades que tuvo aquí pueden enfatizar su culpabilidad por haberse separado de su amado. Así que el sueño simboliza el dolor de la separación, causada por su egoísmo, y dramatizó la necesidad de la compañía de su esposo para su bienestar y protección.
martes, 23 de mayo de 2017
HONRARÉ A LOS QUE ME HONRAN
Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. (1 Samuel 2:30)
1 Samuel 2:12-36
Los hijos malvados de Leví
"Los hijos de Elí eran hombres impíos, que no tenían conocimiento del Señor."
Los hijos de Elí no eran salvos, y sin embargo estaban sirviendo en el mismo tabernáculo. Ahora, según indica este pasaje, el pequeño Samuel estaba en un lugar peligroso, pero podremos estar seguros que su madre continuaba orando por él. Observemos lo que ocurrió en el tabernáculo. Leamos los versículos 13 hasta el 16 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel:
"Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando alguien ofrecía sacrificio, mientras se cocía la carne, venía el criado del sacerdote trayendo en su mano un garfio de tres dientes y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo. Asimismo, antes de quemar la grasa, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: Dame carne para asársela al sacerdote; porque no aceptará de ti carne cocida sino cruda. Y si el hombre le respondía: Hay que quemar la grasa primero, y después toma tanto como quieras, él decía: No, dámela ahora mismo; de otra manera la tomaré por la fuerza."
Los israelitas traían sus sacrificios al tabernáculo, y los hijos de Elí en lugar de ofrecerlos a Dios como debían hacerlo, se los guardaban para sí. Se guardaban la mejor parte del animal del sacrificio para ellos mismos, y no la ofrecían al Señor. Eran completamente fraudulentos en el servicio del Señor.
"Así pues, el pecado de estos ayudantes era muy grande ante el Señor, porque menospreciaban las ofrendas del Señor."
El resultado de su deshonestidad fue que muchos se alejaron de Dios. Los israelitas vieron lo que hacían los hijos de Elí en el tabernáculo, y en lugar de acercarse más al Señor, se iban alejando cada vez más. Debiéramos tener en cuenta que, en la actualidad, muchas personas se han apartado de los círculos cristianos por los malos ejemplos que han observado y otros, no se sienten atraídos hacia el cristianismo por los mismos motivos. Todo ello tendría que llevarnos a la reflexión, a rectificar, a desechar toda hipocresía y a vivir tan cerca de Dios, para que los que nos rodean puedan percibir Su presencia en nuestra conducta, es decir, en nuestra forma de actuar y de expresarnos. Leamos los versículos 18 y 19 de este capítulo 2 del primer libro de Samuel, que nos presentan a
El niño Samuel en el tabernáculo
"Y el joven Samuel servía en la presencia del Señor, vestido de un efod de lino. Su madre le hacía una pequeña túnica y se la traía cada año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado."
Aunque Samuel se criaba bajo la influencia de los hijos deshonestos de Elí, su madre no le había olvidado. Ana amaba a su niño. Había prometido dedicárselo al Señor y cumplió su palabra. Y vemos aquí que cada año le hacía una túnica y se la traía, como expresión de su cariño.
"Entonces Elí bendecía a Elcana y a su mujer diciendo: El Señor te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió al Señor. Luego regresaban a su casa. Visitó el Señor a Ana y ella concibió; y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante del Señor."
Dios fue bondadoso con Ana. Ella tuvo cinco hijos más, pero nunca se olvidó de Samuel durante todos esos años. Cada año le hacía esa túnica pequeña, y a pesar del mal ambiente del tabernáculo, Samuel crecía delante del Señor.
El juicio de los hijos de Elí
"Elí era muy viejo, pero (cuando) supo lo que sus hijos hacían con todo Israel y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del Tabernáculo de reunión"
Elí era un padre indulgente, de una piedad sin carácter, que había tolerado los pecados de sus hijos. Fíjese usted en esta inmoralidad que se lee aquí: "dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión". Se habla mucho hoy en día en cuanto a nuevas formas de expresar la moralidad. En realidad, no hay nada nuevo. Ni siquiera era nuevo en los días de los hijos de Elí. Estas prácticas se remontan al tiempo anterior al diluvio.
"Entonces les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Oigo hablar a todo este pueblo vuestro mal proceder."
Las acciones de los hijos de Elí eran un gran escándalo público en Israel, pero todo lo que hizo Elí era dirigirles un reproche leve.
"No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo, pues hacéis pecar al pueblo del Señor."
El pueblo hacía lo que hacían los sacerdotes. Los hijos de Elí incitaban al pueblo a pecar. Y en lugar de tomar medidas positivas para remediar la situación, Elí les reprendió con delicadeza. Era un padre bastante indulgente.
"Si peca el hombre contra el hombre, los jueces lo juzgarán; pero si alguno peca contra el Señor, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque el Señor había resuelto hacerlos morir. Mientras tanto, el joven Samuel iba creciendo y haciéndose grato delante de Dios y delante de los hombres."
Aun en este ambiente malsano, Samuel, crecía y su conducta agradaba tanto al Señor como a los hombres. Había sido dedicado a Dios y estaba respaldado por la preocupación y las oraciones de su madre. Por lo tanto, Dios iba a utilizarle. Esto según Proverbios, capítulo 3, versículo 3 era el resultado directo del acatamiento a la ley de Dios. También notamos que la Biblia solo menciona a Samuel y a Jesucristo, como creciendo en gracia para con Dios y los hombres. Los próximos versículos nos dicen que Dios envió un profeta al viejo Elí, el cual le informó que Dios había terminado con él como sumo sacerdote.
"Vino un varón de Dios ante Elí, y le dijo: Así ha dicho el Señor: "¿No me manifesté yo claramente a la casa de tu padre cuando estaban en Egipto en la casa del faraón? Lo escogí para que fuera mi sacerdote entre todas las tribus de Israel, para que ofreciera sobre mi altar, quemara incienso y llevara efod delante de mí. Yo concedí a la casa de tu padre todas las ofrendas de los hijos de Israel. ¿Por qué habéis pisoteado los sacrificios y las ofrendas que yo mandé ofrecer en el Tabernáculo? ¿Por qué has honrado a tus hijos más que a mí, haciéndolos engordar con lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?"
Este profeta anónimo le dijo a Elí que el oficio de sumo sacerdote terminaría para él y sus descendientes. Ya Dios no obraría por medio del sacerdote. En lugar de él, Dios ahora levantaría sacerdotes-profetas. El primero iba a ser Samuel, y él ejercería ese ministerio al Señor, y su oficio sería el de profeta.
"Por eso el Señor, el Dios de Israel, dice: Yo había prometido que tu casa y la casa de tu padre andarían siempre delante de mí; pero ahora ha dicho el Señor: Nunca haga yo tal cosa, porque yo honro a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco."
Este versículo nos recuerda que debemos tener mucho cuidado de honrar a Dios en nuestras vidas. En el Salmo 107, versículos 1 y 2 leemos: "Alabad al Señor, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. Díganlo los redimidos del Señor, los que ha redimido del poder del enemigo". Realmente, hoy hace falta que los redimidos del Señor puedan expresar esta verdad con convicción.
viernes, 19 de mayo de 2017
AUNQUE A VECES NOS CUESTE CREER…, DIOS NOS AMA
Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, (Malaquías 1:1-14)
Malaquías es quien cierra el telón en el Antiguo Testamento y tiene, valga la expresión, "la última palabra". Él es el último de una larga sucesión de profetas que predijeron la venida del Mesías. Aunque tengamos que retroceder hasta mil años antes de la llegada de Jesús, podemos ver que, a través de los siglos, Dios comunicó de manera insistente la futura venida del Mesías; y la última de estas voces que sirvió como canal de comunicación de Dios hacia los hombres fue, precisamente, la de voz del profeta Malaquías.
Las profecías de Malaquías, el mensaje de este profeta, es un llamado a los apóstatas. El diálogo divino, en la profecía de Malaquías está diseñado como un llamado a "romper la barrera de la incredulidad, el desengaño y el desaliento del pueblo de Israel". Dios muestra su constante amor, a pesar del letargo y adormecimiento espiritual de Israel. Y el oráculo o profecía que Malaquías tenía que comunicar de parte de Dios, era para que el pueblo, y los sacerdotes, se detengan y comprendan que la falta de bendiciones no ha sido provocada por la despreocupación de Dios, sino por su falta de obediencia a la Ley del Pacto.
En definitiva, este último libro del Antiguo Testamento concluirá, como veremos, con una dramática profecía de la venida del Mesías y de Juan el Bautista: "Yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí" (3,1).
Después de Malaquías vinieron 400 largos años de silencio profético, durante los cuales Dios no volvió a hacer revelación alguna a los hombres. Pero pasados esos años, se cumplió el tiempo, y el cielo rompió en cantos de alabanza ante la venida del Mesías.
Aunque no sabemos mucho sobre Malaquías, a través de su libro podremos conocer a una persona muy interesante y con un fino sentido del humor.
¿Cuál fue el contexto histórico de Malaquías?
Malaquías fue dirigido a la nación de Israel unos cien años después del retorno del pueblo de su cautiverio y esclavitud en Babilonia. Al principio, la gente se había entusiasmado con la idea de reedificar Jerusalén y el Templo, así como restaurar el antiguo sistema del culto. Pero su celo e interés inicial pronto decayeron y comenzaron a cuestionarse, una vez más, la providencia de Dios, mientras su fe degeneraba rápidamente en cinismo.
Al igual que todos los profetas, Malaquías fue un mensajero de Dios. Su nombre significa, precisamente, "Mi mensajero". La versión de la Biblia septuaginta, que es la traducción más antigua y popular del Antiguo Testamento al griego, traduce su nombre "un ángel". Y, como hemos visto en numerosas ocasiones al estudiar la Biblia, los ángeles son mensajeros de Dios.
Y aunque no sabemos mucho acerca de la persona de Malaquías, esto no debe detenernos en nuestro estudio de sus profecías. Nos debe interesar, de hecho, mucho más el mensaje, que el mensajero. Nuestra preocupación está enfocada en su mensaje, que viene de parte de Dios, y no en su historia biográfica. Al igual sucedería si recibimos un certificado de Correos en nuestro domicilio: lo abriríamos sin dilación alguna y no nos entretendríamos con preguntas y cavilaciones acerca de la vida del cartero, sus antepasados, su pueblo natal o su contexto familiar.
Así que, Malaquías podría ser un nombre propio, el del profeta, o simplemente significar "mensajero". En realidad, el Espíritu de Dios usó ese mismo método en el evangelio según Marcos. Ya nos hemos ha dado cuenta que los cuatro Evangelios representan a Cristo desde diferentes perspectivas. Mateo lo presenta como "el Rey". Y si Él era el Rey, entonces tenía que, forzosamente, pertenecer al linaje del antiguo rey David. Y es así como comienza el evangelio de Mateo: El libro de las generaciones de Jesucristo, hijo de David. Y lo hace así, porque esa declaración era lo importante, que Él fuera identificado como descendiente de David. En cambio, cuando leemos el evangelio de Marcos, éste le presenta como "el Siervo de Dios", por lo cual el evangelista no se preocupó en cuanto a Su genealogía. Porque la característica más importante en un siervo es, si éste puede hacer su trabajo. Y Marcos tenía la certeza que el Señor Jesucristo hizo bien su trabajo, y que fue el "perfecto Siervo". Así es que, aquí, en Malaquías, su nombre se utiliza del mismo modo.
En cuanto a la fecha, el peso de la tradición supone que fue escrito unos mil años después de Moisés, el primer profeta y escritor bíblico, es decir, en torno al año 450 a.C. Malaquías fue profeta en la época de Nehemías, como Hageo y Zacarías fueron los profetas en la época de Esdras, Zorobabel y Josué. Así es que Malaquías profetizó durante el tiempo del liderazgo de Nehemías o casi inmediatamente después.
Ahora bien, ya hemos mencionado que Malaquías fue un mensajero, y que lo importante del mensajero, no es su persona, sino su mensaje. Y deseamos añadir algo antes de entrar de lleno a la Palabra. El mismo profeta utiliza esta expresión de mensajero en 3 ocasiones a lo largo de este libro, haciendo 3 referencias muy significativas a otros mensajes. Por ejemplo, en el segundo capítulo, versículo 7, Malaquías se refiere a Leví, a la tribu de Leví, como los mensajeros del Señor: "Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos". Estas palabras nos sugieren que cada mensajero, cada testigo, o cada maestro de la Palabra es, o actúa, como un ángel del Señor, y que él es un mensajero del Señor. De la misma manera sucede en el libro de Apocalipsis, donde hay un mensaje para cada una de las siete iglesias, comenzando cada uno de ellos: Al ángel de la iglesia en Éfeso. Y creemos que el ángel o mensajero de cada iglesia no era meramente una figura divina, sino un mensajero humano: el pastor de la iglesia.
La segunda ocasión en la que el profeta utilizó la expresión de mensajero fue cuando anunció la venida de Juan el Bautista como "mi mensajero". En el capítulo 3, versículo 1, leemos: "He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto". Hay un tercer mensajero, y es una referencia a Cristo, como el Mensajero del pacto.
Antes mencionamos que Malaquías hizo gala de un maravilloso sentido del humor. Su método de enseñanza o de transmisión era un método de preguntas y respuestas. Lo primero que él hacía, era citar una declaración, una pregunta que Dios realizaba a Israel. Y posteriormente, él emitía la respuesta de manera breve y sarcástica. Más de un oyente de su época habrá tildado a Malaquías de arrogante, presuntuoso e incluso, insultante. Ya tendremos oportunidad de verlo cuando analicemos el texto que tenemos ante nosotros. Porque Malaquías tenía unas buenas respuestas de parte del Señor. Y ya que eran las respuestas del Señor, podemos afirmar, fuera de toda duda, que El Señor posee un afinado sentido del humor.
"Profecía de la palabra del Señor contra Israel, por medio de Malaquías."
Malaquías comunicó el mensaje de Dios en el que se denunciaba el pecado que imperaba en el pueblo de Israel. Y como podemos observar, la primera palabra de todo el libro es, precisamente, "profecía", que algunas versiones bíblicas traducen por "carga", aludiendo así a una sentencia agobiante que el profeta tuvo que pronunciar.
¿Por qué utiliza Malaquías una expresión tan severa como la que acabamos de leer?: "Profecía de la palabra del Señor contra Israel...”. Porque el profeta va a lidiar con los mismos problemas y dificultades con que trató el líder hebreo Nehemías, como por ejemplo, los numerosos pecados de los sacerdotes, el casamiento de judíos con esposas extranjeras y paganas, acompañado en ocasiones, con el divorcio de sus propias mujeres israelitas. Pero Dios habla de manera muy clara y directa sobre estos pecados.
Otro de los pecados comunes era, que la gente estaba demostrando negligencia en cuanto al mandamiento del "diezmo en sus ofrendas". Y aquí tendremos nuevamente una reprensión dura y severa de parte de Dios.
Tras estas áridas palabras, el versículo 2 comienza, sin embargo, de una forma realmente dulce y maravillosa: Yo os he amado, dice el Señor. Y dijisteis, ¿En qué nos amaste?
¿Qué tal? ¿Podemos imaginarnos que esta gente tuviera la audacia de hablarle a Dios de esa manera? ¿En qué nos amaste? Quizá haya personas que hablen de la misma manera, dentro o fuera de la iglesia y digan: "Mirad lo que nos está sucediendo hoy. ¿Cómo podéis decir que Dios nos ama?" Resulta interesante notar que, en ocasiones, al leer la Biblia, pudiera parecernos que el amor de Dios "brilla por su ausencia". Por ejemplo, si retrocedemos al libro de Deuteronomio, al período en que el pueblo hebreo estaba deambulado por el desierto durante 40 años, sería muy difícil hacerle creer a alguna persona, que Dios amaba a Su pueblo con locura. Pero en el capítulo 10 de Deuteronomio, versículo 15, podemos leer lo que Dios les dijo: Solamente de tus padres se agradó el Señor para amarlos. Y esta es una declaración asombrosa, porque anteriormente Dios no había realizado una afirmación como esta. Dios nunca le dijo a Abraham que le amaba, aunque realmente le amaba. Lo que quiero señalar, es que Dios no tenía por qué afirmar a la humanidad Su amor por nosotros. Pero aquí Él dijo: Solamente de tus padres se agradó el Señor para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día.
"Yo os he amado, dice el Señor; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice el Señor. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto."
Esta es una declaración extraordinaria de Dios hacia la nación de Israel. El pueblo estaba haciéndose preguntas sobre la autenticidad del amor de Dios hacia ellos. Por eso, Dios les recordó aquí el origen de Su nación.
El gran privilegio de Israel como pueblo amado de Dios se presenta aquí de manera enfática, al comparar la nación escogida, con la de Edom. En respuesta a la afirmación del amor del Señor por ellos, el pueblo se había limitado a fijarse en su condición de debilidad, y en todo lo que había perdido desde el cautiverio. Porque no sólo habían expresado incredulidad y dudas acerca del amor de Dios, sino que llegaron a rechazarlo con violencia. A pesar de eso, Dios reafirmó Su amor por ellos y les recordó que conforme a Su pacto había preferido a Jacob por encima de Esaú, padre de los Edomitas, habitantes de Edom. Así, en este libro final del Antiguo Testamento, el amor divino, inmerecido y persistente hacia Israel es reiterado una y otra vez por el Señor, e ilustrado por su elección de Jacob, padre de todos los judíos. Por elección divina, Dios escogió a Jacob y sus descendientes para que se convirtieran en herederos de su promesa.
Y Dios dice en la epístola a los Romanos, capítulo 9, versículo 13: Como está escrito, a Jacob amé, y a Esaú aborrecí. Y quiere decir que aunque esta nación había fracasado y ninguno de ellos merecía el amor de Dios, aún así Dios continuaba amando a Jacob y a sus descendientes.
¿Por qué aborreció el Señor a Esaú? Aunque el libro del Génesis no menciona odio alguno hacia Esaú, la profecía de Abdías más de mil años después indicó que el Señor aborreció la idolatría de los descendientes de Esaú. De la misma forma, el amor del Señor hacia Jacob se refiere a sus descendientes, quienes fueron Su pueblo por elección divina, a través del cual vendría el Redentor del mundo.
¿Sabemos que el amor y la misericordia de Dios no excluye Su aborrecimiento hacia lo malo, lo impuro? De hecho, muchos grandes pensadores y poetas se han hecho eco de esta idea: uno no puede amar, sin aborrecer. Amor y aborrecimiento u odio, van siempre de la mano. Quien ama a alguien, odia su ausencia o su lejanía. Quien odia a alguien, ama lo contrario que esa persona representa. Amor y odio son eternos compañeros. Y si Dios ama lo bueno, entonces, naturalmente, Él aborrece lo malo. No puede ser de otra manera.
Por ello, nos sorprende cuando escuchamos que el amor de Dios excluye Su castigo para con los hombres, pues eso implicaría un Dios malo, sin escrúpulos. Nada más lejano de la realidad. Según la Palabra de Dios, Él ama apasionadamente al hombre, pues es creación Suya, pero aborrece, y odia intensamente el pecado. Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza y lo hizo con sentimientos, porque Él tiene sentimientos: la Biblia nos habla que Él ama, se enfada, en ocasiones se pone celoso, tiene paciencia, tiene ira, etc., y dice la Palabra que Él siempre nos ama, tanto que envió a Su Hijo para morir, en lugar nuestro, para que nosotros no tuviéramos que hacerlo. ¿Daríamos la vida de nuestro hijo, por la de otra persona? Dios sí lo hizo. Porque le ama más intensamente de lo que nosotros podamos imaginarnos. Dios nos ama de manera apasionada e incondicional. Pero, aborrece el pecado, las malas obras, los malos pensamientos, la frialdad espiritual, el adormecimiento moral, la falta de prioridades a la hora de escoger entre lo bueno y lo mejor, siendo lo bueno las cosas sanas de la vida, y lo mejor, Él mismo.
Para hablar claramente y sin tapujos, aunque con todo respeto y cariño. La Biblia, no nos fue dada por Dios para aumentar nuestro conocimiento. Nos fue dada para cambiar nuestra vida. Jesús no murió para que nos convirtiéramos en eruditos de la Palabra, ni en teólogos, ni siquiera en aficionados a su lectura. Jesús murió para que usted pudiera vivir eternamente, y que Su muerte en la tierra no fuera el final, sino el principio de la vida verdadera; plena, intensa, sin dolor, ni enfermedades, ni problemas, una vida tal y como Él la diseñó antes de que el pecado entrara en el mundo.
Malaquías, nos enseñará que el amor de Dios es persistente y perseverante para conquistar nuestras vidas. Pero que, al igual que sucedió con el pueblo de Israel, nuestra desobediencia hará que el Espíritu Santo retenga las bendiciones que Él nos ha prometido. Y de la misma manera que la historia de Israel se puede dividir de acuerdo a la obediencia y desobediencia hacia Dios, en nuestras vidas podremos experimentar las bendiciones de Dios, si obedecemos, y la destrucción, si desobedecemos. ¿Destrucción de qué? De nosotros mismos, de nuestra autoestima, de nuestras relaciones familiares y de pareja, de nuestros proyectos futuros, etc.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
domingo, 14 de mayo de 2017
MI PALABRA QUE SALE DE MI BOCA NO VOLVERÁ VACÍA
Mas el que fue sembrado en buena tierra […] da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno (v. 23).
Mateo 13:1-9
Recibí un maravilloso e-mail de una mujer que escribió: «Tu mamá fue mi maestra de primer grado en 1958. Nos hizo aprender el Salmo 23 y recitarlo frente a la clase, y a mí me aterraba hacerlo. Sin embargo, fue el único contacto que tuve con la Biblia hasta 1997, cuando me entregué a Cristo. Entonces, los recuerdos de la Sra. McCasland volvieron como un torrente al releer el Salmo».
Jesús le contó a una gran multitud una parábola sobre un agricultor que sembró semillas que cayeron en distintos tipos de suelos: un suelo duro, uno rocoso, uno espinoso y uno fértil (Mateo 13:1-9). Aunque algunas semillas nunca crecieron, «el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, […] y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno» (v. 23).
En los 20 años que mi madre enseñó en escuelas públicas, junto con la lectura, la escritura y la aritmética, desparramó semillas de bondad y el mensaje del amor de Dios.
El e-mail de su antigua alumna terminaba así: «Por supuesto, he tenido otras influencias posteriores en mi andar cristiano, pero mi corazón siempre vuelve al [Salmo 23] y a la dulzura de [tu mamá]».
Una semilla del amor de Dios que se planta hoy puede producir una impresionante cosecha.
Estamos hablando de la Palabra del Señor que sale de la boca de EL.
Señor, hoy quiero que mi vida siembre buenas semillas en los que me rodean.
Nosotros sembramos; Dios produce la cosecha.
martes, 9 de mayo de 2017
JESÚS DIJO: USTEDES SON MIS TESTIGOS
[Juan] vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él (v. 7).
Juan 1:6-14
En un proceso judicial, los testigos son participantes activos que ayudan a determinar el resultado de un caso. Lo mismo es verdad sobre nuestro testimonio para Cristo. Debemos participar de forma activa en una cuestión importantísima: la verdad sobre la muerte y la resurrección de Jesús.
Cuando Juan el Bautista vino a hablar de Jesús, la Luz del mundo, lo hizo al declarar lo que sabía de Él. Y Juan, el discípulo que registró estos sucesos, testificó: «Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14 LBLA). El apóstol Pablo ampliaría esta idea, cuando le dijo al joven Timoteo: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros» (2 Timoteo 2:2).
Todos los cristianos han sido convocados ante el tribunal del mundo. La Biblia enseña que no somos meros espectadores, sino participantes activos. Testificamos sobre la verdad de la muerte y la resurrección de Jesús. Juan el Bautista fue la voz que clamaba en el desierto. Nuestras voces pueden escucharse en el trabajo, el vecindario, la iglesia y entre nuestros familiares y amigos. Podemos ser testigos activos y hablar sobre la realidad de Jesús en nuestra vida.
¿De qué maneras creativas podríamos testificar hoy?
El evangelio es demasiado bueno como para no compartirlo.
jueves, 4 de mayo de 2017
HE AQUÍ QUE NO SE HA ACORTADO LA MANO DEL SEÑOR PARA SALVAR, NI SE HA AGRAVADO SU OÍDO PARA OÍR
Ha considerado la oración de los menesterosos, y no ha despreciado su plegaria… (v. 17 LBLA).
Salmo 102:1-17
Hace tiempo, leí sobre una regla de cinco minutos que tenía una madre para sus hijos. Ellos tenían que estar listos para la escuela cinco minutos antes de que fuera hora de salir.
Se reunían alrededor de su mamá, y ella oraba por cada uno por su nombre, pidiendo la bendición del Señor sobre su día. Después, les daba un beso y ellos partían. Los niños del vecindario participaban del círculo de oración si justo pasaban por allí. Muchos años después, una de las niñas dijo que esta experiencia le enseñó la importancia de la oración para su día.
El escritor del Salmo 102 conocía la importancia de la oración. A este salmo, se lo titula: «Plegaria de uno que sufre, cuando desmaya y expone su queja ante el Señor» (LBLA). El salmista clamó: «Señor, escucha mi oración […]. Apresúrate a responderme el día que te invocare» (vv. 1-2). Dios mira «desde lo alto de su santuario; […] desde los cielos a la tierra» (v. 19).
Se interesa por ti y quiere escucharte. Ya sea que sigas la regla de los cinco minutos y pidas una bendición para el día o necesites pasar más tiempo clamando a Él con profunda angustia, habla con el Señor cada día. Tu ejemplo puede dejar una huella profunda en tu familia o en alguien cercano.
Enséñame a ser consciente de tu presencia, Señor, y a hablar contigo con libertad y a menudo.
Orar es reconocer que necesitamos a Dios.
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